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LXXII ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL CAP. FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZÁLES

 23 de Julio (Oficina de Prensa).- Esta mañana Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, presidió la Santa Misa con ocasión el 72° Aniversario de la inmolación del Capitán FAP don José Abelardo Quiñones Gonzáles y Día de la Fuerza Aérea del Perú. La celebración eucarística se llevó a cabo en la Basílica Catedral de Piura con la presencia del Comandante General del Ala Aérea N°1, José Luis Briceño Herrera, miembros de la Fuerza Aérea del Perú de Piura, distinguidas autoridades civiles y militares de nuestra región, quienes rindieron sentido homenaje al Héroe Nacional y Gran General del Aire del Perú. A continuación publicamos la homilía completa de Monseñor Eguren:

 

ORACIÓN PATRIÓTICA

 Hoy 23 de julio celebramos el nonagésimo cuarto aniversario de creación de nuestra querida Fuerza Aérea del Perú, y el septuagésimo segundo aniversario de la inmolación del Héroe Nacional y Patrono de la Fuerza Aérea Peruana, Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzáles, Gran General del Aire. Ofrecemos esta Eucaristía por nuestros aviadores militares que visten el uniforme de la Patria con su azul característico que simboliza el cielo que surcan en sus aeronaves y su entrañable amor filial a María Santísima a quien veneran en su advocación de Nuestra Señora de Loreto.

Rendir hoy homenaje a nuestra Fuerza Aérea es reconocer la lección de sacrificio y de amor al Perú de todos los hombres y mujeres que conforman la gran familia aeronáutica, herederos de la gloria de tantos héroes y valientes como el alférez Francisco Secada Vignetta, quien con su avión corsario realiza el primer combate aéreo en América el año 1933 contra una escuadrilla enemiga en el conflicto con Colombia; o de los siete héroes del Conflicto del Cenepa de 1995, quienes siguiendo el ejemplo y el legado de Quiñones, ofrendaron sus vida en aras de la defensa de la soberanía nacional y que sus nombres hoy recordamos con reverencia: los Coroneles FAP Marco Schenone Oliva y Víctor Maldonado Begazo, el Comandante FAP Enrique Caballero Orrego; los Mayores FAP Percy Phillips Cuba y Miguel Alegre Rodríguez; el Capitán FAP Raúl Vera Collahuazo; y el Técnico de Tercera FAP Erick Díaz Cabrel, a los que hay que sumar a los cinco tripulantes del helicóptero MI-8 de nuestro Ejército que murieron en circunstancias en que realizaban una misión de abastecimiento a nuestra tropas. A todos ellos se unen una larga lista de aviadores que han entregado sus vidas en la lucha contra el narcoterrorismo y en acciones cívicas y de apoyo táctico al desarrollo nacional. Todos ellos han prestado al Perú un servicio incalculable. El dolor por la pérdida de estas vidas no ha sido en vano. Ellos con su heroísmo han afianzado el camino del Perú por la senda de la paz y del progreso. Hoy en esta celebración eucarística los encomendamos al Señor de la Vida con gratitud y admiración. Su ejemplo y testimonio de amor al Perú debe motivar en todos nosotros un renovado compromiso con la Patria, con la defensa de su soberanía y con su desarrollo integral.

Su ejemplo y testimonio dan sentido y sustancia a la letra de marcha de la FAP:

Gloriosa y leal

la Fuerza Aérea del Perú te da

oh Patria inmortal

la vida misma en vuelo triunfal.

Surcando el cielo azul

en nuestras alas sabremos guardar

la paz, honor y dignidad de nuestra gran Nación;

y el corazón henchido de valor

la adversidad en triunfo tornara.

Y cada avión que al infinito va

su gran valor siempre lo ofrendara.

Fuerza Aérea del Perú tienes valor y juventud

Fuerza Aérea del Perú eres orgullo nacional.

 Pero hoy nuestra atención se concentra en la egregia figura del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzáles, un joven piloto de caza, dueño de una brillante trayectoria profesional, lleno de vida, de alegría, de sueños e ideales, que a la temprana edad de 27 años un día como hoy hace 72 años, ofrendó su vida en un acto de heroísmo en Quebrada Seca durante el conflicto de 1941 con el Ecuador, dejándonos una lección de honor y de entrega total en la salvaguarda de nuestra integridad territorial. Desde aquel entonces se ha convertido en el paradigma de la Fuerza Aérea del Perú, quien también hoy celebra su día institucional, porque como Quiñones nuestra Fuerza Aérea está llena de juventud y de vida y tiene por ideal ver a nuestra Patria, libre y soberana, unida y próspera.

