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MENSAJE DEL ARZOBISPO DE PIURA CON OCASIÓN DE LA MARCHA Y FESTIVAL POR EL DÍA DEL NIÑO POR NACER 2018

Muy queridos hermanos y hermanas en Jesús resucitado, el Señor de la Vida:  

En nombre de los Niños por Nacer, los peruanos más pequeños e indefensos de todos, quiero darles las gracias por su presencia multitudinaria esta tarde en que todos nos hemos unido en este “I Corso y XI Festival y Marcha por la Vida”, para ser la voz de los que no tienen voz y así gritar a los cuatro vientos: “Vida y Familia, unidas por la esperanza”.

La mejor manera de defender la vida humana es cuando la damos a conocer en toda su hermosura. Que lo digan si no las numerosas madres gestantes que esta tarde nos acompañan con sus hijos en sus vientres.  Nunca hay que olvidar que Dios se ha hecho cercano a la humanidad, es decir cercano a cada uno de nosotros, al encarnarse en el seno de la Virgen María. Dios se ha hecho tan cercano a nosotros como lo es el hijo que una madre lleva en su vientre. Por eso servir a la causa de la vida humana y defenderla es servir a Dios.

Toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, incluso si ésta sufre, está enferma, o es incómoda, siempre debe ser acogida, amada y ayudada.[1]

Hace un siglo la Iglesia tomaba la defensa del trabajador, proclamando sus derechos amenazados en ese tiempo. Hoy sin dejar aquello, toma la defensa de los más amenazados, de los débiles e indefensos, de los descartados, en su derecho a la vida.  

Por eso la Iglesia da hoy su voz a los que no tienen voz: al Niño por Nacer, amenazado por el crimen abominable del aborto y la manipulación genética que extermina embriones; al Niño ya nacido pero indefenso, amenazado por el crimen del infanticidio; al enfermo, al anciano y al discapacitado, quienes son discriminados porque no producen ni consumen y hoy son víctimas de la eutanasia; al pobre y al inmigrante, sometidos al hambre, la miseria, la violencia, y las guerras, forzados en muchos casos a abandonar su tierra; al cristiano perseguido y martirizado por causa de su fe en Jesús. La Iglesia proclama con valentía que TODA vida humana, desde que es concebida hasta su ocaso natural, y a lo largo de todas sus etapas, tiene un carácter sagrado e inviolable que se lo da su dignidad de persona humana creada a imagen y semejanza de Dios.

Custodiar el sagrado tesoro de toda vida humana es el mejor modo de prevenir cualquier forma de violencia, es el camino más seguro para construir una genuina cultura de paz. No hay que cansarse en decirlo: El primer derecho de una persona es su vida. Desde el primer instante con la concepción, la vida del ser humano se caracteriza por ser vida humana, y por este motivo posee una dignidad propia y el derecho inviolable e inalienable a existir.

En nuestros tiempos asistimos a una gran paradoja o contradicción: Por un lado se le atribuyen a las personas nuevos derechos pero no siempre se tutela la vida como valor primario y derecho principal de cada persona. El derecho a la vida es el bien fundamental de cada ser humano y condición para todos los demás. Cada niño abortado tiene el rostro de Jesús, quien ya antes de nacer y después de nacido tuvo que experimentar el rechazo del mundo.     

Ciertamente el aborto es un drama en la vida de no pocas mujeres que terminan abortando por la falta de apoyo afectivo, social, o económico por parte de una cultura de muerte que nos va imponiendo esta práctica como un “derecho” en vez de lo que realmente es: El asesinato de una vida inocente. Nada, absolutamente nada justifica la eliminación deliberada de un ser humano inocente.

Las mujeres-madres que han pasado por el drama del aborto saben muy bien que éste deja en el corazón unas heridas muy profundas. Por eso esta tarde me dirijo a ti mujer que de repente has abortado. A pesar de ello el Señor te ama y no deja nunca de amarte, su misericordia es mayor que tu pecado, y en la confesión sacramental puedes encontrar la paz que tanto buscas, el abrazo del Padre rico en misericordia, y la esperanza y la serenidad de saber que tu hijo está en el Cielo esperándote, porque ahora vive en el Señor.[2] No te olvides que no hay pecado que Dios no pueda perdonar, y que el Papa Francisco, quien piensa con amor en las mujeres que sufren por haber pasado por un aborto, ha concedido hoy en día que cualquier sacerdote pueda perdonarte este pecado y así encontrar gracia, reconciliación y paz.

También me dirijo esta tarde a ti mujer que estás viviendo una maternidad inesperada. En nombre del hijo que llevas en tus entrañas te digo: “Mamá no me mates”. Ten el valor de tener a tu hijo, y busca ayuda y consejo con tus padres, en tu parroquia, con un sacerdote, o con una religiosa, o con un laico católico comprometido con su fe y con la Iglesia, que gracias a Dios los hay en gran número en nuestra Arquidiócesis. Tú tienes todo el derecho de recibir ayuda no sólo médica y psicológica sino sobre todo espiritual para que encuentres la paz y la seguridad, tanto tuya como de tu hijo. Con Santa Teresa de Calcuta también te digo: “No lo mates, dámelo a mí”. La Iglesia siempre estará dispuesta a recibir a cualquier niño. Pero no te olvides que tú también por tu bautismo eres Iglesia y por tanto sueño con que aquí esta tarde se encuentren muchas personas, muchas familias, dispuestas a acoger a cualquier niño a quien su madre después de darlo a luz no desease o pudiese quedarse con él.

Piura demostró el año pasado con el Fenómeno del Niño Costero una gran opción por la vida: padres salvando a sus menores hijos y a sus abuelos; médicos y rescatistas auxiliando vidas; civiles, clérigos y militares, llevando ayuda y consuelo a los miles de damnificados. Incluso en Nuevo Pedregal en el Bajo Piura, un niño nació en medio de la inundación y sus padres le pusieron de nombre “Moisés”, que significa “salvado de las aguas”. Entonces, ¿por qué no adoptar a un bebé si fuese necesario?

Finalmente, junto con la defensa de la vida promovamos ese bien insustituible en cualquier sociedad que es la familia, basada en el matrimonio entre un varón y una mujer. Sí, promovamos familias que sean hogar de los afectos más profundos, que sean cenáculos de comunión, de amor y de vida, verdaderas iglesias domésticas donde se rece y transmita la fe a los hijos. Familias en las que resplandezcan las dimensiones de paternidad y maternidad, de nupcialidad, de filiación y fraternidad, que son dimensiones del amor de Dios. Y no nos olvidemos: junto con los Niños por Nacer y los hijos, cuidemos a los abuelos, porque los niños y los abuelos son la esperanza de un pueblo. Hay que cuidar a los abuelos, porque ellos tienen la sabiduría y la memoria que los niños y los jóvenes necesitan para llevar adelante a su pueblo.

Que en este mes de Mayo, mes de María, Aquella que llevó en su vientre en circunstancias nada fáciles a su divino Hijo Jesús desde que fue un embrión humano hasta que nació en un establo en Belén, y después lo acompañó al pie de la Cruz y el día de la Resurrección, cuide, bendiga y proteja a todos los Niños por Nacer junto con sus madres. Que Ella cuide y bendiga a todas nuestras familias piuranas.

Queridos hermanos y hermanas: ¡Viva la Vida! ¡Vivan los Niños por Nacer! Porque “cada Vida, es un Don”. “Vida y Familia unidas por la esperanza”.  

San Miguel de Piura, 05 de mayo de 2018 

[1] Ver S.S. Francisco, Homilía Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 01-I-2018.

[2] Ver San Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, n.99.

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