¡VIVA CRISTO REY!
38° JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
26 de noviembre de 2023 (Oficina de Prensa).- Hoy, la Iglesia Universal celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, conocida también como la Fiesta de Cristo Rey, con la cual concluye el presente año litúrgico. Pero además, por feliz coincidencia, hoy celebramos también la 38° Jormada Mundial de la Juventud. Por esta especial ocasión nuestro Arzobispo Metropolitano, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., presidió la Santa Misa en el patio techado del Coliseo Salesiano Don Bosco, en la que confirió el sacramento de la Confirmación a cerca de 400 jóvenes provenientes de los Caseríos La Obrilla, Miraflores, El Papayo, San Rafael, Chapairá, Terela y la Urbanización Miraflores, que pertenecen a la jurisdicción de la Parroquia «Sagrado Corazón de Jesús», del Distrito de Castilla.
La Eucaristía fue concelebrada por el R.P. José Sandoval Purizaca, Decano de la Vicaría Episcopal de Piura, el R.P. Martín Chero Nieves, Párroco de la zona, y el R.P. Luis Tito Castillo Silva, Vicario Parroquial. Los confirmados estuvieron acompañados de sus padres, padrinos, catequistas, familiares y amigos. Participaron además un gran número de jóvenes pertenecientes a la Pastoral Juvenil de Piura, así como delegaciones provenientes de las diferentes Vicarías Episcopales, que se dieron cita para participar de esta celebración con ocasión de la 38° Jornada Mundial de la Juventud.
Durante su Homilía, y dirigiéndose especialmente a los jóvenes presentes, Monseñor Eguren les dijo: «Queridos jóvenes: Si quieren ser de verdad felices, tengan un encuentro vivo con Jesús en su Iglesia. Sólo «Cristo Rey» conoce sus corazones, sus anhelos más profundos. Sólo Él, que los ha amado hasta la muerte, es capaz de colmar todas sus aspiraciones. Sus palabras son palabras de vida eterna, es decir palabras que dan sentido a la vida, y que resisten el desgaste del tiempo, y se prolongan a la eternidad. Nadie fuera de «Cristo Rey» puede darles la verdadera felicidad. Solamente Él libera al hombre de las cadenas del pecado, nos da la libertad verdadera, y nos permitirá forjar ese Perú nuevo con el cual ustedes sueñan».
A continuación, compartimos la Homilía completa de nuestro Arzobispo:
¡Viva Cristo Rey!
38° Jornada Mundial de la Juventud
Con la celebración de la Solemnidad de “Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo”, concluye el presente Año Litúrgico. La fiesta de “Cristo Rey”, fue establecida por el Papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925, para que los católicos hagamos público reconocimiento de que Cristo es el Rey y Señor de la Iglesia (es Su Iglesia, no la nuestra) y que, además, Él es el principio, centro, y fin de toda la historia universal.
El Reino que Jesús inauguró con su primera venida, no es de aquí (ver Jn 18, 36). Él, no es Rey de un mundo de miedo, de mentira, de injustica, de muerte, y de pecado. El Reino que Él nos ha traído, y al cual nos guía para que lo alcancemos en plenitud, es el Reino eterno y universal de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, el amor, y la paz.[1]
Cristo Rey volverá para juzgarnos
La primera venida de Cristo fue en la sencillez de nuestra carne mortal, como el más humilde de los hombres: “El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre, y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 6-8).
En su última y definitiva venida, al final de los tiempos, el Señor Jesús vendrá también en su condición humana glorificada, ya que por el misterio de la encarnación se ha dado para siempre la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona del Verbo de Dios.[2] En el Día del Juicio final, día tremendo y glorioso a la vez, el Señor vendrá en majestad y gloria, a juzgar a vivos y muertos, como confesamos en el Credo.
Paradójicamente, Aquél que fue juzgado y condenado a muerte de cruz, lo veremos sentado en su trono real como Juez Universal. Precisamente así es como comienza la parábola del “Juicio Final” que leemos en este Domingo de “Cristo Rey” (ver Mt 25, 31-46): “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda” (Mt 25, 31-33).
En el Juicio Final, lo determinante será el Amor
A través de esta parábola, “Cristo Rey” nos quiere enseñar que lo determinante en el Juicio Final será el amor a Él, pero que el modo auténtico de expresarle este amor, es por medio del amor al prójimo, por medio de las obras de misericordia que hayamos practicado a los más pequeños, es decir, a los más pobres y vulnerables, a los descartados y marginados, como son los hambrientos, los sedientos, los migrantes, los desnudos, los enfermos, y los encarcelados.
Hoy en día dentro de los más vulnerables y descartados también debemos considerar a los niños, empezando por los concebidos no nacidos, los Niños por Nacer, cuya dignidad humana es muchas veces atropellada y eliminada con el crimen abominable del aborto.[3] Pequeños o descartados, son también los ancianos y los enfermos, porque se les considera que ya no son “productivos”, y por ello, se les pretende eliminar con otro gravísimo y aberrante atentado contra la vida humana que es la eutanasia.[4] Pequeños son también los jóvenes, muchos de los cuales viven en una sociedad sin posibilidades, sin futuro en la educación y en el ámbito laboral, agredidos permanentemente por una sociedad hedonista y consumista.
Venid benditos… Apartaos malditos
Volviendo a nuestra parábola, “Cristo Rey” separará a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. A los de su derecha les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme” (Mt 25, 34-36).
Lo que Jesús enumera, son las obras de misericordia corporales, que también conocemos por el Catecismo.[5]
En cambio, a los de la izquierda les dirá: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis” (Mt 25, 41-43).
La diferencia entre unos y otros está descrita con dos adjetivos meridianos, enérgicos y categóricos: “Benditos” y “malditos”. Unos reciben en herencia el Reino de los Cielos, y los otros van al fuego eterno, al infierno preparado para el Diablo y sus ángeles malos. Ésta es precisamente la conclusión de toda la parábola: “Estos irán a un castigo eterno y los justos a una vida eterna” (Mt 25, 46). Notemos que tanto el “premio”, como el “castigo” que unos y otros reciben, tienen el carácter de ser “eterno”, y por tanto son irreversibles.
“A Mí me lo hicieron”
Pero en la parábola, a unos y a otros les asalta una inquietud y por eso preguntan: “¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo o enfermo o en la cárcel?” (ver Mt 25, 37-39.44). La respuesta de nuestro Rey y Juez Universal expresa el núcleo de la enseñanza de la parábola: “Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis…Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt 25, 40.45).
En numerosas ocasiones, Jesús se identificó con los más pequeños, a quienes en esta parábola los llama “sus hermanos más pequeños” (ver Mt 25, 40.45), y asegura que el bien o el mal hecho a cualquiera de ellos se lo hacemos a Él mismo.
Por tanto, cuando estemos frente al Señor el Día del Juicio Final, no podremos excusarnos diciendo: ¿Cuándo te vi en necesidad y no te auxilie? Si no servimos con amor, a los hermanos más pequeños del Señor en esta vida, recibiremos más adelante el duro juicio de “Cristo Rey”, el cual no sólo será inapelable, sino que tendrá además una sentencia eterna, es decir, sin fin.
Queridos hermanos: Si confesamos que Cristo es nuestro Rey, y realmente queremos servirlo, Él mismo nos señala a los hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos, encarcelados, a los descartados, y nos dice: “El bien que le hacen a ellos a Mí me lo hacen…Ellos también son tu Rey”.
A través de la parábola de hoy, el Señor Jesús, nos invita a salir de nuestros egoísmos e indiferencias ante las necesidades de los demás, a hacernos sensibles al dolor de los hermanos, y a asumirlo como propio. Por eso, para que nuestra opción preferencial por los pobres, no exclusiva ni excluyente sea auténtica, tiene que ser afectiva y efectiva a la vez.
Llamados a vivir una vida de santidad en la caridad de Cristo
Las palabras de Cristo Rey: “A Mí me lo hicieron” (ver Mt 25, 40.45), debemos tomarlas literalmente, porque esa es la intención del Señor. Así las han asumido y vivido con radicalidad evangélica los santos, quienes se han destacado por sus obras de caridad para con los más pobres y necesitados a lo largo de toda la historia de la Iglesia hasta nuestros días.
Al respecto, sólo mencionaré una vida de santidad en la caridad de Cristo que todos conocemos por cernos cercana en el tiempo: La de Santa Teresa de Calcuta. Ella solía repetir estos pensamientos que deben servirnos de guía para vivir nuestra vida cristiana en clave de caridad y amor fraterno: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”. “El amor, para que sea auténtico, debe costarnos”.
Ahora bien, el amor a los demás sólo es posible si primero hay una vida de unión con el Señor. Por eso la Madre Teresa también solía decir: “Pero, nuestras acciones sólo pueden producir frutos, cuando son expresión verdadera de una plegaria sincera”. En una ocasión algunas religiosas que la Madre Teresa visitaba en cierto país hablaron con ella, y como tenían mucho trabajo, consideraban que debían reducir el tiempo de oración. La Madre Teresa les preguntó: “¿Cuánto tiempo oran al día? Una de las religiosas le contestó: Una hora. Muy bien -dijo la Madre Teresa-, a partir de mañana que sean dos”.