Quizás Quiñones pudo salvarse, pero prefirió inmolar su vida por el Perú. Así lo atestiguan los testimonios de sus compañeros de armas, los miembros de su 41 escuadrilla, el Teniente Comandante Antonio Alberti, el Teniente Fernando Paraud y el Alférez Manuel Rivera, quienes en sus testimonios declararon lo siguiente:

“Se dio cumplimiento a la misión, silenciando y destruyendo las posiciones enemigas de Quebrada Seca, al finalizar la intervención de la Escuadrilla. Durante la operación, la Escuadrilla recibió un intenso fuego de artillería antiaérea, como se aprecia por los impactos dejados en los aviones; ya que cada uno de ellos exhibe de 15 a 20. Sobre el objetivo, y en la segunda intervención de la Escuadrilla, sufrimos la pérdida del Teniente José Quiñones, ya que su avión fue alcanzado por la artillería antiaérea, incendiándose y cayendo completamente en llamas, sobre las posiciones de Quebrada Seca. Este Comando estima que el sacrificio del Teniente José Quiñones debe ser calificado de Héroe y Mártir caído en acción de armas y recomienda su ascenso póstumo considerándosele merecedor de la gratitud nacional” (Testimonio del Teniente Comandante CAP, Antonio Alberti).

 “Pude observar al Teniente Quiñones, alcanzado por fuegos nutridos de las baterías enemigas, ubicadas en el Puesto Ecuatoriano de Quebrada Seca, incendiándose el avión a una altura aproximada de 300 metros. Esperábamos ansiosos verlo saltar en paracaídas, pero lejos de ello el avión, bajo control bien comandado, fue enfilado hacia el enemigo, estrellándose contra las piezas de fuego silenciándolas” (Testimonio del Teniente CAP, Fernando Paraud).

“El ataque se inició de acuerdo a lo programado, lanzándose en pique el Comando de la formación desde una altura de dos mil metros, seguido del Teniente Paraud, entrando luego el Teniente Quiñones y el suscrito cerrando la columna. Antes de ingresar a mi picada observé que el avión del Teniente Quiñones durante su pasaje hacia el objetivo se incendió y así incendiado viró enfilando hacia el nido de ametralladoras y en vertiginosa picada se estrelló contra dicho nido, silenciándolo definitivamente, cumpliendo así lo prometido en aras de la Patria” (Testimonio del Alférez Manuel Rivera López Aliaga).

Es de destacar que el sacrificio de Quiñones no solamente ha sido valorado por los peruanos, sino también por los adversarios de aquel momento. Efectivamente, sus restos fueron entregados el 18 de octubre de 1942 a nuestro Cónsul en Guayaquil. En esa ocasión el Coronel Ecuatoriano Octavio Ochoa, Jefe de la Cuarta Zona Militar del Ecuador, al momento de poner en manos peruanas la urna que contenía los restos del héroe dijo: “A nombre de las fuerzas ecuatorianas entrego a la Fuerza Aérea Peruana los restos de quien supo honrar a su Patria, a su pueblo y a sus Fuerzas Armadas. Mi pueblo rinde homenaje al pueblo peruano dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñones Gonzáles”.

Quiñones es el heroico aviador inmolado que cumple con la misión encomendada y no la deja inconclusa. Fue derribado pero sobre el objetivo, y así nos enseña a ser perseverantes y comprometidos en nuestros deberes de estado de vida. Quiñones es faro luminoso de profundo amor por la Patria a la que pone por encima de sí mismo, y así nos señala que jamás hay que manipular los sagrados intereses del Perú en beneficio propio o de grupo. Quiñones es ejemplo de valores y de moralidad, especialmente para los jóvenes peruanos de hoy, y su vida es fuente de esperanza de que la juventud peruana, a pesar de los asedios que hoy sufre por parte del hedonismo y del materialismo imperantes, es capaz de aportar a la edificación de un Perú donde brillen las Bienaventuranzas del Reino. Nuestro país tiene hoy en día necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, Señor y Salvador.

 Grau, Bolognesi y Quiñones, constituyen para nuestras Fuerzas Armadas y para el Perú, la trilogía excelsa de quienes ofrendaron sus vidas por la Nación, dándonos ejemplo de una escala de valores que deben hoy y siempre dar sustento a nuestra vida nacional. Sigamos el ejemplo de Quiñones. Seamos generosos en la entrega, humildes y transparentes en el cumplimiento de nuestros deberes y responsabilidades, firmes en la toma de nuestras decisiones para así ofrecer a todos pero especialmente a nuestros jóvenes una lección de que el ser humano no se realiza siguiendo los impulsos del egoísmo, los caprichos o el engreimiento, sino viviendo la propia vida en el amor y la responsabilidad. Los jóvenes, como Quiñones, son muy sensibles a estos valores que tenemos que proponérselos no sólo de palabra si no sobre todo con el ejemplo. Así nuestra juventud peruana será auténtica protagonista de la forja de un nuevo Perú.

