Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN EL VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR 2024

VIERNES SANTO

“Jesús en la Cruz, es una llaga viva”

Hoy Viernes Santo, somos invitados a fijar nuestra mirada en el Crucificado, y adorar su Cruz. Por ello es bueno que reflexionemos cómo era la Cruz de Jesús, y cómo estaba en ella el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (ver Jn 1, 29).

Al respecto, el Padre Lagrange, sacerdote dominico, y fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, en su obra “La Vida de Jesucristo según el Evangelio”, nos dice:

“Los primeros cristianos sentían un sacro horror a colocar a Cristo en una cruz. Pues habían visto con sus propios ojos los pobres cuerpos completamente desnudos, ligados a un grosero tronco en forma de «T», con una barra transversal, con las manos clavadas en este patíbulo, con los pies fijados a su vez por clavos. Mientras el cuerpo se desplomaba bajo su propio peso, unos perros atraídos por el olor de la sangre devoraban los pies, los gavilanes volaban sobre aquel cuerpo sangriento, y el paciente, agotado por las torturas, ardiendo de sed, llamaba a la muerte con gritos desgarradores. Era el suplicio de los esclavos y bandidos. Era el mismo que sufrió Jesús”.[1]

El cuerpo de Jesús, colgado en la Cruz, después que el Señor inclinó la cabeza y entregó su espíritu al Padre (ver Lc 23, 46), era una llaga viva. El Salmo 22, que profetiza la Pasión del Señor, lo expresa claramente con palabras muy duras y fuertes: “Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo, todos los que me ven de Mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza” (Sal 22, 7-8). Y el profeta Isaías, dirá a su vez: “Despreciable, desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien retira el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta” (Is 53, 3). Jesús en la Cruz es una llaga viva y todo por amor a nosotros. Por amor a ti y a mí.

La dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Para que tomemos conciencia de cuánto nos amó el buen Jesús, es bueno que hagamos el recorrido de la Pasión para ver cómo tanto odio se ensañó contra Él, hasta convertir su sacrosanto cuerpo nacido de Santa María, la Virgen, en un miserable despojo humano, en una llaga viva. En primer lugar, consideremos la noche que pasó desde su captura, el Jueves Santo en Getsemaní, hasta que Pilato lo entregó a la muerte. Todo el proceso de la tortura del Señor empieza desde su prendimiento en el Huerto de los Olivos, con el beso traidor de Judas (ver Mt 26, 47-49). Desde allí es llevado de un lado a otro sin ninguna compasión. Primero a la casa de Anás, después a la de Caifás, de ahí a donde Pilato, de Pilato a Herodes, y de Herodes nuevamente a Pilato, con la angustia y la tensión existencial que ello le produciría a cualquiera, más aún si es llevado por la soldadesca que continuamente lo desprecia, hace burla de Él, y lo golpea inmisericordemente

Se pasó la noche sin dormir, sin tomar agua o alimento alguno, zarandeado y maltratado. Los Evangelios nos hablan de las bofetadas y puñetazos que recibió durante el interrogatorio al que lo sometió el sumo sacerdote Caifás (ver Jn 18, 22). Su cara terminó entumecida por los golpes. Así lo dice Isaías: “Se asombraron de Él muchos, pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre, ni su apariencia era humana” (Is 52, 14). Y cuando declaró la verdad, que era el Mesías, el Hijo de Dios vivo, un primer escupitajo dio en su rostro y luego muchos más (ver Mt 26, 67). Los criados le volvieron a abofetear, le golpeaban la cara a puñetazo limpio. De haber estado en su lugar, ¿quién de nosotros no se hubiera rebelado o hecho sentir su voz de protesta a la primera bofetada? Pero Él no. Lo soportó todo por amor a nosotros: “Fue oprimido, y Él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco Él abrió la boca.” (Is 53, 7). 

La Pasión hubiera podido limitarse a las bofetadas, puñetazos y escupitajos, que ya significaban una humillación tremenda. Pero no, el odio que le tienen los judíos clamaba por más crueldad. Quieren su muerte, y una muerte dolorosa y deshonrosa que acabe con Él y con su fama para siempre. Y es así como lo llevan a Pilato.

El gobernador romano sabe que el Sanedrín está consumido por la envidia hacia Jesús, pero tiene que andarse con cuidado con aquella gente que ya le ha hecho quedar mal ante el Emperador en una ocasión anterior. Y por ello busca librarse de la responsabilidad de juzgarlo mandando a Jesús ante Herodes, y después intentando soltarlo en lugar de Barrabás, que era un criminal (ver Mt 27, 15-26).

Pero su estrategia no le funciona. Herodes se lo devuelve, y la chusma pide al criminal en vez de al Rey de reyes. Entonces a Pilato se le ocurre una última alternativa: Reducir a Jesús a tal estado de bajeza y miseria que no pudiera haber nadie que osara dar la menor importancia a su reino de Verdad y de Amor. Ello suponía arrancarlo de la manada de lobos de los judíos, y entregarlo a la jauría de los soldados romanos. Pilato sabía perfectamente bien que los soldados cumplirían con su tarea, y que después de azotado y escarnecido, Jesús inspiraría tal compasión que nadie se opondría a su liberación (ver Jn 19, 1-5).  

