“HASTA QUEMAR EL ÚLTIMO CARTUCHO”: CONSTRUYAMOS UN PERÚ JUSTO Y RECONCILIADO
07 de junio (Oficina de Prensa).- Hoy en el Óvalo Bolognesi se realizó la ceremonia en conmemoración del 133 Aniversario de la Batalla de Arica y la Renovación del Juramento de Fidelidad a la Bandera, con la presencia de autoridades civiles y militares de nuestra Región.
Presidió el Acto Litúrgico Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, quien remarcó que: “Ciento treinta y tres años después, estamos aquí reunidos a los pies de su efigie señera (Estatua del Coronel Bolognesi) para renovar nuestro compromiso con el Perú y para decirle que su sacrificio y el de los defensores del Morro no ha sido en vano y que desde nuestra fe cristiana y católica nos esforzaremos, “hasta quemar el último cartucho”, por construir un Perú justo y reconciliado donde resplandezcan las bienaventuranzas del Reino, más aún en la cercanía del próximo fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya que debe encontrarnos a todos los peruanos serenos pero sobre todo muy unidos”.
A continuación publicamos el mensaje completo de nuestro Arzobispo:
ORACIÓN PATRIÓTICA
EN EL DÍA DE LA BANDERA
7 DE JUNIO
De la tragedia de la Guerra del Pacífico, fruto de la desunión de los peruanos y de la incapacidad y ambición de la clase política de turno, quizá sólo nos queda hoy a los peruanos, como una lección perenne de coraje y sacrificio, por un lado el ondular majestuoso del Huáscar sobre el oleaje de Punta Angamos y por el otro el eco de la inmortal frase de Bolognesi sobre la tierra quemada y silente de Arica que perdimos: “Tengo deberes sagrados que cumplir y pelearemos hasta quemar el último cartucho". Efectivamente la historia reconoce en el Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, ínclito patrono de nuestro Ejército, no sólo el valor del gesto ejemplar de Arica, sino el acierto de esta expresión.
Pareciera que a pesar de los años transcurridos, los peruanos no hemos aprendido aún la lección legada a nosotros por nuestros héroes: Amar al Perú. Y lo digo porque la desunión, la mentira, el revanchismo, la improvisación, la demagogia, la corrupción, el insulto, la sobonería, la violencia, los egoísmos y los intereses personales y de grupo, siguen presentes en nuestra alma colectiva como una gran llaga lacerante y purulenta.
Bolognesi y sus compañeros en la gloria, los coroneles Alfonso Ugarte, Juan Guillermo More, José Joaquín Inclán, Justo Arias Aragüez; los tenientes coroneles Ricardo O’Donovan, Ramón Zavala, Francisco Cornejo, Benigno Cornejo, Juan Ayllón, Manuel de la Torre, Francisco Chocano, Mariano Bustamante; los Sargentos Mayores Armando Blondel, Felipe Zela, Fermín Nacarino y los 1,000 soldados peruanos que murieron un día como hoy hace ciento treinta y tres años, nos reclaman sanar de una vez por todas esa llaga amando profundamente al Perú.
Y sólo se ama al Perú cuando se busca la verdad, sólo se ama al Perú cuando se trabaja por su unidad, sólo se ama al Perú cuando se es instrumento de justicia, sólo se ama al Perú cuando se es honesto, sólo se ama al Perú cuando uno vive el poder como servicio, es decir como entrega a los demás promoviendo el bien común. Cuando uno usa el poder que tiene, por pequeño que sea, para someter a los demás o para enriquecerse, uno termina haciendo el ridículo y un daño irreparable a la Patria.
Como buen cristiano, Bolognesi comprende que el poder militar que tiene debe usarlo para servir al Perú y a su amado Ejército. Por ello una vez escuchado el parecer de su oficialidad, en vez de emplearlo para salvarse, decide ponerlo al servicio del honor militar y para dar una lección al Perú de todos los tiempos de lo que significa realmente defender la dignidad nacional.
El que mejor ha resumido la lección de Arica ha sido nuestro gran historiador de la República, el doctor Jorge Basadre con las siguientes palabras: “Con su sacrificio los defensores del Morro nos han dado ese aliento misterioso que debe acerar nuestra alma colectiva para enfrentar las dificultades”.
