HOMILÍA DEL ARZOBISPO DE PIURA CON OCASIÓN DEL 202° ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
26 de julio de 2023 (Oficina de Prensa). – La mañana de hoy, en medio de un clima de profundo fervor, y con ocasión de celebrarse el 202° Aniversario de la Independencia del Perú, los fieles piuranos participaron de la Santa Misa y Te Deum en la Basílica Catedral de nuestra ciudad, donde ofrecieron sus plegarias y súplicas por el país. La celebración eucarística estuvo presidida por nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., y fue concelebrada por el R.P. José Sandoval Purizaca, Párroco de la Parroquia San Miguel Arcángel, el R.P. Junior Chávez Roa, Vicario Parroquial, así como por el R.P. Wilfredo Gonza Calderón y el R.P. Felizardo Arrascue Vega, Capellanes del Ejército y de la Fuerza Aérea respectivamente, en nuestra Arquidiócesis. También se contó con la asistencia de las más altas autoridades políticas, civiles, militares, diplomáticas y universitarias de la Región, presididas por el Dr. Luis Ernesto Neyra León, Gobernador Regional de Piura y el General de División EP Marcos Alberto Rodríguez Monge, Comandante General de la Primera División de Ejército y Comandante del Comando Operacional del Norte, así como de los miembros de las Asociaciones Cívico Patrióticas de nuestra ciudad.
Al finalizar la Santa Misa con gran júbilo y expresando gran amor por el Perú, todos los presentes entonaron a viva voz el Himno Te Deum y las sagradas notas de nuestro Himno Nacional, acompañados por la Banda de Músicos de la Fuerza Aérea del Perú.
A continuación, les ofrecemos el texto completo de la Homilía que pronunció hoy nuestro Arzobispo en esta importante ocasión:
HOMILÍA
CON OCASIÓN DEL 202ºANIVERSARIO
DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
Nos hemos congregado en la Basílica Catedral de Piura, para dar gracias a Dios por el don de la Independencia de nuestra querida Patria, en su ducentésimo segundo aniversario. Lo hacemos también para implorar a Dios, Uno y Trino, Señor de la Historia, que haga descender sobre ella, y sobre todos los peruanos, su copiosa bendición. Continuamos así una antigua tradición inaugurada por el Libertador, don José de San Martín, quien después de proclamar la Independencia, pidió al entonces Arzobispo de Lima, Monseñor Bartolomé de las Heras, agradecer a Dios el don de la libertad con la celebración de una Misa solemne, seguida del canto del “Te Deum”.
Hoy, hacemos memoria del camino recorrido en 202 años de Independencia, con el deseo de abrirle a nuestra amada Patria la senda de un futuro de gloria, porque sólo desde la memoria, se pueden descubrir la acción de Dios y de su gracia salvadora en nuestra historia, y vislumbrar los nuevos caminos que hay por delante, y así recomenzar, inspirarse, fortalecerse, y proyectarse con confianza al futuro.
Es la hora de fomentar la paz y la reconciliación
A comienzos de este año, hemos sido testigos de deplorables hechos de violencia, principalmente acaecidos en el sur del Perú, que trajeron como dolorosa consecuencia la innecesaria y absurda muerte de más de 60 compatriotas entre civiles, militares y policías, enlutando, en su gran mayoría, a hogares muy humildes. A ello se sumó la irracional destrucción de muchos bienes públicos y privados, lo cual hunde al país, en un mayor atraso y pobreza. Con ocasión de este nuevo aniversario de nuestra Independencia, queremos señalar que se hace imperioso superar en el Perú la dinámica del odio, alentada por los enemigos de la Patria, presentes, sobre todo, en el terrorismo, el narcotráfico, la minería ilegal, y el contrabando. Se hace urgente desterrar la violencia, que a nada conduce, porque la violencia es la madre de todas las pobrezas, tanto de la material, como de la espiritual, y es una gran depredadora de vidas y almas. Es hora, más bien, de fomentar la paz y la reconciliación (ver Rom 14, 19), porque todos somos peruanos, todos somos hermanos, y habitamos esta hermosa tierra que llamamos Perú.
