VI MEDITACIÓN DE JUNIO DEL SEÑOR ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA
“Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío”
Queridos hermanos y hermanas:
Mañana viernes celebraremos al Sagrado Corazón de Jesús, por eso en las vísperas de su hermosa fiesta, dedicamos la meditación de hoy a reflexionar en este insondable misterio de amor.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús de donde manó sangre y agua (ver Jn 19, 34), símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Por eso se puede decir que del Corazón de Cristo nació la Iglesia y se nos abrieron las puertas del Cielo, es decir las puertas de la salvación. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que en la adoración al Sagrado Corazón de Jesús adoramos al mismo Corazón de Dios.[1] Pero no será sino hasta el S. XVII en que esta devoción cobre un renovado impulso el cual permanece vigoroso hasta nuestros días. En efecto fue el mismo Señor Jesús quien se apareció el 16 de junio de 1675 a una humilde religiosa de clausura de la Orden de la Visitación, Santa Margarita María de Alacoque, en el monasterio de Paray-le-Monial, Francia, para pedirle que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su Sacratísimo Corazón.
En esa aparición, el Señor le mostró su Corazón, el cual estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su Corazón, salía una cruz. Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este Sacramento de Amor”. Con estas palabras, el mismo Señor Jesús nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón.
La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón herido y coronado de espinas. Dos, pues, son los actos esenciales de esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama, lo cual nos mueve a devolverle amor por amor[2]; reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe, sobre todo en la Sagrada Eucaristía. A este respecto Jesús le dirá a Santa Margarita: “Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus (que hoy corresponde al segundo viernes después de Pentecostés) se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por Él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares”. Este deseo del Corazón de Jesús se irá concretando por etapas: primero el Papa Clemente XIII concederá, el 6 de febrero de 1765, la celebración litúrgica del Sagrado Corazón a los obispos de Polonia y a la Archicofradía Romana del Sagrado Corazón de Jesús, y posteriormente, el 23 de agosto de 1856, el Beato Papa Pío IX acogiendo las súplicas de los obispos de Francia, y de casi todo el mundo católico, extendió a toda la Iglesia la fiesta del Sagrado Corazón.[3]
La teología y espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús es vasta, por eso en esta meditación deberemos ceñirnos a reflexionar en lo esencial de la misma. En primer lugar debemos decir que el Corazón de Jesús es el Amor: “Su Corazón, más que ningún otro miembro de su Cuerpo, es un signo o símbolo natural de su inmensa caridad hacia el género humano”.[4] Será el mismo Señor, quien nos manifieste el misterio del Amor de su Corazón cuando en el Cenáculo, en su último diálogo con los Apóstoles, les diga: “Como el Padre me ha amado, así también los he amado yo a ustedes” (Jn 15, 9). Todos sabemos que el “corazón” simboliza al amor, por eso cuando Jesús nos dice: “Los he amado”, el Señor nos está hablando de su Corazón, del cual brota su Amor por todos y cada uno de nosotros. Pero además Jesús nos dice: “Como el Padre me ha amado a Mí, así los he amado yo a ustedes”. De esta manera Jesús revela el origen del amor que Él nos tiene y que no es otro sino su Padre celestial.
Es decir, entre el Padre y nosotros, está el Corazón del Dios-Hombre, está el Corazón de Jesús, como un canal o cauce que hace fluir el amor del Padre hacia nuestras vidas. La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús debe ayudarnos a fijar la mirada es este Corazón, para que gocemos de su amor. Mediante el Sagrado Corazón de Jesús obtenemos el Amor del Padre y la acción del Espíritu Santo. Precisamente, llevado por el Espíritu Divino, Jesús llegó a amarnos hasta el extremo de la Cruz (ver Jn 13, 1), y para que no quedara la más mínima duda de cuánto nos amó, el Señor dejó que su costado fuera traspasado para que pudiéramos ver su Corazón. El Corazón traspasado por la lanza del Centurión es el signo de la consumación del Amor de Cristo hacia los hombres, es el signo de su Corazón que se abre a todos los corazones que le buscan necesitados de su misericordia (ver Jn 19, 34-35).
Otro rasgo esencial de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es el amor fraterno. Adorar al Corazón de Cristo debe llevarnos a vivir el mandamiento nuevo del amor: “Esto les mando: Que se amen unos a otros” (Jn 15, 17). Es a través del amor fraterno y de las obras concretas de amor como demostramos que nuestra devoción a su Sacratísimo Corazón es auténtica, que el amor de su Divino Corazón realmente vive en nosotros.
El Corazón de Jesús debe estar muy dolido en estos tiempos de pandemia en que vemos que hay mucha indiferencia y egoísmo frente al sufrimiento de nuestros enfermos y sus familias; que los actos de corrupción no cesan por parte de aquellos que tienen el deber de asistir a los más vulnerables; que la usura y el acaparamiento de cosas tan esenciales hoy en día para sobrevivir como son las medicinas y el oxígeno, no sólo escasean sino que se venden a precios abusivos y de chantaje; que hay mucha insensibilidad frente a las personas que pasan hambre y han perdido sus trabajos. Con cuánta razón el Sagrado Corazón de Jesús le dijo a Santa Margarita María Alacoque: “Mis enemigos me pusieron en la cabeza una corona de espinas, pero mis amigos me la han puesto en el Corazón”. Si verdaderamente deseamos honrar y adorar al Sagrado Corazón tenemos que vivir la caridad hacia los hermanos: “En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros” (Jn 13, 35).
