Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA 2023

“Familia de Nazaret: Fuente de esperanza y vida”

Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José

Dios quiso nacer en una familia humana

Con gozo y emoción vivimos en estos días el misterio de la Navidad, el misterio de “la Palabra que se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 14). En estos días santos, y gracias al don de la fe, contemplamos en los brazos de Santa María, la gloria del Señor Jesús, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (ver Jn 1, 14).

Gracias a la Encarnación del Hijo de Dios, el tiempo se ha abierto a lo eterno. Con el nacimiento del Señor Jesús, de María Santísima, la Mujer bendita entre todas las mujeres, Cristo ha hecho del tiempo un “hoy” permanente de salvación. Y todo esto ha acontecido en el seno de una familia. Jesús pudo haber venido a nosotros a salvarnos de una manera espectacular, deslumbrante, aparatosa, pero no, ha venido a nosotros como un hijo de familia, en el seno de un hogar formado por su Madre, Santa María, en unión con San José, casto esposo de la Virgen de Nazaret, padre legal y fiel Custodio del Redentor.

Dios quiso nacer en una familia humana, es decir, quiso tener una madre y un padre como nosotros. De esta manera Jesús nos enseña a estimar y a comprender el valor de la familia.

Por ello la Iglesia, Madre y Maestra, celebra el día de hoy en su liturgia, a la Sagrada Familia de Nazaret, modelo de toda familia. Una familia “pobre y silenciosa pero con rayos de luz, con mucha unión, ninguna espina, y el ejemplo que culmina en un amor que no pasa”.[1]

San José: padre de Jesús

La fiesta de la Sagrada Familia es ocasión propicia para resaltar la figura del padre legal de Jesús, más aún en estos tiempos donde la vocación de padre está muy desvalorizada, y además no son pocos los casos en que muchos padres rehúyen firmar o reconocer a sus hijos, así como contribuir a su sostenimiento, crianza y educación.

Como padre adoptivo de Jesús, a San José se le confió una gran misión: Criar a Jesús, y ser un modelo de quien el Señor pudiera aprender (ver Lc 2, 52). Con su trabajo honesto y laborioso en su taller de carpintero, San José supo proveer todo lo necesario para el sustento del hogar de Nazaret, es decir, de su virgen esposa, Santa María, y de Jesús. No es difícil imaginarnos a San José alimentando, bañando, vistiendo, y abrazando con ternura a Jesús, así como ayudándolo a dormir de noche. Todas las tareas que un padre debe realizar, Él las realizó con mucho amor y devoción en favor del Niño Jesús, como si fuera su propio hijo. Cuando Jesús comenzó a crecer, le enseñó a caminar, a hablar, y lo más importante, buscar en la oración a su Padre celestial. El Señor, cuando fue niño y adolescente, sin duda habría valorado de aquel que era su padre legal, su vida de judío piadoso, y de hombre justo, es decir, santo.   

La familia, un bien necesario para la sociedad y los pueblos

La familia es un fundamento indispensable para la sociedad, un bien necesario para los pueblos, y un gran tesoro para los esposos durante toda su vida. La familia es un bien insustituible para los hijos, que han de ser fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Una sociedad donde la familia está en crisis, es una sociedad próxima a derrumbarse. Por ello, hoy se hace necesario proclamar la verdad plena de la familia fundada en el matrimonio, entre un varón y una mujer, en una relación estable e indisoluble, como célula primera de la sociedad, como escuela del más profundo humanismo, como Iglesia doméstica y como santuario de la vida.  

Como célula primera de la sociedad, porque la familia es origen y fundamento de la sociedad humana y constituye su alimento continuo mediante su función de servicio a la vida.[2] Ella es la primera sociedad natural y antecede al Estado. 

Como escuela del más profundo humanismo, porque ella es ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y a recibir amor. 

Como Iglesia doméstica, porque ella está llamada a ser comunidad de fe, esperanza y caridad, de gracia y de oración, de amor, y de acción evangelizadora, así como escuela de catequesis permanente.

Y como santuario de la vida, puesto que la familia es el ámbito natural donde la vida, don de Dios, es acogida y defendida de los muchos ataques y amenazas que hoy sufre. La familia es el lugar donde la vida humana puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano y cristiano. Es importante señalar que, cuando se afirma que la familia es santuario de la vida, nos referimos además a que es en ella donde se transmite, custodia y desarrolla la vida divina de la gracia, es decir, la vida cristiana. Por eso los padres cristianos son dos veces progenitores de sus hijos: En su vida natural, y en su vida sobrenatural en Cristo. Los padres cristianos no deben descuidar la administración de los sacramentos de la iniciación cristiana en la vida de sus hijos: El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, así como la confesión sacramental. Les pido que no posterguen por tanto tiempo el Santo Bautismo, el cual, según el pedido sabio y saludable de la Iglesia, debe ser administrado a los recién nacidos durante el primer mes de vida.[3]

La Sagrada Familia de Nazaret: una familia piadosa y religiosa

Hoy el Evangelio de San Lucas (ver Lc 2, 22-40), nos presenta a la Sagrada Familia de Nazaret en la escena de la Presentación del Niño Jesús en el Templo: “Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor” (Lc 2, 22-24).

