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«LA MATERNIDAD NO ES UN PROBLEMA, ES UN DON»

En el día de la Madre, Arzobispo celebra Santa Misa por todas las mamás y abuelas, vivas y difuntas

14 de mayo de 2023 (Oficina de Prensa).- La mañana de hoy, los fieles piuranos se reunieron en la Basílica Catedral de Piura, para participar de la Santa Misa que presidió nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., en el VI Domingo de Pascua, la misma que fue especialmente ofrecida por todas las mamás y abuelas, vivas y difuntas, especialmente las de Piura y Tumbes, al celebrarse también hoy en nuestro País, el Día de la Madre.

Durante su homilía, nuestro Pastor, destacó que: “La maternidad no es un problema, es un don, es el regalo más maravilloso que una mujer puede tener, porque supone participar del poder creador del mismo Dios-Amor. Una madre sabe muy bien que, un hijo nunca es un problema o una carga, sino que, más bien, es una bendición, una buena noticia, aún en las circunstancias y momentos más inesperados y difíciles”.  

A continuación, compartimos la Homilía completa pronunciada hoy por nuestro Arzobispo: 

“La Maternidad no es un problema, es un Don”

 ¡Feliz Día Mamá!

El próximo domingo, celebraremos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. Ante la cercanía de su partida, Jesús les transmite a sus discípulos sus últimas enseñanzas. El Evangelio de hoy (ver Jn 14, 15-21), recoge dos de ellas muy importantes: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos…Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito (Defensor), para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la Verdad” (Jn 14, 15-17). Veamos ahora con atención, cada una de estas dos enseñanzas.  

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”  

La vida cristiana consiste fundamentalmente en adherirle nuestro corazón y nuestra vida entera a Cristo, porque, “el Cristianismo, antes que una moral o una ética, es acontecimiento del amor, es acoger a la persona de Jesús. Por ello, el cristiano y las comunidades cristianas deben ante todo mirar y hacer mirar a Cristo, verdadero Camino que conduce a Dios”.[1] Esta adhesión, nace de nuestra fe y amor a Jesús, y se expresa en hacer todo cuanto Él nos ha dicho y enseñado para nuestro bien. El discípulo de Cristo, demuestra la autenticidad de su discipulado, a través de su obediencia a la voluntad del Señor, incluso cuando ésta es muy exigente, o no la comprende, o está en abierta oposición con el mundo, y ello nos traiga rechazos y persecuciones.

“Si me amáis guardaréis mis mandamientos…el que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14, 15.21). El que realmente ama a Jesús, encuentra en sus mandamientos, en su Palabra, y en hacer su voluntad, su verdadera alegría, libertad, y salvación.

El verdadero discípulo sabe que el Señor Jesús no es caprichoso ni arbitrario, como nosotros sí solemos serlo, y que, por tanto, aquello que Él nos pide hacer, está directamente encaminado a nuestro bien, a nuestra felicidad, y a nuestra salvación eterna. El que verdaderamente ama a Jesús, le es fiel incluso en las dificultades, y jamás duda de su incondicional amor.   

Por otro lado, en muchas circunstancias de nuestra vida, sabemos claramente cuál es la voluntad del Señor, lo que Él quiere de nosotros, pero el miedo, los respetos humanos, o el temor al qué dirán, nos llevan lamentablemente a ceder frente a las presiones de los demás, y ante la corriente del mundo. Hay también algunos que presumen de ser “discípulos” de Cristo, pero al buscar beneficios y ventajas personales o de grupo, van en contra de los mandamientos del Señor, y terminan siendo egoístas, injustos, e incluso corruptos, vendiendo su alma al primer postor, ya sea por dinero, por poder, o por un placer impuro efímero.

“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14, 21). Esta sentencia del Señor en el Evangelio de hoy, es para nosotros un claro criterio de discernimiento.

¿Cómo puedo saber si realmente amo al Señor Jesús, y mi relación con Él no está basada en un mero legalismo o sentimentalismo barato? Lo sabré si cumplo con sus mandamientos, es decir, si me esfuerzo por conocer y realizar su voluntad, si me esfuerzo cada día por hacer lo que Él haría si estuviera en mi lugar, tal como lo hizo Santa María, a quien Jesús, su Divino Hijo, alabó diciendo de Ella: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lc 11, 28).

Finalmente, ser obedientes a los mandamientos de Cristo, nos exige, además, ser fieles al Magisterio vivo de la Iglesia, que tiene por finalidad interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita.[2] No caigamos jamás en la tentación de creer que somos poseedores de la verdad absoluta.

“Yo pediré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

Pero en el Evangelio de hoy hay una segunda enseñanza en forma de promesa del Señor a sus discípulos, porque como mencionábamos al principio de la homilía, el misterio de su Ascensión está ya cercano. Esta promesa consiste en que cuando Él vuelva al Padre, no nos dejará huérfanos, desamparados, sino que Él volverá enviándonos su Espíritu: “Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito (Defensor), para que esté con vosotros para siempre…No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros” (Jn 14, 16.18).

