ORACIÓN PATRIÓTICA CON OCASIÓN DEL LXXIV ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL CAP. FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZÁLES
“El aviador, llegado el momento debe ir hasta el sacrificio”
23 de Julio de 2015 (Oficina de Prensa).- La mañana de hoy, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, presidió la Santa Misa con ocasión el 74° Aniversario de la inmolación del Capitán FAP don José Abelardo Quiñones Gonzáles y Día de la Fuerza Aérea del Perú. La celebración eucarística se llevó a cabo en la Basílica Catedral de Piura con la presencia del Comandante General del Ala Aérea N° 1, General FAP Luis Miguel Tueros Manarelli, el Jefe Estado Mayor del Ala Aérea N° 1, Coronel FAP José Antonio Redhead Lazzarini y el Jefe del Estado Mayor del Grupo Aéreo N° 7 Comandante FAP Edar Echegaray Pacheco, acompañados de los comandantes generales de la Región Militar del Norte, la Primera Zona Naval y la Región Policial Piura, así como los miembros de la Fuerza Aérea del Perú de Piura, los integrantes de la Legión de Honor Quiñones y distinguidas autoridades civiles de nuestra región, quienes rindieron homenaje al Héroe Nacional y Gran General del Aire del Perú.
En su homilía nuestro Arzobispo pidió a todos los aviadores militares presentes que: “no dejen la oración y la vida sacramental. Tomen el Evangelio como su código de conducta. A través de una vida de fe profunda tengan una relación personal de amistad con el Señor Jesús, quien por el misterio de la encarnación revela plenamente el misterio de quiénes somos y eleva las virtudes y los valores de la vida castrense llevándolos a su plenitud”.
A continuación publicamos la homilía completa de Monseñor Eguren:
LXXIV ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL
CAP. FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZÁLES
Como todos los años, el deber de honrar la memoria de nuestros héroes nos congrega hoy en esta Basílica Catedral de San Miguel de Piura, para ofrecer el santo sacrificio de la Misa por el Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzáles. Como decían los antiguos, la auténtica gloria consiste en el recuerdo permanente de aquellos que se han dejado vencer por el amor a su patria. Este es el caso de Quiñones quien un día como hoy hace 74 años diera su vida por el Perú durante el conflicto con el Ecuador, haciendo vida aquella máxima que fuera la inspiración de toda su carrera castrense: “El aviador, llegado el momento debe ir hasta el sacrificio”. El suyo tuvo como marco la victoria militar en el teatro de las operaciones del norte del año 1941, campaña que condujo a preservar intacto nuestro sagrado territorio nacional.
Nuestro homenaje también el día del hoy a nuestra Fuerza Aérea por celebrarse el “Día de la Aviación del Perú”. Nuestro reconocimiento y gratitud a todos los que visten el uniforme azul de la patria y que en unión con sus familias, hacen una entrega diaria de sus vidas para defender al Perú de sus peligros, contribuir a su desarrollo integral y garantizar su independencia, soberanía e integridad territorial. Cómo no agradecer también las innumerables acciones cívicas, los puentes aéreos, las labores de rescate y las misiones de paz que realiza nuestra Fuerza Aérea, las cuales nos hablan de su profundo compromiso y amor por el Perú.
Los héroes son personajes que por su origen, virtudes, espiritualidad y acciones patrióticas que se fundan en el amor, la solidaridad y en la justicia social, llevan a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas que denominamos “actos heroicos”. Por ello son dignos de respeto y veneración, y entran a formar parte imperecedera de la memoria agradecida de su pueblo. Su gloria no desaparece con el tiempo sino todo lo contrario crece y se agiganta con los años, dando a las generaciones futuras un ejemplo a seguir, constituyéndose en puntos cardinales de identidad e integración nacional y en fuerza inspiradora que impulsa a la búsqueda de un porvenir mejor.
Este es el caso de nuestro héroe quien a las 06 horas y 45 minutos del 23 de julio de 1941, alzó vuelo junto con sus compañeros de la 41° Escuadrilla, el teniente comandante CAP Antonio Alberti, el teniente CAP Fernando Paraud Dubreil y el Alférez CAP Manuel Rivera López Aliaga con el objetivo de silenciar la artillería y las ametralladoras ecuatorianas ubicadas en Quebrada Seca. Se buscaba hacer un ataque de precisión. Ello obligaba a nuestros pilotos a descender peligrosamente acercándose demasiado al fuego contrario. En el segundo ataque, el entonces joven piloto de tan sólo 27 años enfiló su avión NA-50, al que llamaba “Pantera”, hacia al objetivo, descendiendo desde los 2000 metros hasta los 800 metros de altura. A esta altura, la aeronave de Quiñones fue alcanzada por el intenso fuego de armas ligeras y automáticas y empezó a incendiarse. En ese instante con notable pericia recuperó el control de su nave, y en vez de salvar su vida arrojándose en paracaídas, de cuyo uso era especialista, dirigió su avión contra el reducto artillado siendo fiel a la consigna: “Derribado, pero, sobre el objetivo” .
