“CENIZA, ORACIÓN, AYUNO Y LIMOSNA”
Arzobispo inicia el Camino Cuaresmal
03 de marzo de 2022 (Oficina de Prensa).- En un ambiente de oración, profunda meditación y recogimiento, los fieles de nuestra Ciudad se reunieron en la Basílica Catedral de Piura para participar de la Santa Misa del Miércoles de Ceniza que presidió nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., y con la que se dio inicio al tiempo de Cuaresma, tiempo especial de gracia y de conversión que el Señor nos concede para prepararnos a celebrar con un corazón nuevo el gran misterio de la Pascua.
El Símbolo de la Ceniza
En su homilía, nuestro Pastor resaltó la importancia del rito de la imposición de la ceniza: “El gran símbolo de la liturgia de hoy es la Ceniza. La Ceniza expresa arrepentimiento. En el Antiguo testamento, cuando se cometía algún pecado contra Dios y se quería hacer penitencia, las personas se cubrían con ceniza desde la cabeza. Por tanto recibirla hoy, supone el compromiso de reconocer con sinceridad nuestros pecados, pedir perdón por ellos y hacer un firme propósito de enmienda de no pecar. Recibir hoy la ceniza nos debe comprometer a evaluar nuestra propia vida, y ver con la luz de la gracia de Dios, qué debemos cambiar en nosotros, para así acoger el amor de Dios, y empezar a vivir de manera diferente, siguiendo a Cristo con más decisión, porque Él es el camino, la verdad y la vida”.
Continuando con su reflexión sobre la Ceniza nuestro Pastor dijo: “Asimismo, la Ceniza constituye un signo que expresa la precariedad de la vida. Precariedad que hemos podido experimentar muy de cerca a causa de la pandemia que aún no nos deja. La Ceniza que hoy recibiremos, está hecha de lo que ayer fueron hermosas palmas y ramas llenas de vida y verdor usadas el último Domingo de Ramos. De igual modo nuestra vida, puede hoy ser hermosa y fuerte, y mañana puede ser ceniza, y terminarse de un momento a otro, con el misterio de nuestra muerte. Por eso una de las fórmulas para imponerla recoge esta cita bíblica: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te has de convertir» (Gen 3, 19). Por tanto aprovechemos el tiempo presente, el tiempo de gracia que hoy se nos da. No caigamos en la tentación de pensar que siempre tendremos más tiempo, diciendo insensatamente «mañana me convertiré». Nadie tiene asegurado el mañana, sólo el hoy. Nuestra vida no depende de nosotros, sino del Señor. Finalmente otro simbolismo de la Ceniza lo encontramos en el hecho de que nuestras abuelas la usaban para lavar la ropa y blanquearla. En la Cuaresma, ésta Ceniza que hoy recibimos sobre nuestra cabeza, simboliza que con corazón humilde tenemos que acoger la gracia de Dios, para limpiar nuestro corazón de todo pecado, y así revestirlo de la blancura del amor y de la santidad. Que la Ceniza que hoy recibimos nos conduzca a los confesionarios para recibir el perdón del Señor en el Sacramento de la Penitencia”.
Oración, Penitencia y Caridad
En otro momento de su homilía, Monseñor Eguren se refirió a las tres prácticas que caracterizan a este tiempo de Cuaresma, la oración, el ayuno y la limosna: “El Papa Francisco nos recuerda que hay tres armas espirituales muy poderosas que tiene la Cuaresma, tres prácticas emblemáticas que son capaces de cambiar el curso de la historia, tanto de nuestra historia personal como de la historia del mundo. Éstas son: la oración, el ayuno y la limosna. La oración nos vuelve a Dios, el ayuno nos libera de una excesiva esclavitud del mundo, y la limosna nos vuelve más al prójimo. La Cuaresma es un tiempo para ejercitarnos en estas tres prácticas. La oración entendida como un abrirle la puerta de mi corazón a Jesús para que Él entre en mí y haga en mí todas las cosas nuevas (ver Ap 21, 5). Oración entendida como un encuentro con la Persona viva de Jesús, quien da a mi vida un nuevo horizonte y con ello una orientación decisiva. Se trata de una oración a través de la cual nos dejamos alcanzar por la Palabra de Dios para acoger y vivir la Verdad que se manifestó plenamente en Cristo, y así alcanzar la verdadera libertad (ver Jn 8, 32)”.
“La Cuaresma también es un tiempo para el ayuno, que no se reduce a dejar de comer o a moderar los placeres del cuerpo, ni a una abstinencia de carne los días viernes. Se trata de ayunar del pecado, del mal, de aquellas cosas que sé que me hacen daño y a las cuales estoy de alguna manera esclavizado. Apoyados en la gracia que Dios nos da, podremos vencer y liberarnos de estas ataduras. En este tiempo de Cuaresma, cada uno tendrá que entrar en sí mismo y descubrir a que cosas esta atados, que cosas son las que nos impiden desplegarnos en santidad para liberarnos de ellas”.
“Por otro lado, está la limosna, que no es solamente entregar un apoyo monetario a un pobre o necesitado, sino salir del encierro de uno mismo, para comprometernos, afectiva y efectivamente con el hermano que sufre y pasa necesidad. La caridad es abrirse al hermano, al otro, para amarle, servirle y ayudarle. En este sentido, el Papa nos ha dejado en esta cuaresma una tarea muy hermosa, «No nos cansemos de hacer el bien» porque «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos». Esta Cuaresma se nos presenta como una oportunidad única para poder hacer todo el bien que podamos y debemos hacer. No caigamos en el pecado de omisión, sino más bien ahoguemos el mal con abundancia de bien”.
Oremos por la Paz en el Mundo
Al concluir su homilía, nuestro Pastor reiteró su invitación a que en esta Cuaresma nos unamos al pedido del Papa Francisco, de rezar por la paz mundial: “El Santo Padre nos ha indicado que hay una forma muy concreta de vivir el arma espiritual de la oración en esta Cuaresma. Nos ha pedido que oremos por la paz del mundo, porque la guerra es una derrota de la humanidad. Lo que quiere el Señor Jesús, es que reine entre nosotros y en todos los pueblos de la tierra la paz. Él nos dio como criterio evangélico una bienaventuranza: «Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9). La guerra es un drama, que trae consigo muerte, el sufrimiento de inocentes, y mucha destrucción. La guerra es un triunfo de las fuerzas del mal, lideradas por Satanás. Oremos por la paz, porque el mundo necesita de paz, de más paz”.
“Nuestras oraciones están con el pueblo de Ucrania y con todos aquellos pueblos donde hay guerra. Pedimos a Santa María, Reina de la Paz, que nos alcance de su Hijo, nuestro Jesucristo, Príncipe de la Paz, el pronto fin de esta guerra, que puede tener consecuencias insospechadas para la humanidad. Una guerra que no sólo es ilegal en el orden internacional, sino injusta, porque es producto de una invasión, de una agresión. Recemos en esta Cuaresma el Santo Rosario por esta intención, porque María es la que hace posible que nazca la paz allí donde debe albergarse, que es en el corazón de las personas. Tengamos la más firme esperanza que al final su Inmaculado Corazón triunfará”.