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PIURA Y TUMBES FESTEJARON A LA VIRGEN DE GUADALUPE CON ORDENACIONES SACERDOTALES Y DIACONALES

Arzobispo los ordena en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe

12 de diciembre de 2023 (Oficina de Prensa).- Con gran alegría en el Señor, la tarde de hoy, Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América, fueron ordenados, en la Basílica Catedral de Piura, 4 nuevos Presbíteros y 3 nuevos Diáconos para nuestra Arquidiócesis, por imposición de manos de parte de nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V. La celebración fue concelebrada por un numeroso grupo de sacerdotes de Piura y Tumbes, y varios sacerdotes venidos de diferentes partes del País. Estuvo presente el R.P. Rinaldo Guarisco, Superior General de Los Canónigos Regulares de la Inmaculada Concepción, quien vino especialmente desde Italia, para participar de la ceremonia en la que también se ordenó el R.P. Kelvin Iván Ipanaqué Bruno C.R.I.C., miembro de esta querida comunidad religiosa que realiza su labor pastoral en nuestra Arquidiócesis. Estuvieron presentes además, los familiares de los ordenandos, religiosas, seminaristas y una gran cantidad de fieles de Piura y Tumbes que abarrotaron nuestro templo catedralicio. 

Nuncio Apostólico de Su Santidad, el Papa Francisco, felicita a los ordenados

Cabe destacar que, Su Excelencia Reverendísima Monseñor, Paolo Rocco Gualtieri, Nuncio Apostólico de su Santidad, el Papa Francisco, en el Perú, ha dirigido una cordial carta a nuestro Arzobispo Metropolitano, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C. V., en la que le pide hacer llegar a los nuevos sacerdotes y diáconos de nuestra Iglesia Particular, su saludo, felicitación y oraciones, en este día tan especial.

Durante la celebración eucarística, Monseñor José Antonio exhortó a los nuevos sacerdotes Carlos Junior Infante Arcaya, Juan Carlos Pacherres Carmen, Moisés Misael Sandoval Prieto y Kelvin Iván Ipanaqué Bruno C.R.I.C., así como a los nuevos diáconos Joe Smith Agurto Rumiche, Junior Joel Sandoval Tume y Carlos Tocto Sayago, a estar siempre disponibles en su servicio a la Iglesia y al Santo Pueblo Fiel de Dios.

Animamos a todos los fieles de nuestra Arquidiócesis a orar por la santidad y fidelidad, tanto de los nuevos Sacerdotes como de los nuevos Diáconos, para que el Señor Jesús y Santa María de Guadalupe los bendigan, acompañen y protejan siempre a lo largo de su ministerio. 

A continuación, publicamos la homilía completa de nuestro Arzobispo:

Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de América

Ordenaciones Sacerdotales y Diaconales 

“Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”.[1] 

Con estas amorosas y confortadoras palabras de “Santa María de Guadalupe” a San Juan Diego, comenzamos esta homilía en el día de su hermosa Fiesta, en la que tendremos el gozo de ordenar a cuatro nuevos sacerdotes del Señor, y a otros tres hermanos como diáconos.   

Queridos hijos: Con “Santa María de Guadalupe” les repito: “No temas”. “No teman”. Si bien es grande el don que hoy se les confiere, y frente al cual pueden experimentar temor y temblor, no es menos cierto que a partir de hoy cuentan con el auxilio de la “siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive”.[2]

Por ello, encomiéndense diariamente a Ella, como un hijo lo hace con su madre, y verán que, con su guía y compañía, podrán vivir un ministerio santo y fecundo, fiel y puro.      

Todo sacerdote y diácono que quiere ser santo, que anhela amar al Señor con todo su ser, y que aspira servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida, debe necesariamente profesarle una verdadera piedad filial a la Madre del Señor. Sólo así asegurará el camino de su vocación en la fidelidad hasta la muerte, y se hará merecedor de escuchar del Señor, en el atardecer de su vida terrena, el premio eterno: “Bien siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 23). 

Presencia de María en la vida del sacerdote y del diácono

Madre del Eterno y Sumo Sacerdote, María ejerce una especial y maternal solicitud para con todos aquellos varones llamados a ser alter Christus”, y a actuar “in persona Christi capitis”, “in aeternum”, es decir, para siempre, en el tiempo y la eternidad.    

Si bien Ella es Madre de todos los creyentes, lo es particularmente de los llamados a participar ministerialmente del sacerdocio de su Hijo. No nos olvidemos que Juan, el “discípulo amado”, quien el Jueves Santo había sido ordenado sacerdote, y había recibido la potestad de celebrar la Eucaristía, “haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19), fue confiado como hijo a María Santísima con estas estremecedoras palabras del Redentor agonizante en la Cruz: “He ahí a tu Madre” (Jn 19, 27).

Igualmente, María Santísima, es Madre especialísima de los diáconos, porque Ella es la esclava, la sierva del Señor (ver Lc 1, 38). Si el diaconado nos configura con “Cristo Servidor”, nadie como Ella, puede enseñarles a ustedes, futuros diáconos, lo que exige el servicio diaconal, que no es otra cosa sino estar dispuesto a dar la vida por la salvación eterna de los hombres.  

