MENSAJE DEL ARZOBISPO METROPOLITANO A LOS MÉDICOS, ENFERMERAS Y PERSONAL SANITARIO QUE TRABAJAN EN LOS HOSPITALES Y CENTROS DE SALUD DE PIURA Y TUMBES
A los médicos, enfermeras y personal sanitario que trabajan en los hospitales y centros de salud de Piura y Tumbes, especialmente en el “Hospital Covid-19 de Santa Rosa”, les hago llegar mi cercanía y afecto, así como el testimonio de mis oraciones en esta hora de desafío y prueba. Sabemos que desde el primer día de la emergencia ustedes vienen trabajando al límite de sus fuerzas, luchando en la primera línea de combate por salvar la vida de las personas contagiadas por la terrible pandemia del Coronavirus (Covid-19), por ello nuestro reconocimiento y eterna gratitud. Ustedes son “los santos de la puerta de al lado”, como los ha llamado el Papa Francisco, porque desempeñan su labor con gran amor y abnegación, poniendo en riesgo sus propias vidas. Le pido al Señor en mi oración que les dé en estos momentos la esperanza y la fortaleza necesarias para que sigan cuidando con amor al prójimo, especialmente a nuestros hermanos contagiados. Para ello los invito a que abracen con fe y amor a Cristo crucificado, para así llenarse de fuerza y esperanza. ¡La fuerza de la fe nos libera del miedo y nos da la fortaleza que necesitamos!
Cuando comiencen cada día su trabajo en su hospital o centro de salud, tengan la certeza interior que nos trae la fe, de que no están solos, que Jesús, que anduvo por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos (ver Hch 10, 38), está con ustedes, camina con ustedes y nunca los abandona porque los ama.
Recuerden siempre que la vida es sagrada y que ella pertenece sólo a Dios, y por eso debe ser siempre acogida, protegida, respetada y servida desde que comienza con la concepción hasta su fin natural. En toda enfermedad, y más aún en estos momentos de pandemia, no se trata sólo de “curar” sino también de “cuidar” y “acompañar”, puesto que en su fragilidad el enfermo no sólo experimenta que le falta la salud, sino que todo su ser se ve comprometido, espiritual, emocional y afectivamente. Por eso es tan importante que cuando ustedes atiendan a nuestros enfermos de Coronavirus, vayan más allá del mero procedimiento terapéutico, y le hagan sentir al prójimo enfermo, junto con su compañía y amistad, la presencia del amor de Cristo que los ama, los consuela y los ayuda.
En estas horas dramáticas, Jesús quiere también valerse de ustedes para seguir imponiendo sus manos con amor sobre nuestros enfermos, como lo hacía en el Evangelio (ver Lc 4, 40), para así darles consuelo y paz, y hacerles experimentar su cercanía, amor y ternura, las cuales ayudan a soportar con paciencia los sufrimientos del cuerpo y del espíritu.
Ustedes saben que la hospitalización del “Covid-19” se caracteriza por la soledad, por la imposibilidad de tener al lado a los propios seres queridos, y en muchos casos de poder recibir los sacramentos, de confesarse, de estar acompañados. En el último aliento, son ustedes queridos médicos y enfermeras, la única y la última voz amiga que los moribundos tendrán cerca, y qué importante es que en ese momento la voz y la presencia de ustedes sea la de Cristo que le dice al moribundo: “No tengas miedo. Toma mi mano y ven a Mí. ¡Nada podrá apartarte de mi Amor, ni siquiera la muerte!”. Qué importante es que ustedes recen junto al enfermo para suscitar en él la confianza de poner su vida en las manos de Jesús: “En el Señor puse toda mi esperanza. Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor” (Sal 40, 2). Al final, la vida eterna es la vida que todos esperamos.
Sé que todos ustedes tienen que realizar a diario sus actividades sanitarias en medio de grandes carencias, sin los equipos e insumos médicos necesarios, sin los trajes de protección adecuados y suficientes y sin las pruebas médicas en la cantidad necesaria para descartar la infección, a lo que se suma la falta de personal, por lo que tienen que multiplicarse en sus esfuerzos. Por ello me pregunto: “¿Quién cuida al que cuida?”. Quiero que sepan que estoy con ustedes en sus justos reclamos, y que yo también pido y demando a las autoridades nacionales y regionales que atiendan todas y cada una de sus necesidades. No es posible que en las actuales circunstancias de emergencia no se les provea de todo lo que necesitan en el área sanitaria para atender adecuadamente a nuestros enfermos y al mismo tiempo estar bien protegidos.
A pesar de todo, no nos dejemos robar la esperanza. Estamos en Pascua, tiempo en que celebramos a Cristo Resucitado, vencedor del mal del pecado y de la muerte. Ciertamente la estamos celebrando de una manera verdaderamente inusual, pero la verdad de la Resurrección permanece inalterable: En Jesús Resucitado, la vida ha vencido a la muerte. Ni el mal ni la muerte tienen la última palabra. Esta fe pascual alimenta nuestra esperanza, la esperanza de un tiempo mejor, en el que también nosotros podremos ser mejores; la esperanza de que finalmente seremos liberados del mal y de esta pandemia.
Queridos amigos y amigas: el Señor no defrauda, Él los tiene de la mano y los escucha. “Pero en este momento horrible, ¿Dios me ama? ¡Sí! Y tenemos que repetirlo como una oración: Dios me ama. Estoy seguro de que Dios me ama. Estoy segura de que Dios me ama” (Papa Francisco). Esta pandemia es un desafío del cual saldremos victoriosos con la certeza de que el Señor nos ama y que en todo momento cuida de la fragilidad de nuestra vida.
Queridos médicos, enfermeras y personal sanitario de Piura y Tumbes: los abrazamos espiritualmente a todos junto con sus enfermos y sus familias. Sabemos que no tiene precio lo que vienen realizando en estos tiempos. Les damos las gracias por tanta abnegación y sacrificio. Cada uno de ustedes está presente en nuestro corazón, en nuestro pensamiento y en nuestra oración. A todos ustedes les hago llegar con sincero afecto mi bendición.
Quiero concluir este Mensaje con una oración al Señor Jesús y a María Santísima por todos ustedes:
Señor Jesús, Médico Divino:
Tú que siempre te compadeciste de quien sufría
y te acercabas a los enfermos para darles Tú compasión y auxilio.
Te encomendamos a nuestros médicos, enfermeras y personal sanitario
de Piura y de Tumbes,
quienes superando miedos y agotamientos,
carencias materiales e incomprensiones,
y aun arriesgando sus propias vidas,
atienden a sus pacientes y enfermos
con amor, entrega y abnegación.
Fortalécelos, protégelos y dales tu bendición!
Y Tú, Madre Santísima, Virgen María,
Madre de Dios y de la Iglesia,
Salud de los Enfermos, Auxilio de los cristianos, y Abogada nuestra,
socórrelos en esta hora de dolor y de prueba,
y ya que tu Hijo para honrarte no te niega nada,
pídele que aparte de nosotros el mal de esta pandemia.
Así como en Caná de Galilea,
adelanta la hora de la cura y de la sanación.
Amén.
San Miguel de Piura, 23 de abril de 2020
Viernes de la II Semana de Pascua
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