“JESÚS PERMANECIÓ CUARENTA DÍAS EN EL DESIERTO Y ERA TENTADO POR SATANÁS”.
Arzobispo celebra Santa Misa en el I Domingo de Cuaresma
21 de febrero de 2021 (Oficina de Prensa).- La mañana de hoy, nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., presidió la Santa Misa correspondiente al I Domingo de Cuaresma.
Al finalizar la Eucaristía, nuestro Pastor invitó a todos a unirse a la Campaña “RESPIRA PIURA”, que está impulsando el Arzobispado de Piura y nuestra Caritas Arquidiocesana, y que tiene por finalidad conseguir, mediante donaciones, los fondos necesarios para adquirir una Planta de Oxígeno Medicinal para llenar cilindros o balones de 10m3 para aquellos enfermos que, con indicación y supervisión médica, se vienen tratando del terrible mal del Covid-19 en sus hogares o centros de oxigenación. La meta es conseguir S/. 700,000.00 (setecientos mil soles). La campaña fue encomendada a la protección y ayuda de Nuestra Señora de las Mercedes. Monseñor Eguren recordó además que: «la Cuaresma es un tiempo propicio para vivir la caridad, y vivir una Cuaresma de caridad nos exige cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia del COVID-19. No hay donación pequeña, toda donación importa y es bienvenida. Por favor seamos generosos y hagamos llegar nuestras donaciones a las cuentas bancarias del Arzobispado de Piura o al Yape 920795669. De nuestra donación depende salvar la vida de nuestros enfermos».
A continuación, compartimos la Homilía completa pronunciada hoy por nuestro Pastor:
“Jesús permaneció cuarenta días en el desierto
y era tentado por Satanás”.
Después de haber celebrado el Miércoles de Ceniza, celebramos hoy el I Domingo de Cuaresma. Los que participamos habitualmente de la Santa Misa dominical sabemos que este domingo es el domingo de las Tentaciones del Señor Jesús en el desierto. En cada uno de los tres ciclos del Año Litúrgico se lee en este domingo el Evangelio que relata este episodio de la vida de Jesús, tomado en cada ciclo de San Mateo, San Marcos y San Lucas respectivamente. En el ciclo B, que corresponde a este año, se lee la versión de Marcos (ver Mc 1, 12-15) que nos dice de manera muy resumida: “A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás” (Mc 1, 12-13). Estas palabras son las que dan el nombre a este tiempo litúrgico. En efecto, el número “cuarenta” en latín se dice “quadraginta” y al tiempo de estos cuarenta días se le llama “quadragesima”. De ahí viene la palabra “cuaresma” que significa “cuarenta”. Durante este tiempo penitencial, de camino hacia la Pascua, el discípulo de Jesús está llamado a contemplar a su Señor e imitarle en su actitud de oración, ayuno y vencimiento de las tentaciones.
Una pregunta que brota entre nosotros es, ¿por qué Jesús comenzó su misión de esta manera? Jesús, fue llevado al desierto por el Espíritu Santo para revivir la experiencia del Pueblo de Dios, de Israel, que peregrinó por él durante cuarenta años.
Durante estos años Israel experimentó el amor paternal de Dios. Efectivamente, una vez liberado de la opresión de los egipcios y antes de tomar posesión de la tierra prometida, durante cuarenta años el Pueblo de la Alianza peregrinó por el desierto y comprobó como Dios caminaba y cuidaba de ellos con verdadero amor de Padre, guiándolos de día por medio de una columna de nube y de noche por medio de una columna de fuego (ver Ex 13, 21-22). Durante estos cuarenta años, Dios formó a su pueblo, separándolo de los demás pueblos de la tierra para manifestarse a él y darle sus leyes de vida y libertad a través de Moisés. Si bien hubo momentos de fidelidad por parte de Israel, también hubieron momentos de rebelión, infidelidades y murmuraciones por parte del Pueblo Elegido (ver Ex 16, 1-16; Ex 17, 1-16). Jesús en el desierto, orando y ayunando y dejándose tentar por cuarenta días, revive la experiencia de Israel, pero lo hace en perfecta fidelidad a su Padre, venciendo al tentador y dándonos a todos ejemplo de cómo vivir una vida cristiana fiel y santa, que sepa en cada circunstancia concreta de la vida responder con amor al infinito amor de Dios por nosotros.