Los soldados lo tomaron pues a su cargo, y se divirtieron a lo grande. Los látigos y azotes llevaban bolas de plomo, y la sucesión de los latigazos comienza a hacer que la sangre mane y se esparza por toda la espalda y el pecho de Jesús, envolviéndolo en un primer manto rojo natural, sobre el cual los soldados pondrán después otro de tela del mismo color que se pegará sobre su espalda y cuerpo, que ya está en carne viva.

No contento con ello le tensan una corona de espinas, que le ajustan dolorosamente con un torniquete (ver Jn 19, 2). Ningún dolor de cabeza, jaqueca o migraña que ser humano haya sufrido, podrá compararse al dolor que siente el Señor en sus sienes. Y entre sus manos atadas le ponen una caña y comienza la burla: “Viva el rey de los judíos”. A la tortura física, se añade la psicológica, y los puñetazos vuelven a caer despiadados sobre su rostro, que para este momento ya está desfigurado (ver Jn 19, 3).

Pero la estratagema de Pilato tampoco funcionó. La no apariencia humana del Señor Jesús, después de su flagelación, no suscitó la más mínima compasión. Bastó que Pilato lo presentara al populacho de Jerusalén para que, desconcertado, escuchara los gritos de odio: “Dice Pilato a los judíos: Aquí tenéis a vuestro Rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! Les dice Pilato: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Replicaron los sumos sacerdotes. No tenemos más rey que el César” (Jn 19, 14-15). Sin posibilidad alguna de salvarlo, Pilato, el pusilánime, se los entregó para que lo crucifiquen (ver Jn 19, 16-18). 

Luego le cargan el pesado madero sobre los hombros, lo cual no hace sino abrir aún más las heridas de su espalda. Por tres veces cae en el empedrado camino que conduce al Gólgota, ubicado fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén, y cada caída va haciendo que las heridas de sus rodillas se abran más y más. No hay piedad con Él. Cuando los soldados lo ven en el suelo se ensañan dándole más latigazos.

Finalmente, llegan al lugar del patíbulo, y he aquí el instante más atroz: Le arrancan la tela pegada a su cuerpo llagado; toscos clavos atraviesan sus manos y sus pies; sigue la elevación de la Cruz; su cuerpo se desploma y desgarra bajo su propio peso; la vergüenza de su pobre cuerpo completamente desnudo y a la vista de todos, especialmente de su Madre, Santa María; las burlas, los insultos, las provocaciones, y las tres horas de cruel agonía en donde apenas un poco de vinagre le dan para calmar su sed (ver Jn 19, 28-30).

El Señor Jesús, es una llaga viva.

El Señor Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios vivo y de María Santísima, el autor de la vida, el Rey de reyes, es en la Cruz un miserable despojo humano. Todo Él es una llaga viva. Y lo más impresionante es que, Jesús es una llaga viva, para que tú y yo podamos sanar la llaga que es nuestro corazón herido por el pecado.

Recuerdo que cuando era joven se solía cantar en las Misas una canción que me ayudó mucho en mi proceso de conversión. La canción se llamaba precisamente “Llaga”. Y en una de sus partes decía: “Llaga, llaga siempre abierta, lleno de vacío estoy. Llaga, soy todo una llaga, que tan sólo, al verte cicatrizará”.  

Todo Jesús es una llaga viva, para que la llaga terrible que el pecado produjo en nuestra vida se cierre y sane, y de esta manera podamos volver a la comunión con Dios, con nosotros mismos, con los demás, y con la creación toda, y para que no haya más pobreza, injusticias, divisiones, violencia, robos, asesinatos, terrorismo, guerras, abortos, eutanasias, pornografía, divorcios, drogadicción, trata de personas, corrupción, discriminación, y el abuso irracional de la creación.

¡María, perdónanos!

¡María, perdónanos! ¡Mira cómo te devolvemos a tu Hijo! Mira cómo lo han destrozado nuestros pecados. Aquel cuerpo que nació puro y hermoso de tu vientre virginal e inmaculado, te lo devolvemos sin apariencia humana.

Y además Madre nuestra, tu Inmaculado Corazón ha sido hoy, Viernes Santo, traspasado por la espada que te fuera profetizada por Simeón (ver Lc 2, 35). Y todo por nuestra culpa.  

Contemplemos hermanos al Señor Jesús clavado en la Cruz, convertido en una llaga viva. Contemplemos a María sufriendo con su Hijo al pie de la Cruz. Miremos nuestra obra. Y después de reconocer la magnitud del sufrimiento que le han causado sus verdugos y los pecados de los seres humanos de todos los tiempos, entre los cuales están tus pecados y los míos, es bueno que te preguntes: ¿Haré que su muerte sea estéril permaneciendo en mi actual vida de pecado? Después de ver su entrega total y radical por mi en la Cruz, ¿podré decirle que no puedo, que la santidad es demasiado para mí, y que me es imposible vencer mis vicios pecaminosos? ¿Podrán mis mezquindades y engreimientos más que su Amor? O finalmente cambiaré, me abriré a su Amor y cooperaré responsablemente con la gracia que Él me da para forjar mi santidad.

Hermano: Mira bien la Cruz, y en ella al Amor de tus amores. Los verdaderos cristianos, toman las grandes decisiones y resoluciones de sus vidas, a los pies del Señor crucificado.

San Miguel de Piura, 29 de marzo de 2024
Viernes Santo de la Pasión del Señor

[1] M.J. Lagrange O.P., La Vida de Jesucristo según el Evangelio, Ed. Edibesa pág. 501.

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