ARZOBISPO DE PIURA Y TUMBES EXPRESA SU SOLIDARIDAD A CARDENAL JUAN LUIS CIPRIANI
22 de mayo (Oficina de prensa).- Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura, expresó hoy su solidaridad con el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, ante los recientes agravios que recibiera de parte de un laureado escritor peruano.
“Por más reconocimientos literarios, títulos nobiliarios y laureles a nivel mundial que se reciban, esto no da derecho a insultar al Cardenal Cipriani, y menos a mentir sobre su acción pastoral. Soy testigo de su actuar siempre transparente y entregado a su trabajo como pastor durante 10 años en Ayacucho, luego como Arzobispo de la ciudad de Lima, con una infatigable labor en el anuncio del Evangelio, la defensa de los derechos humanos y de la vida desde su concepción hasta su fin natural”, afirmó Monseñor Eguren.
Luego agregó: “Esto también lo saben los campesinos y ronderos ayacuchanos que encontraron en el Cardenal Cipriani a un pastor valiente que salió en defensa de sus vidas y dignidad; así lo sabemos bien quienes lo conocemos. Desde Piura le expresamos nuestro cariño y adhesión como acto de desagravio a los injustos insultos que ha recibido en estos días y con él la Iglesia en el Perú”.
Estas declaraciones fueron manifestadas por nuestro Arzobispo al iniciar la Homilía de la Profesión Solemne e Imposición del Sagrado Velo de tres hermanas de la comunidad de las Madres Carmelitas Descalzas de Santa Teresita de la ciudad de Piura, quienes ofrecieron su vida en plenitud a Dios y a la Iglesia por medio de la profesión de votos perpetuos, en un ambiente de alegría y familiaridad en la Basílica Catedral de Piura.
En la celebración Eucarística estuvieron presentes numerosos sacerdotes de la Arquidiócesis Metropolitana de Piura, seminaristas, miembros de congregaciones religiosas, familiares y amigos de la Hna. María del Pilar de Santa Tersa, la Hna. Carmen Isabel de la Santísima Trinidad y la Hna. María Jesús de San José. La alegría de estas tres jóvenes profesas fue compartida por sus demás hermanas carmelitas y los demás fieles presentes.
PARA LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS
Monseñor Eguren destacó la importancia de la vocación carmelita al estar llamada a “amar siguiendo el modelo de Jesús. En esto es esencial vivir bajo la sombra de la Cruz, por cuanto ella las ayudará a desplegar sus vidas en el Amor”.
Nuestro Pastor recordó que la oración y la penitencia por la salvación de las almas son el centro de la vocación carmelita, siendo así “apóstoles de apóstoles”, como decía Santa Teresa de Jesús. En especial Monseñor Eguren destacó la oración de las carmelitas por los sacerdotes y seminaristas para que éstos puedan estar a la altura de su misión.
Monseñor Eguren señaló que “la vida consagrada como carmelita va a estar enraizada profundamente en los ejemplos de Cristo. Con tu profesión perpetua, los consejos evangélicos, es decir los rasgos característicos y distintivos de Cristo –casto, pobre y obediente- se harán los rasgos distintivos de tu vida”.
Nuestro Arzobispo alentó a las carmelitas profesas a “confiar siempre en Dios, a caminar siempre de la mano de Él. Asimismo – agregó – sean muy generosas en todo, lo ordinario háganlo extraordinariamente bien, no se reserven nada para sí. Y sigan el modelo de Santa María, la perfecta discípula de Jesús que nos enseña a amarlo y seguirlo más cerca. Así serás una fiel carmelita, una fiel esposa de Cristo”.
Momento importante dentro de la liturgia fue cuando la Hna. María del Pilar de Santa Tersa, la Hna. Carmen Isabel de la Santísima Trinidad y la Hna. María Jesús de San José se postraron rostro en suelo, mientras la comunidad presente rezaba las letanías de los santos, como un signo de entrega total a la voluntad de Dios y a su intercesión para alcanzar la santidad. Posteriormente se revistieron con el velo negro, en señal de su perpetuidad.
La Congregación de las Carmelitas Descalzas fue fundada por Santa Teresa de Jesús el 24 de Agosto de 1562 en Ávila (España). Esta vocación es un don del Espíritu que las invita a una misteriosa unión con Dios, viviendo en amistad con Cristo y en intimidad con la Virgen María. La oración e inmolación se funden vivamente con un amor grande a la Iglesia y por exigencia del carisma teresiano la oración, la consagración y todas sus energías están orientadas hacia la salvación de todos los hombres… “Daria gustosa mil vidas por salvar una”, decía la Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús.