Locales

NO HAY CRISTO SIN CRUZ, NO HAY CRISTIANO SIN CRUZ

95° Aniversario de la Parroquia "Santísima Cruz de Norte" de Piura

 14 de septiembre (Oficina de Prensa).- Hoy con la participación de una gran cantidad de fieles que llenaban completamente la Parroquia "Santísima Cruz del Norte" de nuestra ciudad, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, celebró la Santa Misa con ocasión de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz al conmemorarse el 95º aniversario de creación de esta Parroquia. Concelebró la Eucaristía el párroco R.P. Rómulo Gibaja, párroco del lugar.

Al inicio de su homilía Monseñor Eguren reflexionó sobre el sentido de esta fiesta: “La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Cruz de Cristo obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén. A esta conmemoración añadimos hoy el gozo del 95° aniversario de la Parroquia Santísima Cruz de Norte de Piura. Encomendamos a todos los que nos han precedido en la fe durante todos estos años y hacemos de este aniversario ocasión preciosa para comprometernos a ser más santos y testigos más convincentes de Cristo crucificado, en la Iglesia y en el mundo”.

 A continuación nuestro Arzobispo compartió una anécdota en relación a la importancia de la señal de la cruz para el cristiano: “Cuenta la historia que cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción. Efectivamente hermanos, no hagamos nunca la señal de la cruz de manera mecánica, irreflexiva e irreverente. La señal de la Cruz es la señal de los cristianos, es el signo del amor del Amigo Jesús que llegó hasta el extremo de dar su vida por nuestra salvación, alcanzándonos la perfecta reconciliación, saldando en la Cruz la deuda y el peso de nuestros pecados”.

Luego nuestro Pastor manifestó: “Qué hermoso es saber que el misterio de la Cruz, el misterio del amor redentor de Cristo, se hace presente cada día, como ahora, en la celebración de la Santa Misa. La Eucaristía es sacrificio en sentido propio. El don del amor de Cristo hasta el extremo de dar su vida en obediencia al Padre y por amor a nosotros en la Cruz, se hace presente en cada Misa. La Eucaristía es verdadero memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Cada vez que celebramos la Eucaristía, sobre el altar se hace presente el Calvario y después de las palabras de la consagración sobre el altar está el mismo cuerpo y la misma sangre que el Señor ofreció en el madero santo por nuestra salvación. Cuánto amor entonces hay en cada Misa y cuánto amor entonces debemos de expresarle a Jesús y a los hermanos en cada Eucaristía”.

 Al finalizar Monseñor Eguren se dirigió a todos los fieles presentes: “La Cruz la llevamos en nuestros pechos. Cuelga en nuestros hogares, centros de estudio y de trabajo. Incluso está en nuestras calles, plazas y cerros. Que ella nos recuerde que no hay Cristo sin cruz y que por tanto no puede haber cristiano sin su cruz. Démosle a nuestra vida cristiana una dimensión cruciforme, es decir, sepamos abrazarnos a las cruces de cada día con amor como lo hizo Jesús cuando le presentaron la suya el día que le llevaron a crucificar. Si acogemos la cruz de cada día con amor y muy unidos a Cristo crucificado, ella se vuelve en canal de gracia y de santificación para nosotros, para la Iglesia y para el mundo. No hay cristianismo sin cruz. No hay posibilidad de alcanzar la vida sino morimos cada día a nuestro pecado, a nuestro hombre viejo, si no nos dejamos crucificar con el Señor. Que María, quien estuvo al pie de la Cruz de su Hijo nos enseñe a amar la cruz y a vivir las exigencias de ella en nuestra vida cristiana”.

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