En conclusión: Todo sacerdote y diácono, debe amar, reverenciar, y venerar a la Santísima Virgen María con profundo amor filial.[3] Como San Juan Diego, no tengan nunca vergüenza de dirigirse a la Virgen con estas tiernas expresiones filiales: “Patroncita”, “Señora”, “Reina mía”, “Hija mía, la más Pequeña, mi Muchachita”, porque Ella es verdaderamente nuestra Madre en el orden de la gracia.  

Es oportuno señalar, que la piedad filial mariana es eminentemente cristocéntrica, es decir, está fundada en la más firme conciencia de la dependencia de Santa María a la persona, hechos y dichos del Señor Jesús, su divino Hijo. Sin la presencia mariana subordinada, se lesiona seriamente el plan salvífico de Dios. Por ello, la piedad filial mariana es más que un simple ejercicio de piedad de la vida cristiana, es una actitud relacional afectiva que implica amar a María con el mismo amor de Jesús, Dios hecho Hijo de Mujer (ver Gal 4, 4), para así dejarse educar por la Madre en los rasgos y sentimientos sacerdotales y diaconales de Cristo.[4]

El diaconado: Configurados con Cristo Servidor

Queridos Joe Smith, Junior Joel, y Carlos, hoy se les imponen las manos no en orden al sacerdocio sino para realizar un servicio. Hoy quedarán configurados con Cristo quien se hizo “diácono”, es decir servidor de todos (ver Mc 10, 45; Lc 22, 27). Cuando llegue el momento de su ordenación sacerdotal, no se olviden nunca de este día porque todo sacerdote sigue siendo diácono, a semejanza del Señor. Piensen si no, en el gesto del lavatorio de los pies (ver Jn 13, 1-15), con cual Jesús, el Maestro, el Señor, actuó como servidor, para dejarnos en claro que todo sacerdote debe estar dispuesto a lavar los pies sucios de los hermanos confiados a su cuidado pastoral.

Queridos hijos: Pídanle a Jesús que les conceda, hoy y siempre, el poder imitarlo en su caridad llena de calidez, ternura, cercanía, y generosidad para con todos, especialmente para con los pobres, los enfermos, los alejados, y los pecadores. Defiendan siempre la dignidad de toda persona humana, desde su concepción hasta su fin natural. En un mundo que busca hacer del tener, el poder, y el placer impuro los únicos criterios de vida, den testimonio de que la existencia humana sólo es bella y se despliega en plenitud, cuando se vive el amor servicial de Cristo.

Entre sus tareas como diáconos, les corresponderá asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo de la Eucaristía, así como en su distribución a los hermanos; asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo; proclamar el Evangelio y predicarlo en primera persona; presidir las exequias, y multiplicarse en el servicio de la caridad.

El sacerdocio: conformar la vida con el misterio de la Cruz del Señor

Queridos Carlos Junior, Juan Carlos, Moisés Misael, y Kelvin Iván: Hoy se ordenan sacerdotes de Cristo. Mediten hoy, y por todos los días de sus vidas, en las palabras que les diré cuando les haga entrega de la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios: “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la Cruz del Señor”.[5]

Su ministerio sacerdotal será santo y fecundo, si a la vez que proclaman la Cruz de Cristo, se esfuerzan siempre por vivir con generosidad el amor gratuito de quien se ofreció a sí mismo por nosotros en el altar de la Cruz; de quien es al mismo tiempo sacerdote y víctima; de Aquel en cuyo nombre hablarán y actuarán cuando ejerzan el ministerio sacerdotal que ahora recibirán para siempre.

Sin lugar a duda, es grande el misterio y la misión que hoy reciben, nada menos que el sacerdocio de Cristo. Que sea nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, quien los ayude a comprender la grandeza del don que hoy reciben, y que nosotros, sacerdotes del Señor, hoy aquí presentes, ya hemos recibido. Dice el Santo Padre: “Introduciréis a los hombres en el Pueblo de Dios por el Bautismo. Perdonaréis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el sacramento de la Penitencia. Y hoy os pido en nombre de Cristo y de la Iglesia: Por favor, no os canséis de ser misericordiosos. A los enfermos les daréis el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: No sintáis vergüenza de mostrar ternura con los ancianos. Al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la oración de alabanza y de súplica, os haréis voz del Pueblo de Dios y de toda la humanidad… Ejerced con alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo. Sois Pastores no funcionarios. Sois mediadores, no intermediarios… Permaneciendo unidos a vuestro obispo, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo”.[6]   

Como también nos recomienda vivamente el Papa Francisco, vivan en su sacerdocio las cuatro cercanías fundamentales que sostienen y nutren la vida de todo ministro sagrado: En primer lugar, la cercanía con el Señor Jesús, a través de una responsable vida espiritual, porque es en la vida de intimidad y amistad con el Señor, donde obtendrán todas las luces y fuerzas necesarias para su ministerio. En segundo lugar, la cercanía con su obispo, el de hoy y el de mañana, porque cultivar la relación con el obispo, por medio de la obediencia, el respeto, el diálogo, y la preocupación mutua, hace crecer y resplandecer a la Iglesia particular como misterio de comunión. En tercer lugar, vivan la cercanía con sus hermanos sacerdotes. De la comunión con el obispo, se abre esta tercera cercanía, que es la de la fraternidad sacerdotal. Sean amigos con todos los que conforman nuestro presbiterio. Que haya una auténtica amistad, solicitud y asistencia entre ustedes. Además, donde funciona la fraternidad sacerdotal, es decir, ahí donde hay lazos de amistad sacerdotal auténticos, es posible vivir con más madurez la elección del celibato por el Reino de los Cielos.

