SÍ AL NIÑO POR NACER
Por Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V. Arzobispo Metropolitano de Piura y Presidente de la Comisión Vida y Familia de la Conferencia Episcopal Peruana
El 25 de marzo de cada año, celebramos el Día del Niño por Nacer, jornada instituida en el Perú el 2002 gracias a la Ley 27654, norma que se encuentra en plena sintonía con lo que dice nuestra Constitución que toda persona tiene derecho a la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y bienestar, y que el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece. Así como tú, yo también tengo derecho a vivir, es el lema escogido para la jornada de este año. Estas palabras las pronuncia el Niño por Nacer. Se las dice en primer lugar al Estado que cree equivocadamente que bajo ciertas circunstancias debe despenalizar y legalizar el aborto. Se las dice a los grupos antivida quienes creen que bajo ciertos supuestos derechos sexuales y reproductivos debe reconocerse a las madres el derecho a abortar, es decir el derecho a matar. Se las dice a quienes por indiferencia o ignorancia aprueban el aborto. Finalmente se las dirige sobre todo a su propia madre, a aquella que es la última depositaria de su esperanza de no ser eliminado: Mamá, así como tú, yo también tengo derecho a vivir.
En relación a la vida naciente, hoy en día hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones falaces. Casi todos nosotros hemos escuchado alguna vez los argumentos pro aborto que quieren dar paradójicamente la impresión de libertad, de derechos, de humanidad, hasta con un pretendido aire científico, pero que son argumentos tramposos que encierran siempre la muerte de un inocente. Es bien conocido que respecto al embrión en el seno materno, “la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo miembro de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros en el seno de nuestra madre” (Benedicto XVI).
Hoy en día, la persona humana es objeto de cálculo, es considerada bajo la categoría “cantidad”. Pero la verdad es otra. Cada persona humana desde la concepción es única e irrepetible, alguien eternamente ideado y elegido por Dios, llamado y conocido por su propio nombre. En cada ser humano en cualquier fase o condición de su vida resplandece un reflejo de la misma realidad de Dios. Por eso la vida humana desde su inicio con la concepción hasta su fin natural con la muerte, tiene un valor sagrado e inviolable y cada ser humano tiene derecho a ver respetado totalmente este bien primero suyo. Más aún en el reconocimiento de este derecho se fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política.
En su Mensaje de Cuaresma el Papa nos ha pedido fijarnos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras. Es todo un llamado a descubrirnos responsables de los demás. Por tanto fijemos nuestra mirada de amor solidario en el Niño por Nacer y defendamos ardorosamente su derecho sagrado e inviolable a la vida. Su vida tiene que ver con mi vida. Respetemos, defendamos, amemos y sirvamos toda vida humana, en particular la naciente. Sólo siguiendo este camino encontraremos justicia, desarrollo, libertad y paz para nuestro mundo.
(Artículo publicado en el diario El Comercio, día viernes 23 de marzo de 2012).