La Cuaresma entonces, tiene que ser para nosotros un tiempo de liberación; de liberación de la esclavitud del pecado, de nuestros caprichos y engreimientos, e incluso de la esclavitud a nuestra ansia de tener, para saber compartir nuestra vida y bienes con los demás, bienes que, dicho sea de paso, un día se convertirán en cenizas. Un tiempo para liberarnos de todo lo que nos estorba en nuestro camino hacia Dios y hacia los hermanos.
Un tiempo para practicar la misericordia con los más necesitados, y de manera especial, en estos momentos, con nuestros enfermos.
Pero volvamos al pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto. El pasaje de San Marcos es muy sucinto, sólo menciona que Jesús era tentado por Satanás. Pero serán los evangelistas San Mateo (ver Mt 4, 1-11) y San Lucas (ver Lc 4, 1-13) los que nos detallan cuáles fueron las tentaciones que sufrió el Señor y cómo venció cada una de ellas. Basados en el principio de que la “escritura ilumina la escritura”, podemos entonces reflexionar en este momento fuerte de la vida del Señor Jesús, y sacar de él enseñanzas para nuestra vida cristiana cotidiana, sobre todo de cómo Jesús derrota a Satanás en cada una de sus tres tentaciones. Veamos.
Satanás existe y quiere nuestra ruina
Lo primero que constatamos en el pasaje de las tentaciones, es la existencia de Satanás. El diablo es un ser real que busca destruir el sueño de nuestra santidad. Él busca nuestra ruina, nuestra condenación eterna. Su campo de acción es el mundo donde nos tienta para que caigamos en el pecado. Como dice Jesús de él: Es un homicida, no hay verdad en Él, la mentira le sale de dentro (ver Jn 8, 44). Con el diablo no se dialoga ni se juega. Si dialogamos con él, irremediablemente perdemos. Lo mismo podemos decir de la tentación: Con la tentación no se dialoga ni se juega, se la rechaza, y si ésta es muy fuerte, se huye de ella.
Como trágico ejemplo, está la triste historia de la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, cuyas trágicas consecuencias sufrimos nosotros hasta nuestros días (ver Gen 2, 7-9.3, 1-7). Como dice un sabio refrán: “El diablo no cambia, pero te puede cambiar a ti”.
Si bien Satanás es un adversario formidable, con Jesús lo vencemos
Al demonio se le combate y vence con la Palabra de Dios, como hace Jesús en cada de sus tres tentaciones. Por eso en la Cuaresma estamos llamados a leer con más frecuencia y abundancia la Biblia. Al diablo se le vence viviendo muy unidos a Jesús, quien lo ha vencido en cada una de sus tres tentaciones para darnos ejemplo y esperanza en el combate cristiano. No hay que olvidar que en Jesús todos hemos sido tentados, y en Jesús todos hemos vencido a Satanás. Por eso San Agustín afirma: «Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en Él, y reconócete vencedor en Él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado”.[1]
Vivir para Dios y los demás. Buscar siempre los planes de Dios
Tres fueron las tentaciones de Jesús. Cada una nos deja valiosas lecciones para nuestra vida cristiana.