El Perú, es una sola cultura con diversidad de expresiones
Algunos peruanos equivocados, en complicidad con foros, grupos, y organizaciones internacionales, que agrupan a partidos y líderes de la izquierda radical, los cuales promueven discursos de odio y polarización, vienen afirmando que el Perú es un mosaico de culturas o guetos incomunicados entre sí, conectados sólo por una relación de conflicto y opresión, pretendiendo con ello redefinir al Perú como un país multicultural.
Si ello fuera así, el Perú no sería más que la suma, sin unidad alguna, de más de un proceso histórico, con más de una tradición, con más de una identidad, y cuyos habitantes solamente compartirían de manera fortuita un mismo territorio. Es decir, el Perú carecería de unidad y estaría sumergido en un relativismo social absoluto. Más aún, careceríamos de identidad nacional. Por el contrario, el Perú es una sola cultura, forjada al calor del anuncio del Evangelio, con diversidad de expresiones, según los lugares, las idiosincrasias, y las particularidades históricas. Pretender desconocer esto, podría llevar al Perú por el peligroso camino de la anarquía y la secesión. Como bien enseña el ilustre historiador, don José Agustín de la Puente y Candamo, “las peculiaridades de su historia (la del Perú), han creado ambientes con manifestaciones muy peculiares de cultura, como sucede con todas las naciones antiguas en la historia; mas, esas maneras diversas de vivir lo peruano, no indican que estén fuera del país, sino que viven lo nuestro de manera peculiar”.[1]
La peruanidad: síntesis viviente forjada por el espíritu católico
En la base del mestizaje entre las herencias india, africana e hispana, estuvo el cristianismo católico. Por ello podemos decir que, la “peruanidad”, que es ese sentimiento de identidad que vincula a los pueblos y a los habitantes del Perú, basado en el afecto hacia sus tradiciones y en la fe a su destino, es una “síntesis viviente verdadera”, forjada por el espíritu católico, ciertamente no concluida, que debe afirmarse, completarse y superarse.
La Iglesia ha contribuido decididamente a la formación histórica, cultural y moral del Perú, así como a su conciencia nacional. Así lo describe con estas bellas palabras e imágenes, el maestro Víctor Andrés Belaúnde: “Sabemos todos cuándo los peruanos se aman: junto a la bandera y al pie del altar. Se aman cuando se cierne una amenaza al territorio nacional, y cuando evocamos la memoria de sus héroes…Se aman en el templo que los cobija y los protege como en su propio hogar, que recoge en el bautismo sus primeros gemidos, que bendice su alegría nupcial, y que los recibe con ternura maternal después de la muerte”.[2]
Con lo dicho, no queremos ciertamente ignorar los grandes problemas nacionales que nos afligen, y que actúan como factores negativos y desintegradores de la “peruanidad”, como son entre otros el racismo, la exclusión de la población indígena, las deficiencias de la educación pública, la mala prestación de los servicios de salud, la fragilidad de nuestras instituciones democráticas, la utilización de la democracia por quienes no creen en ella sino solamente en su ideología o en sus intereses personales o de grupo, la falta de justicia, el aún asfixiante centralismo, la frivolidad y egoísmo de algunos grupos sociales, la corrupción, la inmoralidad pública y privada, el terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia, el crimen organizado, hoy en día con influencia internacional en su organización y en sus manifestaciones, como por ejemplo el sicariato, la violencia que sufren los más débiles de la sociedad, especialmente las mujeres y los niños, la pobreza, el desempleo, y la informalidad en la que aún viven muchos peruanos.
Estos problemas merecen nuestra urgente atención, porque todos en nuestro corazón, ¡Queremos Patria! Por ello hermanos, ¡Hagamos Patria que aún estamos a tiempo![3]
Que el radiante ejemplo de nuestros santos, próceres y héroes nos impulse hoy al compromiso de trabajar por el Perú. Comprometámonos todos con honradez absoluta, rectitud de conciencia, claridad de ideas, con espíritu solidario, y con obras eficaces, a construir el Perú que todos anhelamos, donde reinen la Bienaventuranzas del Reino (ver Mt 5, 1-12), y así brille por fin la Civilización del Amor y de la Misericordia.
Piura se merece respeto y consideración, y no olvido y postergación
Pero este aniversario Patrio, también nos obliga a examinar la situación de nuestra querida Piura. Últimamente hemos estado muy probados, primero con la pandemia del Covid-19, después con las lluvias e inundaciones causadas por el ciclón “Yaku” y el Fenómeno del Niño Costero 2023, posteriormente con la epidemia del dengue, la peor en los últimos 23 años, y ahora con la aparición de un preocupante número de casos del síndrome de “Guillain Barré”. Todo ello ha desnudado una vez más la gran vulnerabilidad de nuestra Región en todas sus áreas, lo cual nos preocupa considerablemente frente al Fenómeno del Niño Global que ya se encuentra en formación, el cual podría tener consecuencias devastadoras para nuestra ya golpeada, maltrecha, y sufrida Región, donde sus habitantes vivimos desde hace varios años, en un stress psicológico permanente, el cual no valoramos lo suficiente.
Es indignante y vergonzoso que el Gobierno Central no haya aceptado, el pedido de nuestras autoridades, de 1,200 millones de soles, para las obras de prevención y mitigación que Piura requiere con urgencia, porque se trata de proteger a toda una Región y no a una porción de ella. Piura tiene la mayor población después de Lima, con más de dos millones de habitantes que, además, se encuentra entre las cinco primeras regiones aportantes al Producto Bruto Interno Nacional (PBI), con una producción anual de más de 20,000 millones de soles.
Desde aquí le decimos al Gobierno Nacional que Piura se merece respeto y consideración, y no olvido y postergación. Todos los piuranos sin excepción, debemos estar unidos, para exigir con firmeza, pero siempre con paz, respeto a los derechos humanos de todos los piuranos, especialmente de los más pobres y vulnerables, los cuales se violan gravemente, cuando se mezquinan los presupuestos necesarios para las obras de prevención y desarrollo.
Me pregunto, además: ¿Y cuándo nos visitará la Presidente de la República, o el Primer Ministro para definir las acciones que necesita Piura, y no tomar decisiones desde la comodidad de Palacio de Gobierno o la Presidencia del Consejo de Ministros? Las obras de prevención para proteger a Piura ante el Fenómeno del Niño, ¿concluirán en el mes de diciembre como ha ofrecido el Ministro de Defensa? ¿Se limpiarán y descolmatarán a tiempo los ríos y quebradas? ¿Se logrará ampliar los canales y reforzar las defensas ribereñas? Y el tratamiento de las cuencas ciegas, ¿será una realidad? ¿Se garantizarán los servicios de electricidad y agua potable para la población durante la eventual emergencia?
O, tendremos que resignarnos a lo declarado por la Ministra de Vivienda, quien con poca sensibilidad frente a lo sufrido recientemente por miles de damnificados, nos dijo no hace mucho a los piuranos que, si llueve, nos vamos a inundar irremediablemente.
También me pregunto: ¿Dónde está el Ministro de Salud? ¿Nuestra infraestructura sanitaria será reforzada con más camas y hospitales de campaña? O, volveremos a ver colapsados nuestros centros de salud y hospitales, y desabastecidas sus farmacias de medicinas para tratar las enfermedades producidas por las lluvias e inundaciones, como son entre otras, las infecciones respiratorias y diarreicas agudas, y el temible dengue, que podría incrementarse hasta en un 15% más con respecto al que hemos padecido este año, si no se toman desde ya las medidas de acción necesarias.
¿Se traerá de manera oportuna a Piura, mayor personal sanitario para reforzar nuestra red de salud? O, tendremos que ver con impotencia cómo nuestros médicos y enfermeras trabajan hasta el agotamiento, y se enferman sin contar con reemplazos, y cómo nuestros niños, jóvenes, adultos y ancianos mueren. No olvidemos la aterradora cifra oficial de muertos por la epidemia del dengue de este año: 127 piuranos fallecidos hasta el momento. Piura tiene, hoy por hoy, el peor escenario de dengue a nivel nacional.
Asimismo, me pregunto: ¿Cuándo se enfrentará de manera seria y responsable el problema de la anemia infantil en nuestra Región, que afecta alrededor del 40% de los niños piuranos de 6 a 35 meses?