Quiñones había así inmolado su joven vida en aras de la Patria cumpliendo con el sagrado deber de defenderla. Si el fuego envolvió a su avión, su espíritu se elevó a la eternidad en llamaradas de gloria. Su inmolación contribuyó decisivamente a la victoria de lo que hoy conocemos como la Batalla de Zarumilla. Apenas se conoció el heroico sacrificio del teniente José Abelardo Quiñones Gonzáles, comenzaron los homenajes de una Nación agradecida por su entrega y heroísmo, homenajes que no han cesado hasta nuestros días, 74 años después de la épica acción de Quebrada Seca. Así el entonces Presidente del Perú, don Manuel Prado Ugarteche, al día siguiente de su inmolación, emitió el Decreto Supremo N° 12 por medio del cual se ascendió póstumamente al grado de Capitán de Aeronáutica al Teniente don José Abelardo Quiñones Gonzáles, como agradecimiento y reconocimiento a su ejemplo de abnegación y austero cumplimiento de sus deberes militares con su Patria. Posteriormente, el 10 de mayo de 1966, por medio de la Ley N° 16126, se declaró al Mártir de Quebrada Seca, “Héroe Nacional”. Subsiguientemente, el 8 de julio de 1975, por medio del Decreto Ley N° 21207, se creó “La Orden Capitán FAP José Quiñones Gonzáles”, y a través de la Ley N° 29160 del 18 de diciembre de 2007, se le confirió a nuestro héroe en forma póstuma el grado de Gran General del Aire.
Finalmente el 15 de abril del año pasado, el Congreso de la República decretó que el espacio aéreo peruano lleve de ahora en adelante el nombre de “Cielo de Quiñones”, con ocasión del centenario de su nacimiento. Son sin duda reconocimientos a una vida de total amor por el Perú. Quiñones nos enseña así que por encima de cualquier interés personal, está la lealtad y el compromiso con la Patria, lección tan necesaria para nuestro tiempo, marcado por el egoísmo y el olvido de la búsqueda del bien común.
Cuando el 22 de septiembre de 1961, al cumplirse dos décadas del aniversario de la campaña de 1941, se trasladaron los restos de nuestro héroe desde su natal Chiclayo a la Base Aérea de las Palmas, el entonces Comandante General de la FAP, teniente general Guillermo Van O’ordt León, pronunció un conmovedor discurso centrado en las virtudes y valores que distinguen a nuestro héroe: “Así como Grau y Bolognesi, en la hora más grave de la existencia histórica…salvaron el honor y la dignidad de la nación, logrando infundir en las generaciones posteriores, fuerza y decisión para reconstruir el país, del mismo modo el capitán Quiñones escaló las cumbres más altas del heroísmo para que los presentes y futuros aviadores, y ciudadanos peruanos forjen su espíritu y templen su carácter, arrojo y sacrificio, su cumplimiento del deber y su fe en el destino del Perú”.
Conmovedoras palabras que no deben despertar en nosotros una superficial emoción por Quiñones, o una pasajera satisfacción de ser peruanos, sino más bien un profundo amor por el Perú y una renovada esperanza en sus posibilidades y destino histórico. Palabras que deben llevarnos al compromiso honesto y leal con nuestra Patria expresado en el cumplimiento cabal de nuestras responsabilidades siguiendo el ejemplo de nuestro héroe.
Quiñones no sólo fue un eximio piloto y brillante militar, fue sobretodo una persona de altos valores y capacidades personales muy especiales. Por ello es lícito preguntarnos: ¿Cómo entender una personalidad como la suya que a sus jóvenes 27 años de edad lo llevó a inmolar su vida por el Perú, es decir por nosotros?
¿Cómo explicar su conducta ejemplar, la grandeza de su comportamiento heroico, su compromiso con la Patria, su civismo y patriotismo, su trayectoria impecable como aviador militar, su obediencia y respeto por su superiores y las normas jerárquicas? ¿Cómo entender su entrega total a los ideales de su institución, su honestidad, camaradería, sinceridad, su perseverancia, su sentido de la justicia, su audacia, su anhelo por ser héroe, su opción por hablar poco pero hacer mucho, su excelencia profesional expresada en los premios que recibió como la “Pulsera y el Ala de Oro” que lo acreditaron como el mejor piloto de la promoción de oficiales a la que perteneció? ¿Cómo se forjaron en él todos estos valores morales hoy tan ausentes y necesarios en nuestro país?
La respuesta la podemos encontrar en lo que la misma Fuerza Aérea del Perú declara sobre su héroe máximo en su libro homenaje “Quiñones 100 años”: “Proveniente de un hogar católico, José Quiñones aprendió a profesar su religión, siendo creyente y practicante de los valores cristianos, destacando la bondad, el trato a sus semejantes, franqueza y predisposición amical”.
