«LLAMADOS A VIVIR LA COHERENCIA ENTRE LA FE Y LA VIDA»
Arzobispo celebra Santa Misa Dominical
05 de noviembre de 2023 (Oficina de Prensa).– La mañana de hoy, los fieles piuranos se reunieron en la Basílica Catedral de Piura para participar de la Santa Misa que presidió nuestro Arzobispo Metropolitano, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., la cual fue ofrecida especialmente en acción de gracias a Dios por el 30° Aniversario de creación de la Pastoral Universitaria de la Universidad Nacional de Piura (UNP), y se rezó además por la salud de Amalia Muñoz Molinero, Misionera española del Verbum Dei, quien fue una de las iniciadoras de la Pastoral Universitaria en la UNP.
La Eucaristía fue concelebrada por el R.P. José Venancio Ancajima Sernaqué F.M.V.D., Responsable Arquidiocesano de la Pastoral Universitaria, el R.P. Luis Vicente Agurto Colina F.M.V.D., Capellán de la UNP, y el R.P. Noe Enciso Rodríguez F.M.V.D. También participaron de la Santa Misa, estudiantes universitarios y catedráticos de la UNP, así como amigos del Instituto Verbum Dei en Piura.
A continuación publicamos la homilía completa que pronunció hoy nuestro Arzobispo:
“Llamados a vivir la coherencia entre la fe y la vida”
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario
Nuestro Evangelio dominical (ver Mt 23, 1-12), acontece cercana la hora de la pasión y crucifixión de Jesús. Esta es la razón por la cual este pasaje evangélico está cargado de tensiones y de serias críticas de parte del Señor a los escribas y fariseos, aunque también incluye algunas importantes enseñanzas de vida para nosotros los cristianos.
En efecto, dirigiéndose a la gente y a sus discípulos, el Señor dice: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen” (Mt 23, 2-3). El Señor los acusa de algo sumamente grave: De ser incoherentes, es decir, de no vivir lo que enseñan.
Esta crítica de Jesús debe también llevarnos a una seria reflexión. En efecto, la incoherencia (“este decir, pero no hacer” o “este divorcio entre la fe y la vida”), es hoy en día un mal muy extendido en la vida de muchos cristianos, y lo sacerdotes no somos una excepción en ello. Por medio de la incoherencia nos volvemos para los demás en un escándalo, es decir, en una piedra de tropiezo, en un obstáculo para su fe en Cristo y en Su Iglesia. No olvidemos que nuestras palabras podrán atraer o maravillar a los demás, pero es el testimonio auténtico de vida cristiana el que termina convenciendo, y haciendo creíble a Cristo y a Su Iglesia a los demás.
La fe no es un hecho privado
Sobre nuestra exigencia a vivir la coherencia entre la fe que profesamos y la vida que llevamos, es oportuno recordar que, un cristiano no debe relegar su fe al ámbito de lo privado o íntimo, sino que está llamado a vivirla, y a dar testimonio de ella, en el ámbito público y social.
Al respecto, Benedicto XVI enseñaba: “¿Es acaso coherente profesar nuestra fe el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe? ¿Es quizás coherente para católicos practicantes ignorar o explotar a los pobres y marginados, promover comportamientos sexuales contrarios a la enseñanza moral católica, o adoptar posiciones que contradicen el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción hasta su muerte natural? Es necesario resistir a toda tendencia que considere la religión como un hecho privado. Sólo cuando la fe impregna cada aspecto de la vida, los cristianos se abren verdaderamente a la fuerza transformadora del Evangelio”.[1]
Una de las trágicas consecuencias del divorcio entre la fe y la vida, es que nos conduce a una avidez de tener y de poder, que termina deteriorando las sanas formas de convivencia social, y de la gestión de la cosa pública. De esta manera brotan y se incrementan los fenómenos nocivos de la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, el terrorismo, el crimen organizado, la violencia contra la mujer, la trata de personas, los crímenes abominables del aborto y la eutanasia, las injusticias, etc.
Queridos hermanos: Ser cristiano nos exige dar coherente testimonio de Jesucristo. Un discípulo del Señor está llamado a ser una persona que piense, sienta, y actúe como Cristo en todo momento y lugar, ya sea en la familia, el vecindario, en el centro de estudios, en el trabajo, y en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales o políticas. Hoy en día las personas no sólo quieren oír hablar de Jesús sino, además, quieren ver a Jesús vivo en nosotros, a través de nuestros actos.