No olvidemos que, de no tratarse esta enfermedad a tiempo, puede comprometerse seriamente el coeficiente intelectual de una persona, condenándola de por vida a un bajo desarrollo cognitivo, es decir, su inteligencia se verá irremediablemente afectada para siempre, comprometiendo con ello también el futuro del país, porque nuestros niños son el futuro del Perú. Igualmente, mantengámonos alertas frente al proyecto del Hospital de Alta Complejidad y al fiel cumplimiento de su cronograma de ejecución. No permitamos que nada ni nadie, trunque este largo anhelo que en justicia se merece Piura, Región que no cuenta con ningún hospital de este nivel, siendo la segunda más poblada del país. Asimismo, pensemos desde ya en el futuro de Piura, porque no se trata tan solo de ejecutar obras de prevención y mitigación cada vez que nos amenaza un Fenómeno del Niño, sino de defender y promover aquellos proyectos y obras que nos son absolutamente necesarias, en las áreas de infraestructura, salud, educación, vivienda, saneamiento, transportes, comunicaciones, y seguridad ciudadana, para que de esta manera Piura tenga desarrollo, seguridad, y tranquilidad sostenida en el tiempo.
Igualmente, los animo a sumarse a una cruzada de oración para que el “Señor de Cielo y Tierra”, nos conceda buen tiempo, y aleje de nosotros todo peligro y mal. Oración que debemos elevar sin desfallecer (ver Lc 18, 1), y apoyados en la intercesión de Nuestra Señora de las Mercedes, nuestra querida “Mechita”, Aquella a quien Jesús nada le niega (ver Jn 2, 1-11). Que Ella nos cuide y guíe en nuestro camino. Pidamos especialmente para que no se produzca una tragedia similar a las vividas en ocasiones anteriores, como en los años 1982-1983 y 1997-1998.
Que nuestra esperanza no vacile
Queridos hermanos: A pesar de los grandes problemas y desafíos que tenemos por delante, que nuestra esperanza no vacile, ni perdamos la alegría de vivir. El Perú y Piura son más grandes que sus problemas, y a pesar de todo, siempre existe la posibilidad de realizar o concretar nuestros sueños.
Como bien sostenía el maestro Jorge Basadre Grohmann, si bien el Perú es problema, también es posibilidad. Por eso, aniversarios como el de nuestra Independencia Nacional, nos deben llevar no sólo a ver lo que el Perú ha sido y es, sino también lo que nuestra Patria puede y debe llegar a ser, gracias a nuestro compromiso y esfuerzo conjunto. Además, el Señor Jesús jamás nos abandona. Su amor es siempre fiel y constante en nuestra vida e historia. Miremos al Perú y a Piura con amor, porque sólo el amor y el esfuerzo personal constructivo, pueden llegar al fondo de los problemas, y construir el Perú y la Piura justos y reconciliados que todos queremos. Dejemos de lado nuestro egoísmo personal, y nuestros intereses de grupo y de partido, y pongamos al Perú y a Piura primero, buscando cada cual el bien de los demás (ver Flp 2, 4). Asumamos nuestras responsabilidades con madurez y seriedad. La Patria no es pedestal, sino altar, donde todos estamos llamados a entregar y sacrificar lo mejor de nosotros para hacerla grande, y para contribuir así al bien común, “que es el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”.[4]
Queridos hermanos y hermanas: En esta celebración de nuestra Independencia, pido a Dios, nuestro Padre y Señor, que bendiga a nuestra Patria, y que nos bendiga a todos nosotros aquí en Piura.
Que así sea. Amén.
San Miguel de Piura, 26 de julio de 2023
Misa por el 202° Aniversario de la Independencia del Perú
[1] Link Web (Aporte José Agustín de la Puente – Congreso)
[2] Víctor Andrés Belaúnde, Parágrafos del discurso pronunciado en el Congreso Eucarístico de Trujillo, 1943.
[3] Ver Víctor Andrés Belaúnde, Meditaciones Peruanas. Lima, Edición de la Comisión Nacional del Centenario, 1987, pág. 130.
[4] Constitución Pastoral, Gaudium et spes, n.26.
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