No hace mucho una noticia nos ha llenado a todos de particular alegría: la próxima canonización de Juan Pablo II. Precisamente el Papa Wojtyla, en la celebración del Jubileo de los Militares y Policías con ocasión del Año Santo 2000, les dirigió una hermosa homilía. Quiero esta mañana hacerme eco de una parte de aquellas palabras donde a la letra el Papa Peregrino de la Fe, rindiendo homenaje a tantos amigos de ustedes que han pagado con sus vidas la fidelidad a su vocación castrense y policial, decía: “Pero ¿de dónde han sacado la fuerza necesaria para cumplir a fondo su misión, sino de su adhesión total a los ideales profesados? Muchos de ellos creían en Cristo, y su palabra iluminó su existencia y dio valor ejemplar a su sacrificio. Tomaron el Evangelio como su código de conducta. Que os aliente el ejemplo de esos compañeros vuestros que, cumpliendo fielmente su deber, alcanzaron la cumbre del heroísmo y, a veces, de la santidad. Como ellos, también vosotros contemplad a Cristo, que os llama a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. Os llama a ser santos. Y, para realizar vuestra vocación, según la conocida expresión del apóstol san Pablo, «tomad las armas de Dios. (…) Estad firmes, abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar la noticia de la paz. (…) Tened embrazado el escudo de la fe. (…) Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, toda palabra de Dios» (Ef 6, 13-17). Sobre todo, «orad constantemente» (Ef 6, 18)”.

Sin lugar a dudas no hay mejor militar, marino, aviador o policía que aquel que toma en serio su vida cristiana. Sí queridos hermanos que visten el uniforme de la Patria. La vida cristiana fortalece y eleva aquellas virtudes tan necesarias para la vida militar o policial como son entre otras el ardor por el ideal, la firmeza de voluntad por llevar adelante la misión encomendada, la honradez en el obrar, la esperanza en medio de las dificultades, la nobleza para con el enemigo vencido, la disciplina, la lealtad, el servicio desinteresado, el sacrificio, la mortificación, el compañerismo, la amistad, la entrega de la propia vida. Por ello no descuiden jamás su vida de oración, su lectura meditada de la Palabra de Dios, su confesión frecuente, su Misa dominical con su comunión eucarística, la devoción a los santos, y el amor filial a María Santísima expresado en el rezo diario y en familia del Santísimo Rosario.

 Quiero también esta mañana rendir homenaje a las esposas e hijos de nuestros aviadores militares. Sin el respaldo y el amor de sus familias no les sería posible cumplir con sus deberes para con la Patria. Pienso en cuánto sacrificio tienen que soportar a lo largo de la carrera castrense las esposas e hijos de nuestros aviadores militares: la separación del esposo y del padre; las estrecheces de vivienda y de un salario justo; los traslados constantes de destinos que los llevan de nuestras áridas costas al frío de nuestros andes o al calor de nuestra selva. Qué importante es el respaldo de la familia en la vocación militar. Sin el amor, el apoyo moral, el sacrificio y la oración de ustedes, sus esposos y padres no tendrían la serenidad y la fortaleza para el cumplimiento de sus altos deberes. Los invoco a fortalecer la unidad de sus familias, a quererse mucho, a tener espacios de comunicación y de encuentro de los esposos entre sí, de los padres con los hijos y de los hijos con sus padres cada vez que puedan. De esa unidad familiar, que sólo se alcanza poniendo a Cristo en el centro de la vida familiar, brota la luz y la fuerza para el cumplimiento pleno de la misión.

No quiero concluir estas palabras sin hacer un llamado al Supremo Gobierno de que se hace imprescindible hoy en día recuperar y fortalecer el poder aerospacial de la Nación, sinónimo de fuerza, respeto y desarrollo socio económico. El Perú es un país amante de la paz y respetuoso de todos sus tratados pero necesita tener una Fuerza Armada y en particular una Fuerza Aérea bien equipada y eficaz para garantizar la seguridad de nuestro territorio y el desarrollo nacional. Si en el pasado fue posible alcanzar la victoria cuando las circunstancias así lo exigieron fue debido a que tuvimos una Fuerza Aérea que estuvo a la altura de las circunstancias. Sin una Fuerza Aérea debidamente equipada se diluye el efecto disuasivo y el respeto inherente y no es posible la defensa del Perú de sus amenazas externas e internas, la protección de sus intereses, ayudar a su desarrollo económico y social, y contribuir a garantizar su independencia, soberanía e integridad territorial. Pero junto con un equipamiento adecuado se hace indispensable que sus integrantes estén siempre fortalecidos moral y cristianamente, ya que si bien los recursos y medios materiales son necesarios, ellos de nada sirvan si el personal que los usa no posee integridad moral e idoneidad profesional.

Concluyo con una oración a Nuestra Señora de Loreto con el deseo que Ella cubra hoy y siempre con su azul manto protector a nuestros aviadores militares y a sus familias:

María, Virgen de Loreto, Puerta del Cielo,

ayúdanos a elevar nuestra mirada a las alturas.

Queremos ver a Jesús, hablar con Él

y anunciar a todos su Amor.

María, Virgen de Loreto, Puerta del Cielo,

te encomendamos a nuestros aviadores militares

y con ellos a sus familias.

Cúbrelos con tu manto maternal

protégelos de todo mal.

Que al surcar los cielos con sus aviones

propaguen en el espacio lejano

la alabanza de tu nombre.

Que con tu bendición los pilotos,

técnicos y auxiliares actúen con sabia prudencia,

con coraje y decisión;

a fin de que realizando su misión

abran a nuestra Patria

el camino que conduce a la gloria.

Amén.

San Miguel de Piura, 23 de julio de 2013

 

 

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