ESTAR JUNTO A JESÚS EN EL AMOR, LA ENTREGA Y EL SERVICIO
Monseñor Guillermo Elías preside Santa Misa de Domingo de Resurrección en Castilla
20 de abril de 2025 (Oficina de Prensa). – Siguiendo con su intensa agenda de actividades por Semana Santa, a las 07:00 am., una multitud de fieles castellanos se reunieron para participar de la Santa Misa de Domingo de Resurección, en la Parroquia “Nuestra Señora del Tránsito”. A los fieles de este querido Distrito, nuestro Pastor, Monseñor Guillermo Elías Millares, les pidió que intensifiquen su oración por nuestro querido Perú y le pidió al Señor Resucitado que nos ayude a vencer el pesimismo, la tristeza, y la desesperanza, así como todos los problemas personales, familiares y comunitarios que podamos estar viviendo. Y nos permita llenar nuestros corazones de alegría, esperanza y consuelo.
Durante su homilía, nuestro Pastor dijo: Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace más de dos mil años desde Jerusalén: «Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado». Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las tinieblas, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado. Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. ¡La tumba de Jesús está abierta y vacía! Aquí es donde todo comienza”.
En otro momento y reflexionando en el Mensaje del Evangelio, nuestro Pastor destacó que: «En el texto de este domingo no hay ninguna presencia ni palabra del Resucitado. Se nos cuenta simplemente el hecho del sepulcro vacío. María Magdalena es la primera que lo ve así e interpreta el hecho como que alguien «se ha llevado del sepulcro al Señor»: no piensa en la resurrección. Luego va de prisa y avisa a Pedro y Juan, que también ven el sepulcro vacío, los lienzos en el suelo y el sudario plegado en el suelo. De entrada, Pedro y Juan tampoco piensan en resurrección hasta que, en un segundo momento, Juan «vio y creyó». Recuerda el discípulo que «según la Escritura, Jesús debía resucitar de entre los muertos»».
Monseñor Guillermo, dijo además que: “También a nosotros, en nuestro tiempo, nos parece que se han llevado al Señor… no sabemos quién ni a qué lugar. Vemos un mundo vacío de la presencia de Dios y también como a María Magdalena, a Pedro o al mismo Juan en un primer momento nos falta la fe de creer que Jesús vive. ¿Cómo es posible creer que Jesús vive en este mundo tan vacío de su presencia física? Pero Jesús vive: así lo dice la Escritura y el testimonio de los apóstoles. Es el centro de nuestra fe. Pero ¿dónde vive? ¿cómo encontrarle? A esas preguntas responderán las siguientes escenas del relato evangélico que iremos meditando los domingos próximos. Pero antes de llegar a eso quiero fijarme y proponer que nos fijemos en quién es el que ve y cree, quién es ese Juan que ve y cree. De él quiero señalar dos rasgos: es ese discípulo que en la última cena «estaba a la mesa al lado de Jesús» (Juan 13, 23) y ese mismo discípulo es el que «está junto a la cruz de Jesús» junto a la madre de Jesús (Juan 19, 25-26). Juan es el que «está junto a Jesús» en dos momentos clave: el momento de la entrega y el servicio y el momento de la cruz”.
“«Estar junto a Jesús» es la clave para ver y creer. Estar junto a Jesús en el amor, la entrega y el servicio. No es cuestión de teorías o de iluminaciones, sino de modo de estar en la vida. Cuando estamos en la vida al modo de Jesús somos capaces de descubrir su presencia resucitada y resucitadora en tantas personas y en tantos lugares de este mundo que nuestra fe se fortalece, nuestra esperanza nos conforta y nuestra caridad se hace generosa y gratuita”, afirmó nuestro Administrador Apostólico.
Finalmente Mons. Guillermo acotó que: “Por ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, el que ninguno de nosotros sino sólo Dios ha podido abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad, el camino que en este Jubileo 2025, debemos mantener encendida la llama de la Esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y perspectiva en la fe. ¡Así sea!”.