HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA EN LA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR 2023
Fiesta de la Transfiguración del Señor Jesús
Jornada Mundial de la Juventud – Lisboa 2023
Cada año, en el segundo domingo de Cuaresma, celebramos el misterio de la Transfiguración del Señor. Este misterio fue un acontecimiento tan trascendental en la vida de Jesús, que dejó una huella muy profunda en los tres apóstoles que fueron testigos presenciales del mismo. Me refiero a Pedro, a Santiago, y al joven Juan, el discípulo a quien Jesús tanto quería (ver Jn 13, 23). Los tres Evangelios sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, lo recogen con lujo de detalles, así como también la segunda carta de San Pedro (ver Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36; 2 Pe 1, 16-19).
La Fiesta de la Transfiguración
Pero la Transfiguración del Señor, tiene también su propia fiesta en el calendario del Año Litúrgico. Se celebra el día 6 de agosto y, cuando este día coincide con el Domingo, como ocurre este año, esta Fiesta prevalece, por tratarse de una Fiesta del Señor.
El Evangelio nos dice que, “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto” (Mt 17, 1). El Evangelio no menciona el nombre del monte, pero la tradición lo ha identificado con el “Tabor”, montaña que se encuentra ubicada a unos 10 kilómetros al sureste de Nazaret.
El monte no es muy alto (apenas 600 metros de altura), pero debido a que está aislado, y a que sus laderas tienen bastante pendiente, ofrece un aspecto imponente. Desde su cumbre, es bella la vista sobre la llanura que se extiende a su alrededor. El “Tabor”, se ofrecía entonces, como un lugar ideal para que Jesús fuera allí a rezar, es decir, para encontrarse con su Padre Dios, como era su costumbre (ver Lc 6, 12).
Dada la identificación del “Tabor”, con el lugar donde nuestro Señor Jesucristo se transfiguró delante de sus tres Apóstoles más cercanos, muy pronto, desde los inicios de la era cristiana, comenzó a ser un lugar de peregrinaciones por parte de los fieles cristianos. La fiesta de la Transfiguración se celebra todos los años el 6 de agosto, porque ese día fue el día de la dedicación o consagración del templo definitivo que conmemora este misterio de la vida Cristo. Si bien al principio la fiesta sólo se celebraba en Palestina, pronto se extendió a las Iglesias orientales, y más tarde a la Iglesia occidental, siendo establecida en occidente el año 1457, por decisión del Papa Calixto III.
La Transfiguración: Una Teofanía de la Trinidad
El relato de la Transfiguración según San Lucas (ver Lc 9, 28-36), nos dice que mientras Jesús oraba, “el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante” (Lc 9, 29). Es decir, el Señor les hizo experimentar por un instante, a Pedro, a Santiago y a Juan, su divinidad a través de su humanidad; les hizo experimentar la gloria del Hijo de Dios.
Ante ello, Pedro exclama: “¡Señor, bueno es estarnos aquí!” (Mt 17, 4), y cuando todavía estaba hablando, una nube luminosa los cubrió con su sombra, y de la nube salió la voz del Padre que desde el Cielo testifica con claridad: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle” (Mt 17, 5).
Claramente estamos frente a una “teofanía” (del griego antiguo Θεοφάνεια theos -Dios- y faino -manifestación-), es decir, frente a una manifestación de las Tres Personas Divinas: El Hijo en Jesucristo, manifestando su gloria divina; el Padre en la voz que resuena y da testimonio de que su Verbo habita entre nosotros exhortándonos a la obediencia de la fe para con Él (“Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle” Mt 17, 5); y el Espíritu Santo envolviendo todo el ambiente en forma de una nube (ver Mt 17, 5). Es tal la teofanía, es decir, la manifestación divina, que el Evangelio nos dice que, “los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo” (Mt 17, 6), ante lo cual, el Señor Jesús, lleno de solicitud, amistad y ternura, “acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo” (Mt 17, 7-8). Así es de bueno también el Señor con nosotros, animándonos a nunca tener miedo de Él, así como de los desafíos y problemas de la vida.
“¡Señor, bueno es estarnos aquí!”
De las muchas enseñanzas sobre las cuales podríamos reflexionar en torno al misterio de la Transfiguración del Señor, quisiera enfocarme, en esta ocasión, en la exclamación de Pedro al contemplar la gloria divina de su Maestro: “¡Señor, bueno es estarnos aquí!” (Mt 17, 4).