El verdadero poder es el servicio
El Evangelio de hoy continúa con una denuncia que el Señor Jesús hace sobre algunos comportamientos negativos de los escribas y fariseos: “Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame «Rabbí», Maestro” (Mt 23, 5-7). Con esta denuncia, Jesús nos previene de la tentación de la soberbia, y de la vanidad humana, que siempre busca servirse de los demás y buscar vorazmente la gloria vana.
Si bien todos los cristianos estamos llamados a llevar un estilo de vida sencillo, humilde, y servicial, de manera especial los que ejercemos algún tipo de autoridad, estamos llamados a comprender que la esencia de ésta es el servicio a los demás, especialmente para con los más pobres y vulnerables. Por eso la virtud que más se identifica con la autoridad, no es el poder, sino la caridad, es decir, el amor fraterno.
Así lo enseña el Papa Francisco quien, dirigiéndose en primer lugar a los miembros de la Iglesia, pero también a las autoridades, nos dice: “El verdadero poder es el servicio. Cómo lo hizo Él, (Cristo), que no vino para ser servido, sino para servir, y su servicio ha sido el servicio de la Cruz. Él se humilló hasta la muerte, la muerte en la Cruz, por nosotros, para servirnos a nosotros, para salvarnos. Y no hay otro camino para seguir adelante. Para el cristiano, ir adelante, progresar, significa abajarse. Si no aprendemos esta regla cristiana, nunca, nunca seremos capaces de entender el verdadero mensaje de Jesús sobre el poder”.[2]
Pidámosle al Señor tener en todo momento la disposición de vivir nuestro “puesto de mando”, por pequeño que éste sea, como un “puesto de servicio”, porque como bien nos enseña Jesús, “el mayor entre vosotros será vuestro servidor… y el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Mt 23, 11-12). Siempre tengamos presente que no podremos encontrar nuestra propia plenitud, sino es a través de la entrega sincera de nosotros mismo a los demás.[3]
“Uno sólo es vuestro Maestro y Guía”
Jesús prosigue nuestro Evangelio dominical con una serie de afirmaciones muy interesantes que conviene volver a repasar: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie «Padre» vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del Cielo. Ni tampoco os dejéis llamar «Directores» (guías), porque uno solo es vuestro Director (Guía): el Cristo” (Mt 23, 8-10).
¿Cómo entender, y sobre todo vivir, estas enseñanzas del Señor Jesús? Sólo mereceremos el título de “maestro” o “guía”, en la medida en que imitemos a Cristo. Es lo que afirma San Pablo de sí mismo: “Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 11, 1). Sólo Jesús es el único “Maestro” y el único “Guía”, porque en Él y sólo en Él, subsiste plenamente la Verdad de Dios y del hombre. Por eso el que lo sigue, no camina en la oscuridad, sino que tiene la luz de la vida (ver Jn 8, 12).
Asimismo, sólo merece el título de “padre”, no sólo el que engendra un hijo en esta vida terrena, sino también el que lo engendra para la vida eterna. A ello también se refiere San Pablo cuando nos dice: “Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús” (1 Cor 4, 15). Por eso es muy común que nuestros fieles cristianos llamen a sus sacerdotes con el hermoso y conmovedor nombre o título de “padre”.
“Vosotros, sois todos hermanos”
Finalmente, el Señor nos ha recordado el día de hoy, que todos somos hermanos. Esta realidad la explica de manera muy hermosa, nuestro querido Papa Francisco: “Todos somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir. Que la Virgen María, «humilde y alta más que otra criatura» (Dante, Paraíso, XXXIII, 2), nos ayude, con su materna intercesión, a rehuir del orgullo y de la vanidad, y a ser mansos y dóciles al amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos y para su alegría, que será también la nuestra”.[4]
San Miguel de Piura, 05 de noviembre de 2023
XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
[1] S.S. Benedicto XVI, Viaje Apostólico a los Estados Unidos de América. Discurso a los Obispos, 16-IV-2008.
[2] S.S. Francisco, Meditaciones Diarias, 21-V-2013.
[3] Ver Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 24.
[4] S.S. Francisco, Angelus, 05-XI-2017.
Puede descargar esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