Ciertamente fue en el cultivo de una vida cristiana seria y constante donde nuestro héroe forjó el admirable edificio de su personalidad que sigue siendo, ciento un años después de su nacimiento, fuente de inspiración para todos. Fue en su fe en Jesucristo de dónde sacó la fuerza necesaria para cumplir a fondo con su misión y con los ideales profesados. ¡Cristo iluminó su existencia y le dio el valor para su sacrificio!
Por ello muy queridos miembros de nuestra Fuerza Aérea, no dejen la oración y la vida sacramental. Tomen el Evangelio como su código de conducta. A través de una vida de fe profunda tengan una relación personal de amistad con el Señor Jesús, quien por el misterio de la encarnación revela plenamente el misterio de quiénes somos y eleva las virtudes y los valores de la vida castrense llevándolos a su plenitud.
Asimismo el azul y celeste de vuestro uniforme no sólo debe recordarles la inmensidad del espacio aéreo al cual anhelan remontarse con sus aeronaves, sino también a María Santísima, vuestra Madre y Señora, a quien ustedes profesan un especial amor filial en su advocación de “Nuestra Señora de Loreto”. El amor de hijos a María, también llamado “piedad filial”, es más que un simple ejercicio de piedad de la vida cristiana, es una actitud relacional afectiva que implica conocer, amar, seguir y servir a María con el amor de Jesús, para que Ella los lleve a ser en todo semejante a su Divino Hijo. María, la Virgen Fiel, los sostendrá, cuidará y asistirá en vuestra ardua y cotidiana actividad.
Más aún, Ella, la Madre generosa y entregada al pie de la Cruz de Jesús, los ayudará a cumplir con generosidad con vuestro deber para que así todos los peruanos podamos tener, gracias a vuestra entrega, una vida marcada por la serenidad, el orden y la paz.
Este año se ha cumplido el XX aniversario del conflicto del Alto Cenepa que tuvo lugar en el lado oriental de la Cordillera del Cóndor, sobre la cuenca del río Cenepa en territorio peruano, durante los meses de enero y febrero de 1995. En aquella ocasión muchos miembros de nuestras Fuerzas Armadas defendieron valientemente nuestra soberanía nacional como auténticos defensores calificados de la Patria. Entre ellos hubo un grupo de miembros de nuestra Fuerza Aérea que inspirados en la hazaña inmortal de Quiñones cuidaron desde los cielos a nuestra hermosa Patria con satisfacción y valor. Estos valerosos aviadores cuya memoria hoy queremos recordar y que alcanzaron la gloria luchando por nuestra nación, fueron el coronel FAP Víctor Manuel Maldonado Begazo y el comandante FAP Enrique Antonio Caballero Orrego, pilotos del avión Sukoi SU-22. Igual valor mostraron el coronel FAP Marco Antonio Schenone Oliva, el capitán FAP Raúl Vera Collahuazo y el técnico de tercera FAP Erick Gilberto Díaz Cabrel, tripulantes del helicóptero MI-25. Dignos herederos de Quiñones son también los pilotos del avión Canberra, el mayor FAP Percy Phillips Cuba y el mayor FAP Miguel Alegre Rodríguez. Todos ellos, a quienes se suma el heroísmo de nuestros soldados, marinos y policías durante este conflicto, supieron ofrendar sus vidas con honor y valor, tal como lo hiciera Quiñones.
Sus sacrificios no han sido en vano ya que finalmente triunfó la paz entre los pueblos hermanos del Ecuador y el Perú la cual se manifiesta en una continua y cada vez más profunda integración y en un empeño común en lograr el desarrollo y la unidad entre nuestros pueblos unidos por lazos comunes de fe cristiana y de historia.
También hoy rendimos homenaje a los aviadores que han entregado sus vidas junto a la de nuestros soldados, marinos y policías en la lucha contra el narcoterrorismo en el VRAEM, en la zona del Valle de los ríos Apurímac, Ene y el Mantaro. Por ellos también elevamos hoy nuestra oración.
Quisiera concluir con esta plegaria a la Virgen de Loreto, para así encomendar a su cuidado maternal a todos los miembros de nuestra Fuerza Aérea:
Oh María de Loreto, Madre de Jesús y nuestra,
gloriosa Patrona de la Aviación.
En Ti confiamos y depositamos nuestra confianza,
por ello a ti elevamos esta oración,
por los aviadores y miembros de la Fuerza Aérea del Perú.
Tú sabes a cuántos peligros están expuestas sus vidas,
tanto en el espacio que sobrevuelan como en la tierra que recorren.
Cuídalos Madre piadosa, durante sus vuelos
así como en todas sus misiones.
Protégelos en el cumplimiento de su deber cotidiano,
inspírales fuertes pensamientos y deseos de la virtud.
Mantenlos fieles a sus compromisos de hombres y mujeres cristianos,
y a sus ideales institucionales.
Tú que eres la puerta del Cielo,
despierta en ellos el deseo de las cosas celestes,
y guíalos ahora y siempre en las alas de la Fe,
la Esperanza y el Amor.
Amén.