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“COMO NOS LO ENSEÑA JESÚS EUCARISTÍA, DEBEMOS PARTIRNOS Y COMPARTIRNOS CON LOS HERMANOS”

Mons. Guillermo Elías, y mar humano de fieles celebran la Solemnidad del Corpus Christi en Piura

04 de junio de 2024 (Oficina de Prensa).- Una vez más el pueblo piurano demostró su gran fe y amor a Jesús Eucaristía. Un mar humano de fieles se congregó en el atrio de la Basílica Catedral de nuestra ciudad, para participar con profundo fervor y devoción de la Santa Misa en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la misma que fue presidida por nuestro Administrador Apostólico Mons. Guillermo Elías Millares, y concelebrada por numerosos sacerdotes de nuestra Arquidiócesis.

Al culminar la Santa Misa, los miles de fieles participaron de la tradicional procesión del Corpus Christi, colmando la Av. Grau de nuestra ciudad, dando testimonio público de su fe en la presencia real del Señor Jesús en la Eucaristía. En medio de vivas y emotivos aplausos, fuegos artificiales, homenajes y una lluvia de papel picado, los fieles de las parroquias, los sacerdotes, religiosas, miembros de movimientos y hermandades, así como las autoridades de la Región se unieron como una sola comunidad de fe, y guiados por Mons. Guillermo acompañaron el recorrido procesional adorando la Hostia Santa con cánticos festivos, oraciones y muestras de recogimiento y agradecimiento.

Jesús Eucaristía a su paso en el carro eucarístico fue derramando su abundante bendición sobre las familias, niños y jóvenes, ancianos y enfermos mientras recorría las calles hermosamente adornadas con alfombras de flores especialmente preparadas para la ocasión. Finalizada la procesión, nuestro Administrador Apostólico impartió la bendición solemne con el Santísimo Sacramento a todos los presentes.

Recibimos a Jesús que nos ama, para así, amar a los demás

Durante su homilía Mons. Guillermo destacó: “«Esto es mi cuerpo», nos dijo el Señor. ¿Qué producen estas palabras de Jesús en la Eucaristía? Nos hacen asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse, de entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien. Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás, especialmente de los vulnerables, como Dios lo hace con nosotros. Esa es la lógica de la Eucaristía, recibimos a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades, para así poder amar a los demás, y ayudarles en sus fragilidades”.

Donarnos en el servicio

En otro momento, y reflexionando en el mensaje del Evangelio, recalcó: “El Evangelio de hoy nos habla de la última cena durante la cual el Señor realiza un gesto de entrega a través del pan partido y el cáliz ofrecido. Es Él mismo quien se entrega por toda la humanidad, y se ofrece por la vida del mundo, es decir, por la vida de cada uno de nosotros. En aquel gesto de Jesús, al partir el pan, hay un aspecto importante que el Evangelio subraya con las palabras: «Se dio». Esto quiere decir que Jesús se entregó en la culminación de su vida. Jesús no solo reparte pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte a sí mismo en la cena de la Pascua con los discípulos. De este modo, Jesús nos muestra que el objetivo de la vida es realmente donarse, que lo más grande es servir. Y hoy encontramos la grandeza de un Dios en un trozo de pan. Dios ha querido quedarse en una fragilidad que desborda de amor, y desborda de ganas de compartirse. Jesús se hace frágil, como el pan que se rompe y se hace migaja, pero precisamente allí radica su fuerza, en su fragilidad. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza, fuerza del Amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido. Fuerza del Amor que se parte y se divide para alimentar y dar vida. Fuerza del Amor que se fragmenta para reunir a todos y provocar la unidad de un pueblo que alaba al Señor. Se trata de la fuerza del Amor. Cuando recibimos la Eucaristía, Jesús que nos conoce y sabe que somos pecadores, no renuncia a unir su vida a la nuestra. Él sabe que lo necesitamos, porque la Eucaristía no es el premio de los santos, es el Pan de los pecadores en proceso de conversión”.

Cristo Eucaristía nos sana

Nuestro Administrador Apostólico subrayó también que: “Cada vez que recibimos el pan de vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades. Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos, nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias. Pero, sobre todo, nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos, y que no son solamente físicas, sino son fragilidades de actitudes, de valores, de comportamientos, etc. Es Cristo quien nos sana con su presencia, con su pan, con la Eucaristía. Yo no comulgo porque soy bueno, sino para serlo, para transformar mi vida”.

Partirse y compartirse

Monseñor Guillermo exhortó: “Queridos hermanos, la Eucaristía es una síntesis de la vida de Jesús. Las palabras y los gestos del Señor deben tocar nuestro corazón. Cada vez que celebremos la Eucaristía, recordemos, que en ella se revela nuestra identidad y nuestra misión, que es partirse y compartirse. Debemos recordar siempre que Jesús tomó el pan, lo partió y se lo dio a los discípulos. Por tanto, la comunión con Él nos hace capaces de convertirnos también en pan partido para los demás, capaces de compartir lo que somos y lo que tenemos. A esto estamos llamados, a ser personas que ya no viven para sí mismas, sino que son un don para los demás. De esta manera, gracias a la Eucaristía, nos convertimos en profetas y constructores de un mundo nuevo, superamos el egoísmo y nos abrimos al amor, cultivamos lazos de fraternidad, y compartimos los sufrimientos de nuestros hermanos, y compartimos nuestro pan y nuestros recursos con los más necesitados”.

Finalmente, nuestro Administrador Apostólico nos recordó que: “Nuestra Arquidiócesis es muy rica, dotada de diversos dones y carismas. Preguntémonos ¿Me gasto por los demás o me encierro en mi pequeño yo? Estamos invitados a ser, como el Papa Francisco nos insiste, una Iglesia en misión, Iglesia solidaria, Iglesia participativa. Como comunidad eclesial, venimos de una enorme riqueza pastoral, pero tenemos siempre que evaluar nuestra capacidad de entrega al prójimo. Para Dios, es gratificante nuestro intento de servir al prójimo desde nuestras carencias e imperfecciones, por ello debemos acompañar nuestras oraciones con una vida de acción, de una constante obra de misericordia hacia quienes más lo necesitan, y hablo de necesidades en sus diversas formas: afecto, tiempo, alimento, abrigo, justicia, verdad. Todos esos elementos requieren de la misericordia, que es la manifestación más luminosa de la verdad de Dios. Preguntémonos si somos realmente misericordiosos, y nos estamos convirtiendo en un verdadero instrumento de Dios aquí en Piura y Tumbes. Este año he querido invitarlos a que adoremos a Jesús Eucaristía, también en los hermanos que sufren, por eso todas las parroquias, congregaciones, hermandades, colegios, universidades y grupos de fieles vienen entregándose generosamente en llenar de solidaridad nuestra Arquidiócesis, donando alimentos para compartir, a través de Cáritas, nuestra alegría de ser hermanos en la vida. Seamos como el Señor, que se parte y se comparte”.

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