La Familia de Jesús se nos revela como una familia creyente, devota, y observante de la Ley de Dios. Hasta en cinco oportunidades San Lucas reitera que, todo lo hacían “según lo establecido en la Ley del Señor”. Claramente se aprecia que la Familia de Nazaret, conocedora de las Sagradas Escrituras, vive las exigencias del culto, pues sube a Jerusalén para ir al Templo. Es, sin lugar a duda, una familia de profunda vida de fe, de culto y oración.

Queridos padres de familia: ¿Tu familia es como la familia de Jesús, es decir, una familia de fe profunda y vida sacramental? Tu familia, ¿tiene a Jesús como centro de su vida? Porque cada familia cristiana, “está llamada ante todo a acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio en nuestro corazón y en nuestras jornadas al Señor. Así hicieron también María y José, y no fue fácil: ¡Cuántas dificultades debieron superar! No era una familia fingida, irreal”.[4]

Queridas familias: Sólo la familia que, como María y José, pone a Jesús en el centro de sus relaciones familiares, es capaz de mantener vivo el amor. Cuando Jesús está en el centro de la vida familiar, se comparten con Él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de Él la esperanza y la fuerza para el camino. Cuando el Señor Jesús, está en el centro de la vida familiar, cada uno de sus miembros son capaces de mirarse a los ojos para comunicarse, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y recomenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu.

De esta manera, la familia cristiana reproduce así el clima de la casa de Nazaret. Nunca hay que olvidar que para ello hay tres medios esenciales: La Eucaristía dominical, la lectura y meditación asidua de la Palabra de Dios, y el rezo diario del Santo Rosario. 

Anunciemos la belleza del matrimonio y de la familia

En los actuales momentos en donde la familia esta asediada por tantos ataques que vienen de concepciones equívocas sobre la verdad del hombre, de la libertad, y del amor humano, expresados en el divorcio, las uniones libres, la ausencia de los padres en la vida de sus hijos, la disminución de los nacimientos, el libertinaje sexual, el pseudo matrimonio entre personas del mismo sexo o matrimonio homosexual, las legislaciones que atentan contra la unidad y la indisolubilidad del matrimonio, así como contra el derecho natural de los padres a ejercer la patria potestad sobre sus hijos, la contracepción, el aborto, la eutanasia, entre otros, urge que todos nosotros, pero especialmente los matrimonios y las familias cristianas, anuncien con sus vidas la belleza de la familia según el Plan de Dios, porque la familia evangeliza con el ejemplo de su vida.

Mi deseo es que nuestras familias sean comunidades íntimas de  vida y amor; que los esposos cristianos no cesen de ser con sus vidas signo del amor fiel de Dios hasta la muerte; que vivan su vocación matrimonial, elevada por el Señor a la altísima dignidad de sacramento, como auténtico camino de santidad; que expresen su amor conyugal en una actitud de apertura generosa a la vida; y que eduquen a sus hijos en la fe.

De esta manera testimoniarán que la verdadera libertad es aquella capaz de asumir un compromiso para siempre, en el que la libertad, dándose, se vuelve a encontrar plenamente a sí misma.  Que la Familia de Nazaret sea el modelo en el que todas las familias hallen su sólido punto de referencia e inspiración.

Al concluir el presente año, mi pensamiento se dirige de manera especial a las familias que a lo largo del 2023 han perdido un familiar, o que sufren actualmente por el hambre, el desempleo, y la pobreza. Que la Sagrada Familia de Nazaret sea fuente de serenidad y fortaleza para todos ustedes.

Rezo por cada familia de Piura y Tumbes, pidiendo al Señor Jesús, a Santa María, y a San José, que las proteja y ayude, para que, a semejanza de la Sagrada Familia de Nazaret, sean cenáculos de amor y santuarios de la vida.

Que así sea. Amén.

San Miguel de Piura, 31 de diciembre de 2023

Fiesta de la Sagrada Familia
Jesús, María y José 

[1] Liturgia de las Horas, Himno para la Fiesta de la Sagrada Familia.

[2] Ver San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, n. 42.

[3] Ver CIC. Can. 867.

[4] S.S. Francisco, Audiencia General, 17-XII-2014.

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