En primer lugar, ¿qué significa Paráclito? Significa “Abogado”, es decir, el que está llamado a estar junto a alguien en su dificultad para defenderlo, auxiliarlo, consolarlo, y sostenerlo. Concretamente Jesús se refiere al Espíritu Santo que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y por eso también se le llama “Abogado”, “Defensor”, “Consolador”, “Intercesor”. Pero es interesante lo que nos dice Jesús: “Yo le pediré al Padre que les dé otro Paráclito, otro Defensor”. Sí, otro, porque el primero fue el mismo Cristo, quien nos defendió y salvó con la entrega de su propia vida en la cruz, y resucitando glorioso.

La misión del Espíritu Santo, una vez que Jesús ascienda al cielo y nos lo envíe desde el seno del Padre, será la de defendernos del mal y ayudarnos a comprender la Palabra del Señor, para que, conociéndola, la amemos, y amándola, la vivamos. “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (Jn 14, 18). Qué confortador es tener la certeza de que el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia, está a nuestro lado para defendernos y forjar, entre el Señor y nosotros, una amistad íntima, profunda y total: “Vosotros estaréis en Mí y yo en ustedes” (Jn 14, 20).

¡Feliz Día Mamá!

Pero hoy también celebramos el “Día de la Madre”. Por ello, ofrecemos esta Eucaristía por todas nuestras Madres, vivas o difuntas. El día de hoy démosle un cariñoso beso a nuestra Mamá, a aquella que nos ha concebido, que nos ha madurado en su vientre, y dado a luz.

A aquella, que nos alimenta, que nos protege desde nuestra concepción, que nos defiende de los peligros, que nos cura y cuida en nuestras enfermedades, que nunca deja de darnos sus consejos, y que en el silencio de su habitación reza y pide siempre por nuestro bien al Señor y a la Virgen, muchas veces con lágrimas en sus ojos.

Y a las que están en el cielo, démosle hoy el beso tierno de nuestra oración y de nuestro recuerdo agradecido, con la seguridad que desde ahí nos miran con amor, y continúan cuidándonos con su oración e intercesión.  

La maternidad no es un problema, es un don, es el regalo más maravilloso que una mujer puede tener, porque supone participar del poder creador del mismo Dios-Amor. Una madre sabe muy bien que, un hijo nunca es un problema o una carga, sino que, más bien, es una bendición, una buena noticia, aún en las circunstancias y momentos más inesperados y difíciles.  

Frente al feminismo radical proabortista, incapaz de ver la grandeza y belleza de la maternidad y de la vida humana como un don milagroso de Dios, revaloremos hoy y siempre el don de la maternidad, del cual millones de mujeres son hoy en día un testimonio luminoso.

Ahí está el testimonio de las madres que luchan por el futuro de sus hijos en medio de las lluvias y de la pobreza.

Ahí está el testimonio de aquellas que son madres de hijos con habilidades especiales, quienes se esfuerzan a diario por hacer respetar sus derechos integrándolos a la vida social, enseñándonos que toda vida humana es digna de ser amada por sí misma, independientemente de cualquier otra consideración, como la inteligencia, la belleza, la salud, la juventud, la integridad, etc.

Ahí está también, el testimonio de aquellas madres que solas son cabeza de su hogar, y se esfuerzan dándolo todo por sus hijos, porque una madre sabe testimoniar, incluso en los peores momentos, el amor, la ternura, la dedicación, la fuerza moral, el sacrificio, y la entrega. El don de su maternidad, en estos tiempos de emergencia en Piura y Tumbes, es toda una señal de esperanza de que la vida siempre vence a la muerte.

Queridas Mamás, y también queridas Abuelas: Gracias por todo lo bueno y bello que ustedes encarnan y significan para sus hijos, para nuestra sociedad y para la Iglesia. Gracias por defender la vida desde la concepción hasta su nacimiento, y durante todas las etapas de la existencia hasta su fin natural. Gracias por amar a sus hijos por ser hijos, por acogerlos incluso cuando llegan de manera inesperada a la vida, porque un hijo nunca es un error. Gracias por transmitir junto con la vida natural, la vida sobrenatural de la fe a sus hijos. Sin las madres no sólo no habría nuevos fieles, sino, como lo recuerda el Papa Francisco, la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo, de su belleza y de su atracción.

Por este motivo, con inmensa gratitud a ustedes, le pedimos a Santa María, Madre del Señor Jesús, el Verbo encarnado, y Madre nuestra también, que proteja a cada Mamá terrena. Que todas las madres puedan desempeñar con entrega y fidelidad su servicio cotidiano en la familia, en la Iglesia, y en la sociedad. ¡Que, para todas ellas, la Virgen María sea su apoyo, consuelo y esperanza!

 ¡Feliz Día Mamá!

San Miguel de Piura, 14 de mayo de 2023
VI Domingo de Pascua – Día de la Madre

[1] S.S. Benedicto XVI, Audiencia General, 14-XI-2012.

[2] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 85.

Puede ver el video de esta Santa Misa AQUÍ 

Puede descargar el PDF conteniendo la homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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