Sin oración, sin vida espiritual y sacramental, es imposible amar de verdad, porque la caridad tiene su origen y fuente en Dios que es Amor (ver 1 Jn 4, 8). La caridad no es otra cosa sino sobreabundancia de Amor, y es saber reconocer y venerar a Cristo mismo en los pobres. Ahí donde hay actos puros de caridad, el Reino de Cristo crece y madura hacia su plenitud.
¡Jóvenes: empeñen sus energías en construir un Perú más justo!
Con ocasión de esta Solemnidad de “Cristo Rey”, la Iglesia celebra la 38° Jornada Mundial de la Juventud.
El Papa Francisco les ha dirigido, a los Jóvenes, un hermoso Mensaje que lleva por título “Alegres en la esperanza” (Rom 12, 12). Por ello quisiera ahora dirigirme a los jóvenes de Piura y Tumbes.
Jóvenes: Sólo Cristo puede darles la felicidad verdadera
Queridos jóvenes: Si quieren ser de verdad felices, tengan un encuentro vivo con Jesús en su Iglesia. Sólo “Cristo Rey” conoce sus corazones, sus anhelos más profundos. Sólo Él, que los ha amado hasta la muerte (ver Jn 13, 1), es capaz de colmar todas sus aspiraciones. Sus palabras son palabras de vida eterna, es decir palabras que dan sentido a la vida, y que resisten el desgaste del tiempo, y se prolongan a la eternidad. Nadie fuera de “Cristo Rey” puede darles la verdadera felicidad.[6] Solamente Él libera al hombre de las cadenas del pecado, nos da la libertad verdadera, y nos permitirá forjar ese Perú nuevo con el cual ustedes sueñan.
Queridos jóvenes: Ésta es la hora de los audaces, de los que tienen esperanza, de los que aspiran a vivir en plenitud el Evangelio, y de los que quieren hacerlo realidad en el Perú de hoy. Empeñen sus energías en construir una Patria más justa y reconciliada, más fraterna, sin violencia, la cual es siempre anticristiana. Un Perú donde reinen, la verdad, la honestidad, la solidaridad y la paz. Les pido que hagan del Perú un mejor lugar, donde resplandezcan las Bienaventuranzas del Reino (ver Mt 5, 1-12).
Jóvenes: Ustedes son los que tienen el futuro en sus manos. ¡No se dejen robar la esperanza ni la alegría de vivir! Sin esperanza el corazón se llena de frustración y amargura.
Por eso, con el Papa Francisco, les digo: “Queridos jóvenes, no tengan miedo de compartir con todos la esperanza y la alegría de Cristo Resucitado. La chispa que se ha encendido en ustedes, cuídenla, pero al mismo tiempo dónenla: se darán cuenta de que crecerá. No podemos guardar la esperanza cristiana sólo para nosotros mismos, como un bonito sentimiento, porque está destinada a todos. Acérquense en particular a aquellos de sus amigos que aparentemente sonríen, pero que por dentro lloran, pobres de esperanza. No se dejen contagiar por la indiferencia y el individualismo. Permanezcan abiertos, como canales por los que la esperanza de Cristo pueda fluir y difundirse en los ambientes donde viven. «Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo» (Exhort. ap. Christus vivit, 1)”.[7]
¡Viva Cristo Rey!
Al grito de ¡Viva Cristo Rey!, muchos hermanos nuestros en la fe han entregado sus vidas por el Señor Jesús, por la Iglesia, y por su Patria. Por eso en esta Solemnidad, les digo a ustedes, queridos Jóvenes, con la letra de esta hermosa canción:
“Viva Cristo Rey, nuestro soberano Señor
nuestro Capitán y Campeón
pelear por Él es todo un honor”.
Que María Reina, la Virgen Madre de “Cristo Rey del Universo”, nos cuide a todos y nos enseñe a ser fieles discípulos misioneros de su Hijo, y a trabajar por el Reino de Dios, que se fundamenta en la verdad y el amor, ofreciendo a quien lo acoge, paz, libertad, y plenitud de vida.
San Miguel de Piura, 26 de noviembre de 2023
Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo
[1] Ver Misal Romano, Prefacio, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
[2] Ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 470; 483.
[3] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2270-2274.
[4] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2276-2279.
[5] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447-2449.
[6] Ver San Juan Pablo II, Mensaje para la XVIII Jornada Mundial de la Juventud, 08-III-2003.
[7] S.S. Francisco, Mensaje por la 38° Jornada Mundial de la Juventud, 09-XI-2023.
Puede descargar esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