Recordemos que Jesús durante cuarenta días ha estado en el desierto rezando y ayunando, hasta que por fin sintió hambre. Por eso en la primera tentación el diablo le dice al Señor: «Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». ¿En qué consiste la primera tentación? Ella consiste en incitar al Señor Jesús a que obre un milagro en su propio beneficio o provecho. Con esta misma tentación nos encontramos nosotros a diario en nuestras vidas, cuando el demonio y el mundo nos dicen: Usa tu poder para procurarte ventajas y beneficios; vive sólo para ti, que no te importe la dignidad ni la necesidad de los demás. ¿Acaso esto no está reflejado hoy en día en el abuso agiotista que realizan algunos en la venta de oxígeno y de aquellas medicinas que son necesarias para salvar la vida de los enfermos de Covid-19? ¿O en el escándalo de los que se han beneficiado inmoralmente con la vacuna quienes abusando de su posición de poder han dejado de lado la búsqueda del bien común y su obligación de velar por los más pobres, los vulnerables, y el personal sanitario, militar y policial que ha entregado sus vidas en esta pandemia, para favorecerse ellos primero? Jesús rechaza la tentación citando el libro del Deuteronomio: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Dt 8, 3). De esta manera subraya que más importante que el alimento material es la adhesión a la amorosa voluntad de Dios, que nos pide amar, servir y poner al prójimo en primer lugar.
Pero el diablo es astuto. Jesús ha citado la Escritura y por eso en la segunda tentación él manipulará la Palabra de Dios: «Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras» (Mt 4, 6). ¿En qué consiste la segunda tentación? Consiste en tentar a Dios, es decir en forzarle a que se ponga a nuestro servicio, cuando somos nosotros los que debemos estar al suyo. Con esta misma tentación nos encontramos una y otra vez en nuestra vida cristiana: Queremos obligar al Señor a que esté al servicio de nuestros caprichos y deseos. Queremos imponerle nuestros planes y nuestros tiempos. Como Jesús, tenemos que rechazar esta tentación: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios” (Mt 4, 7).
Finalmente, la última y tercera tentación es la más explícita, la más fuerte y que tiene por finalidad que Jesús traicione, deforme y pervierta su misión, porque efectivamente Jesús ha venido para ser Rey (ver Jn 18, 33-37): “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Jesús responde a esta tentación con una fuerza y decisión todavía mayores a las anteriores: “Vete, Satanás, porque está escrito: Sólo al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto” (Mt 4, 9-10). Jesús desenmascara al diablo quien en el fondo le estaba tentando, diciéndole que el fin justifica los medios: ¡Si has venido para ser Rey, entonces adórame! ¡Es más fácil este camino que el de la Cruz! Este perverso principio se nos propone muchas veces durante la vida. Es decir, usar medios inmorales para alcanzar un supuesto bien. Por ejemplo, la corrupción, el divorcio, el aborto, y la eutanasia, son medios inmorales para alcanzar supuestos bienes. El fin de nuestra vida apunta a vivir generosamente el amor, y esto sólo se alcanza con medios honestos y con alguna dosis de cruz. Sólo así amaremos auténticamente a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos.
En Cuaresma: Mortificar nuestro entendimiento
Para concluir, una última consideración: Si bien la primera tentación apela más a lo corporal, las otras dos tentaciones están más dirigidas al entendimiento. La Cuaresma es un tiempo para mortificar también nuestro entendimiento, es decir, nuestra forma de pensar: No creernos la medida de todas las cosas, de que siempre estamos en lo correcto y que tenemos la razón en todo. ¡Cuidado de ser como Judas, quien creía saber más y mejor que Jesús! En Cuaresma vivamos la humildad frente al Señor, frente a nuestros padres, abuelos y superiores. Tengamos más capacidad de escucha, y sepamos renunciar a nuestras ideologías, formas de pensar y opiniones.
Que María Inmaculada, la también vencedora de Satanás, nos cubra con su manto maternal, y nos guie en el combate cuaresmal para así llegar a la Pascua renovados en santidad y amor fraterno.
Que así sea. Amén.
San Miguel de Piura, 21 de febrero de 2021
I Domingo de Cuaresma
[1] San Agustín, De los Comentarios sobre los Salmos, (Salmo 60, 2-3: CCL 39, 766).
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