LA IGLESIA Y EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD
Daniela Emmerich brinda ciclo de conferencias para laicos de Piura y Tumbes
22 de agosto de 2023 (Oficina de Prensa).- La destacada ponente Daniela Emmerich De Haro, Maestra en Sagrada Teología con mención en Teología Dogmática por la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima y docente de esta importante Casa Superior de Estudios, tuvo a su cargo, en el Coliseo de la Parroquia “Santísimo Sacramento” de nuestra Ciudad, un ciclo de conferencias gratuitas, especialmente dirigidas a los integrantes de las Comunidades de Vida Consagrada, de los Movimientos Eclesiales, de Hermandades, Sociedades y Cofradías, así como a los Profesores de Religión de los Colegios de nuestra Arquidiócesis, y a cientos de fieles católicos, en donde disertó acerca del interesante tema ¿Qué es la Iglesia y el Sínodo de la Sinodalidad?
Curso de Formación Permanente para el Clero de Piura y Tumbes
Cabe destacar también que, en medio de un ambiente de reflexión y de estudio, los sacerdotes de Piura y Tumbes participaron del Curso de Formación Permanente que año a año se organiza en nuestra Arquidiócesis. En esta oportunidad el Curso abordó el tema “La Eclesiología y el Sínodo de la Sinodalidad” y estuvo bajo la dirección de la magíster Emmerich De Haro. A lo largo de todo este curso, la ponente ahondó principalmente en cómo la sinodalidad es una de las expresiones de la comunión eclesial, ya que el Sínodo es una reunión de fieles cristianos que caminan juntos y en ese momento central de la vida de la Iglesia buscan renovar la vida de fe a partir de la escucha de la Palabra del Señor que interpela, cuestiona, invita a tomar decisiones, renovar estructuras y a reforzar la unidad. Como se sabe, junto con los Ejercicios Espirituales, la Formación Permanente del Clero es una de las prioridades de la vida sacerdotal, para que así los sacerdotes puedan desempeñar su ministerio presbiteral de una manera más santa y fecunda.
Tras esta intensa semana, pudimos conversar con la Mg. Emmerich, quien nos contestó algunas preguntas sobre este importante tema de la Sinodalidad:
¿Qué busca este proceso de escucha del Pueblo de Dios en todo el mundo?
La invitación del papa Francisco a vivir según el estilo de la sinodalidad implica una actitud fundamental que responde a lo que somos como Pueblo de Dios: la escucha. Este proceso de escucha se da en dos momentos. El primer momento tiene que ver con la escucha de Dios. Recordemos que el primer paso en la salvación del hombre lo ha dado el Señor, Él se ha donado, se ha dado a conocer y por eso es que como Iglesia lo primero es escuchar a Dios y, este es el primer paso en toda la dinámica del sínodo: escuchar a Aquel que nos habla a través de su revelación tal como está consignada en la Sagrada Escritura y en la Tradición. Entonces, lo que busca primeramente este proceso es la ESCUCHA y, consecuentemente la ACOGIDA de la Revelación como la vocación del Pueblo de Dios. La Iglesia acoge la Palabra, la hace suya, y es desde la Palabra como está llamada a vivir. Podríamos agregar un paso más: la CONVERSIÓN. A la luz de la escucha y la acogida de la Palabra, estamos llamados como Iglesia a la conversión que como dice el Catecismo “exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio interior de la propia conciencia, y éste, puesto que es la comprobación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: “Recibid el Espíritu Santo”” (CEC 1848).
El proceso de escucha también busca, en un segundo momento, la escucha de las expectativas, los anhelos, las aspiraciones y las preocupaciones del hombre de nuestra época. Ya decía la Gaudium et Spes en su Proemio, que “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de la Iglesia”, quien responde con el mensaje revelado, con la Palabra de Dios. Esta es la intención programática del papa Francisco: la escucha de Dios para escuchar al hombre y proponerle la esperanza de la Buena Noticia. Se trata de un proceso que supone un diálogo y que responde a ese anhelo del papa de una Iglesia misionera, una Iglesia en salida. La propuesta del papa Francisco no es nueva, sigue la misma línea de sus predecesores, me vienen a la mente las palabras de San Juan Pablo II que en 1985 decía: “escuchando el grito del hombre y viendo cómo en las circunstancias de la vida manifiesta la nostalgia de la unidad con Dios, consigo mismo y con el prójimo, he decidido, por gracia e inspiración del Señor, proponer con fuerza ese don original de la Iglesia que es la reconciliación” (homilía en la misa de clausura del Congreso Eucarístico, 30.06.1985).
¿Cuáles son los grandes retos del sínodo de la sinodalidad?
