CARTA PASTORAL DEL ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA CON MOTIVO DEL MES DE OCTUBRE
¡Tú eres Dios, hijo Amado del Padre,
y del hombre eres Tú el Salvador!
Octubre, mes del Cautivo de Ayabaca y del Señor de los Milagros. Octubre, mes de Jesús, Nuestro Salvador, mes de gracia y salvación. En las carreteras, plazas, calles y veredas se desborda un torrente morado que va en busca del perdón y del auxilio de Aquel que nunca niega su misericordia y amor a quien se lo pide.
Esta es la experiencia de los miles de peregrinos y devotos que agobiados por el peso de sus pecados, debilidades y preocupaciones, van en busca del Señor, porque saben muy dentro de sus corazones que sólo Él es comprensión y alivio, clemencia y misericordia, fortaleza y descanso, fuente de vida nueva y eterna. A los peregrinos y devotos no les importan los kilómetros que caminan o las horas de procesión que acompañan, si no tienen qué comer o beber, si pasan frío o si gimen sus pies maltratados, con tal de llegar hasta el Señor y de estar cerca de Él para experimentar su ternura y acogida, porque Él a nadie rechaza, a todos acoge, especialmente a los más pecadores y necesitados, porque, no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos, porque Él no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (ver Mc 2, 17).
Por eso en Octubre desde nuestra fe rezamos cantando: “Jesucristo Cautivo, Ayabaca hoy te aclama con gran devoción. Tú eres Dios, hijo Amado del Padre, y del hombre eres Tú el Salvador”… “Señor de los Milagros, a ti venimos en procesión tus fieles devotos, a implorar tu bendición”.
Todos, absolutamente todos, somos peregrinos, porque todos estamos necesitados del perdón y del amor del Señor Jesús. Por eso fijemos confiadamente nuestra mirada en los ojos del “Señor Cautivo de Ayabaca” y en la imagen bendita del Cristo doliente en la cruz del “Señor de los Milagros”. Ahí hallaremos la paz y la comprensión que tanto necesitamos, porque los ojos de Jesús no son ojos severos de juicio y condena, sino ojos misericordiosos como los de su Madre Santa María. No te olvides que Jesús te espera especialmente este mes en la confesión sacramental.
Pero en Octubre además de los kilómetros de peregrinación que recorreremos o de las horas de procesión que caminaremos, todos sin excepción debemos de dar un paso más: el paso de llevar desde ahora una vida cristiana coherente porque se trata de pensar, sentir y vivir como cristianos, y no pensar como cristianos y vivir como paganos. Como nos exhorta San Pablo: “llevemos una vida nueva” (Rom 6, 4), haciendo del amor la norma de nuestra existencia a imitación de Cristo que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (ver Ef 5, 2). De entre todos los pasos que demos en Octubre, éste es el más importante de todos.
Que por nuestra sincera conversión de vida reflejemos la luz de Cristo y lo hagamos resplandecer ante los demás llevando desde ya una vida santa, en la verdad y en el amor, en la misericordia y la caridad fraterna.
A los piuranos y tumbesinos el Señor nos quiere mucho pues en Octubre se nos regala en dos devociones: el “Señor Cautivo” y el “Señor de los Milagros”. Dos devociones del mismo y único Cristo a través de las cuales nos muestra su amor de predilección.
En Octubre vestimos su hábito morado, y ese vestido morado es símbolo de que debemos revestirnos de Él, porque Jesús es nuestro modelo, el camino, la verdad y la vida (ver Rom 15, 5; Flp 2, 5; Jn 14, 6). Al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “Él es el «hombre perfecto» que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento (en la encarnación y en su muerte en la cruz), nos ha dado un ejemplo que imitar (ver Jn 13, 15); con su oración atrae a la oración (ver Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones (ver Mt 5, 11-12). Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él”.[1] Esto es lo más hermoso que hay en la vida: ser cristiano. Que cuando concluya este mes de Octubre podamos decir con San Pablo: “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1, 21). “Más aún, sigo pensando que nada vale la pena en comparación con ese bien supremo que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él renuncié a todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3, 8).
De otro lado, es hermoso ver cómo en Octubre crece la fraternidad y la solidaridad. Los peregrinos caminan en grupos a Ayabaca acompañando su caminar con la música y compartiendo sus pocos víveres. Igualmente los devotos del Cristo Moreno se llaman “hermanos” entre sí.
Por eso le pedimos al Señor que nos haga testigos de su amor en la Iglesia y en el mundo. Para ello vivamos estos sencillos pasos que nos enseña el Papa Francisco que nos permitirán transformar nuestra sociedad haciendo que en ella resplandezca la ansiada “Civilización del Amor”.
Primero, identificar los rostros de la pobreza, que hoy tienen el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Segundo, amar sin excusas, porque el amor no las admite. El que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo, especialmente cuando se trata de amar a los pobres que hoy también son los migrantes que hay en Piura y Tumbes. Tercero, crear un verdadero encuentro con los hermanos necesitados, donde no sólo nos limitemos a dar sino sobre todo sepamos escuchar, acoger y compartir con ellos. Cuarto, romper el círculo de la soledad, como Jesús que iba siempre al encuentro de la gente, tendía la mano a los pobres y enfermos, a los abandonados y descartados, los miraba a los ojos y los abrazaba para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad.
Quinto, dejémonos evangelizar por los pobres, quienes en medio de su dolor y penuria tienen mucho que enseñarnos como su confianza en la Divina Providencia, su alegría y su capacidad de compartir. Y sexto y último, agrandar el corazón, amando hasta que duela porque si duele es buena señal, como decía Santa Teresa de Calcuta.
Que en este mes de Octubre se renueve nuestra fe y caridad pero también se fortalezca nuestra esperanza. Ante las circunstancias adversas que hay en nuestra vida personal, familiar y social, no caigamos nunca en el desánimo y el pesimismo. Las palabras de Jesús siguen siendo fuente inagotable de vitalidad para nosotros: “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
Que el Señor Jesús, en sus devociones del “Señor Cautivo de Ayabaca” y del “Señor de los Milagros”, nos proteja de todo mal, nos convierta en cristianos intachables y santos, nos haga portadores de su amor a los demás, y derrame en abundancia su gracia y bendición sobre todos los que le invocamos con fe y piedad.
Encomiendo a la Santísima Virgen María, la más fiel seguidora de su Hijo hasta la Cruz, los frutos de este mes que es para nosotros un tiempo “cuaresmal”. Que Ella, nos alcance de su Divino Hijo las gracias que necesitamos pero sobre todo la gracia de la conversión personal, la gracia de la santidad, la gracia de la renovación intensa de nuestra vida cristiana y del amor fraterno, y la gracia del testimonio valiente de nuestra fe católica en nuestra vida social.
Que Ella, junto con San Miguel, defiendan en estos momentos a la Iglesia de sus enemigos y de toda división. Para ello, y como nos ha pedido el Papa Francisco, recemos el Santo Rosario y que al terminarlo lo hagamos con la oración mariana del “Bajo tu Amparo” y la “Oración a San Miguel”.
Los bendice con afecto y pide sus oraciones para el Papa Francisco.
San Miguel de Piura, 07 de octubre de 2018.
Memoria de Nuestra Señora del Rosario
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 521.