Rodeado por tierra y por mar, con apenas 1,980 hombres mal equipados y entrenados para enfrentar a más de 6,000 soldados enemigos bien armados y fogueados en combate; con una artillería obsoleta y pobre en número frente a unos cañones de última generación a los que se sumaban los de la poderosa escuadra chilena; sin una escuadra nacional que pudiera romper el bloqueo y traerle ayuda; con unas barricadas débiles y de calidad provisional, Bolognesi y los defensores del Morro de Arica son ciertamente todo un símbolo de coraje y de valor, de honor y de cumplimiento del deber hasta el final, pero también del abandono y de la dejadez de la clase gobernante de aquel entonces para con su Fuerza Armada que como ayer, hoy también está dispuesta, a pesar de la carencia de medios, a defender la dignidad nacional. Por ello cada 7 de Junio se reúne bajo la vigilante mirada desde el cielo de los defensores de Arica en torno a nuestra Bandera roja y blanca para renovar con un sonoro ¡SÍ, JURO!, su compromiso de amor y de entrega al Perú.
Fueron nuestros desencuentros e indolencias más que la carga de la infantería chilena, los que ajusticiaron esa mañana del 7 de junio de 1880 a Bolognesi en un Morro batido por el viento y las olas inclementes. El gran Coronel quien era muy soldado para no darse cuenta de lo que caería sobre él y sobre sus hombres, ya había escrito a su adorada esposa María Josefa el 22 de mayo: “Dios va a decidir este drama, en que políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada para que no se crea que mi deber tiene precio. Besos para ti y Margarita”.
“Apure Leiva, -clama Bolognesi en una telegrama- Arica no se rinde y resistirá hasta el sacrificio”, pero el Coronel Segundo Leiva con sus 3,000 hombres nunca llegó y con él se expresa el abandono que sufren los defensores del Morro fruto de los desencuentros entre los peruanos.
Así como en 1880 hoy seguimos respirando en el Perú discordancias. Nos hemos acostumbrado a vivir en la cultura del desencuentro, en la que nuestras pasiones, enemistades y conflictos nos enfrentan, nos deshermanan, nos aíslan, nos congelan en un individualismo estéril marcado por el egoísmo.
Pedimos hoy a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que la inmortal frase de Bolognesi: “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho. Arica no se rinde. Viva el Perú”, nos ayude a enmendar errores y a despertar conciencias. Hoy necesitamos que la fuerza de Dios a través del testimonio de nuestros héroes y santos, a través de los quejidos de los héroes de Arica nos conmueva, nos estremezca, nos despierte, y del desencuentro en el que vivimos pasemos a construir una cultura del encuentro y de la unidad nacional que se funde en aquello que nos vincula y que nos une y que nos hace compartir a todos los peruanos con o sin uniforme un mismo destino histórico. Y la gran fuerza aglutinante en el Perú es la de los valores espirituales fruto del anuncio de la fe cristiana en los albores de la forja de nuestra Nación.
¿Por qué Bolognesi rechazó la oferta de rendición chilena con honores? ¿Por qué la junta de oficiales adoptó una decisión de sacrificio? ¿Por qué el héroe de Arica dice en una comunicación al contraalmirante Lizardo Montero, piurano ayabaquino, jefe del ejército del sur, que se sostendrá hasta el final? Porque Bolognesi sabe que todo el Perú está mirando a la guarnición de Arica y que por tanto él debe dar una lección de amor al país hasta el sacrificio que contribuya en el futuro a la formación de nuestro carácter nacional. Bolognesi quiere dejarnos una lección de honor y de lucha hasta el fin sin importarle la condición de inferioridad, para así enseñarnos que los peruanos cuando nos unimos somos capaces de de lo grandioso, de lo heroico, y que el Perú está para cosas extraordinarias cuando sus hijos venciendo la tentación de la desunión, se unen, se hermanan y trabajan juntos por el bien común.
Ciento treinta y tres años después, estamos aquí reunidos a los pies de su efigie señera para renovar nuestro compromiso con el Perú y para decirle que su sacrificio y el de los defensores del Morro no ha sido en vano y que desde nuestra fe cristiana y católica nos esforzaremos, “hasta quemar el último cartucho”, por construir un Perú justo y reconciliado donde resplandezcan las bienaventuranzas del Reino, más aún en la cercanía del próximo fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya que debe encontrarnos a todos los peruanos serenos pero sobre todo muy unidos.
San Miguel de Piura, 07 de junio de 2013