Y finalmente, vivan la cercanía al pueblo. Ante la necesidad y el sufrimiento de nuestro pueblo, sean para nuestros hermanos, “buenos samaritanos” que se detienen ante el caído y le tienden su mano para levantarlo con compasión y ternura, brindándole su consuelo y ayuda. Viviendo esta cercanía al pueblo, podrán congregarlo en la Santa Iglesia.[7]

La Guadalupana los invita a evangelizar

Queridos hijos: Se ordenan en esta hermosa Fiesta de “Santa María de Guadalupe”. A partir de hoy, profésenle una sincera piedad filial. Pero no se olviden de que quien le profesa una auténtica devoción a “la Guadalupana”, no puede menos que sentirse llamado por Ella a evangelizar, es decir, a secundarla en su misión apostólica, porque la evangelización es un corolario de la maternidad espiritual de María, y el evangelizador está llamado a secundarla en su misión de hacer nacer a Cristo en el corazón de todos nuestros hermanos, así como en el corazón de la cultura. Por algo, “Santa María de Guadalupe” es “la Estrella de la Evangelización”.

En la vivencia de su sacerdocio o diaconado, sean como San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, es decir, otras “águilas que hablen”, que proclamen la belleza de “Santa María de Guadalupe”, y del Evangelio vivo que Ella lleva en su seno virginal e inmaculado, y que no cesa de ofrecer al mundo, Jesucristo Nuestro Señor, “Su Amor-Persona”, el único Salvador del mundo, ayer, hoy, y lo será siempre (ver Heb 13, 8).  

Juanito, el menor de los hijos de la Virgen, supo responder al llamado divino con un corazón puro y generoso; fue constante, paciente y perseverante en el anuncio del mensaje que le fue encomendado. Con el auxilio de Santa María, supo sobreponerse a las dificultades, soportó el mal, y las envidias, y se hizo plenamente disponible para el anuncio del Evangelio hasta el día de su muerte, porque Juan Diego, una vez concluidas las apariciones marianas, lo dejó todo y, con el permiso del obispo, dedicó su vida al Santuario, acogiendo y evangelizando a los peregrinos.[8] Un diácono y un sacerdote de Cristo y de María, ¿no deberá hacer lo mismo, e incluso más?  

Queridos Ordenandos: Evangelizar es anunciar a Cristo, y esto significa obrar de tal manera que el hombre —a quien se dirige este anunció— “crea”, es decir, acepte y se adhiera al Señor Jesús, se vea a sí mismo en Cristo, y encuentre en Él la dimensión adecuada de su propia vida. Sencillamente, que se encuentre a sí mismo en el Señor, el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre.

Queridos hijos: En su diario trabajo ministerial y evangelizador de enseñar, santificar y apacentar, busquen siempre a María para que así la alegría del Evangelio llegue hasta todos los confines de nuestra Arquidiócesis, y ninguna periferia de Piura y Tumbes se vea privada de su luz. Trabajen con esperanza y alegría bajo la guía de la Madre, anunciando a tiempo y a destiempo, que Jesús es el único Redentor del hombre.

Con Ella y bajo Ella, jamás cederán al pesimismo, a esa amargura que el diablo busca ofrecernos cada día.[9] Con María, el mal y el pecado ya no tienen alcance porque Ella es la Purísima, la Inmaculada, la siempre Virgen María. Que “Santa María de Guadalupe”, los cubra siempre con su manto de estrellas, es decir, con su amor de Madre.

Que vuestras ordenaciones sean para gloria de la Santísima Trinidad, honor de María, y salvación de los hombres.

San Miguel de Piura, 12 de diciembre de 2023
Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de América

   

[1] Nicán Mopohua, n. 118-119.

[2] Nicán Mopohua, n. 26.

[3] Ver Decretos Optatam Totius n. 8; Presbyterorum Ordinis, n. 18.

[4] Ver Flp 2, 5.

[5] Ritual de Ordenación de Presbíteros, Rito de entrega del pan y del vino.

[6] S.S. Francisco, Homilía en el IV Domingo de Pascua, 21-IV-2013.

[7] Ver S.S. Francisco, Discurso al Simposio “Por una Teología Fundamental del Sacerdocio”, 17-II-2022.

[8] Ver S.S. Francisco, Audiencia de los Miércoles, 23-VIII-2023.

[9] S.S. Francisco, Discurso a los Cardenales, 15.III.2013.

Puede descargar esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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