Queridos hermanos: el hombre sólo se hace hombre a través de su corazón, la parte más noble de la naturaleza humana, y el corazón sólo es corazón auténtico, es decir de carne y no de piedra, cuando ama a Dios y al prójimo según la profecía de Ezequiel: “Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas” (Ez 36, 26-27).
Un tercer rasgo esencial de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es la evangelización, pero ésta sólo crece cuando en el corazón del hombre crece el hambre de Dios, es decir el hambre del corazón humano por el amor del Corazón de Jesús. En medio del dolor y la prueba que vivimos, algo bueno ha surgido: la consciencia en muchos de que el don de la vida es algo muy frágil, que el ser humano no es señor de ella, que la realidad de la muerte es una certeza y una posibilidad cercana para cualquiera de nosotros, que los bienes de este mundo son perecederos y que así como comienzan terminan, y que por tanto ellos no son portadores ni de la felicidad ni de vida perdurable, y por ende es absurdo poner el sentido de nuestra existencia en lo que no dura como el dinero, el poder o el placer impuro. Durante este tiempo de pandemia, en muchos ha crecido la consciencia de que el hambre que tiene el corazón humano es hambre de infinito, es nostalgia de Dios, y que el Corazón de Jesús está precisamente ahí para saciar esa hambre y sed que de Dios tiene nuestro corazón. Sólo Él es capaz de saciar la sed más profunda del corazón del hombre.
Quisiera concluir esta meditación con dos ideas finales que son esenciales a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: la Reparación y la Eucaristía, recordando que mañana junto con esta solemnidad celebraremos la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes.
En cuanto a la Reparación, debemos decir que en el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús tiene una parte principal el espíritu de expiación y reparación. El Beato Papa Pío IX dice al respecto: “Cuando Jesucristo se aparece a Santa Margarita María, predicándole la infinitud de su caridad, juntamente, como apenado, se queja de tantas injurias como recibe de los hombres por estas palabras que habían de grabarse en las almas piadosas de manera que jamás se olvidarán: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado, y que en pago a su amor infinito no halla gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor». Para reparar estas y otras culpas recomendó entre otras cosas que los hombres comulgaran con ánimo de expiar, que es lo que llaman Comunión Reparadora, y las súplicas y preces durante una hora, que propiamente se llama la Hora Santa; ejercicios de piedad que la Iglesia no sólo aprobó, sino que enriqueció con copiosos favores espirituales. Mas ¿cómo podrán estos actos de reparación consolar a Cristo, que dichosamente reina en los cielos? Respondemos con palabras de San Agustín: «Dame un corazón que ame y sentirá lo que digo»”.[5]
En cuanto a la Eucaristía, este Sacramento fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús. En la Eucaristía, como en la Cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor. “En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros”.[6] Es oportuno señalar al respecto que en los milagros eucarísticos donde la Hostia santa se ha convertido en carne y ha manado sangre profusamente, como es el caso del milagro eucarístico de Lanciano del S. VIII, la carne es verdadera carne y la sangre es verdadera sangre. La carne pertenece al tejido muscular del corazón (miocardio, endocardio y nervio vago); la carne y la sangre son del mismo tipo AB y pertenecen a la especie humana, y es el mismo tipo de sangre encontrado en la Sábana Santa de Turín. Por tanto, podemos afirmar literalmente que la Eucaristía es el Corazón de Jesús y que el “Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14).
Mañana solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. Como decía San Juan María Vianney: “El sacerdocio es el amor del Corazón de Cristo”.
Los Sacerdotes para servir a la Iglesia y al mundo, necesitan ser santos, y esto sólo se alcanza cuando viven su ser sacerdotal y su ministerio en el Corazón de Jesús. Recemos mañana al Sagrado Corazón para que cuide a nuestros sacerdotes, para que sean santos y fieles, y sirvan a la Iglesia como Ella quiere y debe ser servida.
Que mañana y siempre todos juntos podamos cantar y rezar alegres:
¡Reine Jesús por siempre, Reine su Corazón!
En nuestra Patria, en nuestro suelo
que es de María la Nación.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!
San Miguel de Piura, 18 de junio de 2020
[1] S.S. Pío XII, Encíclica Hauretis Aquas, sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús n. 6.
[2] Ver S.S. León XII, Encíclica Annum Sacrum: AL 19 (1900) 76.
[3] Ver S.S. Pío XII, Encíclica Hauretis Aquas, sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús n. 27.
[4] S.S. Pío XII, Encíclica Hauretis Aquas, sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús n. 6.
[5] Beato Pío IX, Encíclica Miserentissimus Redemptor, n. 9-10.
[6] R.P. Antonio Rivero, en el artículo “La Eucaristía y el Sagrado Corazón”.
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