Podemos deducir que, si Pedro se entusiasma tanto, y se llena de gozo experimentando apenas por un instante un rayo de la divinidad de Cristo en el “Tabor”, ¡Cómo será nuestra alegría de plena y total cuando veamos al Señor cara a cara en el Cielo! (ver 1 Cor 13, 12). La experiencia de la Transfiguración llevará a San Juan a decirnos en su primera carta: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2).
Todos hemos tenido, en mayor o menor medida, una experiencia como la de Pedro, sea cuando hemos experimentado lo bien que nos hemos sentido en la celebración de la Santa Misa, o cuando hemos adorado al Santísimo Sacramento, o rezado a solas o en comunidad, o cuando hemos asistido con caridad a Cristo en el pobre, o rezado delante de la Virgen María implorando su maternal intercesión. Todos hemos dicho alguna vez, aunque sea interiormente: ¡Qué bien me siento aquí! ¡Qué paz que encuentro en este lugar! ¡Qué felicidad la que experimento! Con lo cual podemos concluir que, el gozo que experimentamos aquí en la tierra con Jesús, la Virgen y los hermanos, gracias al don de nuestra fe, no es más que un destello de la felicidad que nos aguarda en el Cielo, la cual será infinita y eterna como bien describe el libro del Apocalipsis cuando nos habla de la condición de los Bienaventurados, es decir, de los que han merecido la salvación: “Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22, 4-5).
No podemos concluir esta reflexión, sin hacer referencia al testimonio de San Pedro sobre el acontecimiento de la Transfiguración, descrito por él en su segunda carta, quien nos asegura que nuestra fe cristiana y católica, no es una fábula o una fantasía, sino que ella está fundada en la verdad misma de Dios, y que por tanto es fuente de segura salvación; que Cristo, es el único Salvador del mundo, ayer, hoy y lo será siempre; que el Señor Jesús, es la única fuente de felicidad y vida eterna. Por ello, escuchemos una vez más el testimonio del mismo Pedro: “Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco». Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con Él en el monte santo” (2 Pe 1, 16-18).
Jornada Mundial de la Juventud Lisboa 2023
El día de hoy, concluye en Lisboa, Portugal, la XVI Jornada Internacional Mundial de la Juventud, que ha tenido como lema, “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39). Desde nuestra Arquidiócesis, partió una delegación de jóvenes acompañados de algunos sacerdotes y religiosas. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, no son un mero lugar de encuentro intercultural donde los jóvenes se reúnen para convivir en paz y sólo intercambiar sus experiencias. Esto está muy bien, pero las Jornadas Mundiales de la Juventud, aspiran a mucho más.
Aspiran a ser todo un acontecimiento de conversión y evangelización, especialmente pensado con amor para los jóvenes del mundo entero. Así las inauguró San Juan Pablo II, las continuó Benedicto XVI, y con ese mismo espíritu y objetivo las ha convocado nuevamente el Papa Francisco. La finalidad de la Jornada Mundial de la Juventud, Lisboa 2023, ha sido la de dar a conocer a los jóvenes a Cristo como la luz y la salvación del mundo, invitándolos a abrirle las puertas de su corazón, por medio de una conversión sincera de vida, descubriendo al Señor Jesús, como el único camino a recorrer, la única verdad a ensayar y la única vida a vivir. Mirando el camino recorrido de las Jornadas Mundiales de la Juventud, desde la primera celebrada en Buenos Aires en 1987, hace 36 años, hasta la actual en Lisboa 2023, podemos decir que, hemos sido testigos del inmenso bien que éstas han hecho a millones de jóvenes y a la propia Iglesia. ¡Cuántas conversiones, cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, cuántos matrimonios cristianos, cuántas iniciativas de evangelización y apostolado han nacido de las Jornadas Mundiales de la Juventud!
Que Nuestra Señora de Fátima, desde su Santuario en Cova de Iría, bendiga copiosamente a todos los jóvenes participantes para que, habiendo tenido la gracia de ver la gloria de Cristo en la montaña alta de esta Jornada Mundial, ahora bajen con renovado entusiasmo y se pongan en camino, con Santa María, para testimoniar, a otros jóvenes como ellos, que Cristo es el único capaz de llenar de sentido y plenitud, el corazón humano.
San Miguel de Piura, 06 de agosto de 2023
Fiesta de la Transfiguración del Señor
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