Creo que el primer reto consiste en preguntarnos quién es la Iglesia y quiénes somos sus fieles. La propuesta sinodal no viene a plantear una ruptura, una nueva Iglesia, sino una profundización en la identidad eclesial que pasa primero por la comprensión de su realidad divina y humana. Esta es la Iglesia que Jesucristo ha instituido, no se trata de una nueva concepción, sino de redescubrir que es enviada por Dios a las gentes para ser «el sacramento universal de la salvación» (AG 1). La sinodalidad nos invita a mirar al interior de la Iglesia y redescubrirla Madre, Misionera, Pueblo de Dios, Templo del Espíritu Santo, Cuerpo de Cristo, etc.
Desde esta comprensión podemos plantearnos un segundo reto: ¿cómo podemos realizar una evangelización en la que todos participen, en la que todos se sientan comprometidos? El desafío exige tomar conciencia de nuestra vocación bautismal, de nuestra identidad y misión como miembros del Pueblo de Dios. Una vocación que se vive desde la riqueza misteriosa de la comunión del fiel con Dios que se irradia a una comunión de todos los fieles entre sí.
Por último, señalaría un tercer reto que va más en la línea de la concreción de la sinodalidad: ¿Cómo dinamizar a la Iglesia en orden a anunciar la Buena Nueva siguiendo la idea de la Iglesia en salida? La sinodalidad es fruto de la comunión, es por eso que hablamos de una Iglesia que camina, no como individuos, sino juntos, como comunidad. Estamos invitados a vivir la fraternidad cristiana que difiere de cualquier fraternidad fundada en la naturaleza porque su fundamento es Jesucristo, Hijo único del Padre hecho hombre. Entonces debemos asumir el reto de plantear aquellas acciones que nos ayuden a caminar como discípulos; a establecer puentes que generen diálogo y encuentro para cumplir con la tarea encargada (Mt 28, 19-20).
Aquí cabe mencionar también que toda presentación del mensaje de Jesucristo es siempre revolucionaria; tiene que sacudir las conciencias como un terremoto, y esto es un gran reto. Hace ya diez años, el Papa Francisco conminaba a los jóvenes participantes de la JMJ en Río de Janeiro a “hacer lío”, esto es, decía, a sacudirse la mundanidad, la instalación, la comodidad; hacer “un lío” que se origina del corazón de Jesús, de un corazón que se ha dejado transformar por su Amor y que en Él y solo en Él encuentra las fuerzas para construir, sin miedos y con compromiso, el Reino de Dios en este mundo.
¿Cuál considera usted es el importante papel que cumple la mujer en la Iglesia?
Creo que para responder a esta pregunta nada más completo que la hermosa Carta Apostólica de San Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem. Ya en el inicio, cita la Carta Apostólica el mensaje final del Concilio Vaticano II que es muy alentador y a la vez comprometedor: “Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga”.
San Juan Pablo II hablaba del “genio femenino” y el Papa Francisco del triple lenguaje de la mujer: «La mujer tiene la capacidad de tener juntos tres lenguajes: el de la mente, el del corazón y el de las manos. Y piensa lo que siente, siente lo que piensa y hace, hace lo que siente y piensa” (palabras a los miembros de la redacción de la revista mensual del Osservatore Romano).
Primero hago referencia a ese papel importantísimo que tiene la mujer en la Iglesia, un papel que solo ella puede cumplir: mostrar la identidad de la Iglesia, porque la Iglesia es mujer, es la esposa de Cristo (Ef 5, 25-32). Con el testimonio de vida, con la acción propiamente femenina estamos llamadas a mostrar el rostro de la Iglesia. Es verdad que es necesario ampliar los espacios para una mayor presencia de la mujer, pero debemos cuidarnos como dice el Papa Francisco del “machismo con faldas”, de ciertas ideologías que simplemente no nos engrandecen, sino por el contrario, nos manipulan.
La mujer tiene “una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares” (Exhortación Apostólica EVANGELII GAUDIUM 103; AL 173) que nos impulsan al servicio y cuidado maternal de quienes más nos necesitan. La responsabilidad de la catequesis y de otros encargos pastorales conciernen también a las mujeres y por ello dice el Papa Francisco que en la actividad evangelizadora de la Iglesia existe “un estilo mariano” (EG 288). Hablar de la mujer en la Iglesia es, pues, tomar como modelo a nuestra Madre María; como Ella, toda mujer está llamada a acoger, sostener, entregarse, proteger, etc.
Construir espacios para que la mujer pueda seguir desplegándose en la Iglesia es una tarea que se viene desarrollando con compromiso y que no significa ni enemistad ni enfrentamiento; no se trata de aquí de exigir un reparto de poder, sino de un caminar juntos, de vivir la comunión.