MENSAJE DEL ARZOBISPO METROPOLITANO DE PIURA CON OCASIÓN DEL DÍA DE LA MADRE
Al celebrarse el Día de la Madre les hago llegar a todas las madres del Perú y de manera particular a las de Piura y Tumbes, mis más sinceras felicitaciones y mi reconocimiento por todo lo que significan para el mundo y para la Iglesia.
El Día de la Madre es ocasión para dar gracias a Dios por el don de la maternidad, fruto de la acogida al don de la vida; don que brota en el seno de la mujer desde el momento de la concepción convirtiéndola en madre; que crece y se desarrolla en su regazo con la gestación y que luego del nacimiento busca en ella el apoyo constante para su existencia. Dios en su infinita sabiduría y bondad, le confía a las madres, de manera especial, la continuidad y el bienestar de la humanidad.
Frente a un mundo dominado por la lógica de la eficiencia, del propio interés, del egoísmo, de la búsqueda del tener, del placer y del poder como únicos horizontes, la mujer no puede perder el carisma que brota de su maternidad, el cual consiste en preocuparse y donarse por la persona concreta de su hijo, protegiendo esta vida tan frágil incluso con el sacrificio de su propia existencia. La vida humana necesita desde la concepción de esos amorosos cuidados maternales, así como de la familia, del padre y de la madre unidos, del hogar bien constituido, para verse acogida, sostenida, protegida y defendida con amor.
En este día ruego a Dios que bendiga a las mujeres que acogen en su seno a un nuevo ser humano, superando a veces grandes dolores y adversidades. Que Dios bendiga a las madres que cumplen las labores del hogar con alegría y fe, esforzándose por educar a sus hijos y mantener unida a su familia. Que Dios bendiga a las madres trabajadoras que con su ejemplo y dedicación dan esperanza a nuestro país. Que Dios bendiga a las madres que además de amar a los suyos proyectan con generosidad su amor a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. Asimismo que Dios tenga muy cerca de sí en el Cielo a las madres a quienes ya ha llamado a su presencia.
Mi saludo y reconocimiento también el día de hoy a las mujeres consagradas que viven la maternidad espiritual. Ellas, en su renuncia a la maternidad física y a través de su plena disponibilidad para el anuncio del Evangelio, expresan su maternidad en el cuidado y entrega a quienes más lo necesitan siguiendo el ejemplo de Jesús y de María.
A María Santísima, Madre de Dios y Madre Nuestra, modelo para toda madre, a quien hoy celebramos en su advocación de Nuestra Señora de Fátima, pido de manera especial que las bendiga y auxilie siempre.
Con mi afectuosa bendición pastoral.
San Miguel de Piura, 13 de mayo de 2012
Domingo VI de Pascua
Memoria de Nuestra Señora de Fátima