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“BUSCAR AL SEÑOR Y DEJARNOS ENCONTRAR POR ÉL”

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

16 de octubre de 2022 (Oficina de Prensa).- Hoy, la Iglesia celebra el XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Nuestro Arzobispo Metropolitano, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., ha preparado una homilía centrada especialmente en el mensaje del Evangelio de este día, que nos habla del encuentro entre el publicano Zaqueo y Jesús. Nuestro Pastor dijo: «yo te invito a que tengas la audacia de Zaqueo de ir a su encuentro y le acojas en tu corazón. Él se interesa por ti. Vales mucho para Él, porque por ti y por mí, derramó hasta la última gota de su sangre en la Cruz. ¡Él es el Amigo que nunca falla! Podrán los hombres fallarnos, incluso engañarnos, decepcionarnos, murmurar y hablar mal de nosotros, e incluso traicionarnos y perseguirnos, pero nunca el Señor Jesús, nunca el “Señor de los Milagros”, quien por amor a nosotros bajó del Cielo, y en la Cruz dio su vida en rescate por la nuestra».

A continuación, compartimos la Homilía completa de nuestro Pastor:

“Buscar al Señor y dejarnos encontrar por Él”

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

Si el domingo pasado el Señor Jesús nos hablaba de un publicano, pero en una parábola, es decir, en un relato figurado a través del cual buscaba darnos una enseñanza, el Evangelio de hoy Domingo (ver Lc 19, 1-10), nos habla de un publicano real del cual incluso se nos dice su nombre, Zaqueo, que en hebreo significa “el puro, el inocente”. Como sabemos, los publicanos eran colaboracionistas de los romanos, cobraban los impuestos para ellos, y además se enriquecían a costa de la gente, cobrándoles más de lo debido. Eran por tanto personas explotadoras, corruptas y pecadoras. De Zaqueo además se nos dice que, era “jefe de publicanos”, por tanto, su inmoralidad y pecado debían ser mayores. Pero el encuentro con el Señor Jesús cambió su vida, le devolvió la pureza e inocencia, y a pesar de su condición de pecador, encontró misericordia y la gracia de la salvación. Zaqueo buscaba a Jesús, pero era Jesús quien lo estaba buscando a él primero.     

Como nos explica el Papa Francisco, Zaqueo tuvo que superar por lo menos tres obstáculos para encontrarse con Jesús.[1] En ellos podemos encontrar ricas enseñanzas para nuestra vida cristiana. Veamos. El primer obstáculo fue su baja estatura.

Efectivamente, el Evangelio nos dice que, “trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura” (Lc 19, 3). Por eso con astucia y audacia se subió a un árbol, a un sicomoro (árbol del género de las higueras), para verlo pasar por las calles de Jericó. Y Zaqueo, lo consiguió, porque, “cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría” (Lc 19, 5-6).

También nosotros podemos creer que por ser pecadores no estamos a la “altura” de Jesús, que no somos dignos de buscarle, de mirarle, de merecer su amor, su misericordia, su perdón. Y es todo lo contrario, porque todos sin excepción somos hijos amados de Dios (ver 1 Jn 3, 1), también el injusto y pecador. Más aún, el Señor siempre busca con afán a los pecadores para darles su perdón y amor, porque, “pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10). 

Por ello, a pesar de poder tener el alma empequeñecida por el pecado, tengamos la audacia de Zaqueo, y vayamos confiados al encuentro del Señor, y veremos con asombro y alegría, cómo el Señor fija sus ojos en nosotros, nos llama por nuestro nombre, y está dispuesto a darnos su misericordia, y en ella la posibilidad de un nuevo comienzo que nos lleve a crecer en la estatura de la santidad. Más aún, descubriremos con sorpresa que antes que nosotros le buscáramos, Él nos estaba buscando a nosotros, y que la mirada misericordiosa del Señor nos alcanza antes de darnos cuenta de que la necesitamos para ser salvados. Y con esta mirada del divino Maestro, comienza el milagro de nuestra conversión.[2]

Nos dice además el Papa Francisco, que el segundo obstáculo que Zaqueo venció fue la vergüenza paralizante. Pensemos por un momento. Zaqueo era un personaje público, jefe de los publicanos, un hombre de poder, pero muy odiado por la gente que lo conocía bien. Al subirse a un árbol podía hacer un ridículo delante de todos. Pero superó la vergüenza porque su deseo de encontrarse con Jesús y de ser salvado era más fuerte. Zaqueo se arriesgó y actuó. Nos dice el Evangelio que corrió, subió, y luego cuando el Señor lo llamó se dio prisa en bajar (ver Lc 19, 4-6).

Por eso siguiendo el ejemplo de Zaqueo no nos avergoncemos nunca de ir al encuentro con Jesús en la confesión sacramental, a pesar de lo grande y terrible que pueda ser nuestro pecado. No nos dejemos paralizar jamás por la vergüenza, el miedo, o por el temor al qué dirán, porque el Señor siempre nos ama más y mejor.

Finalmente, concluye el Santo Padre, Zaqueo tuvo que enfrentar un tercer obstáculo: la murmuración. Las gentes no sólo se conforman con cerrarle el camino, sino que además lo critican, se llenan de chismes y de habladurías y dicen: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador” (Lc 19, 7). 

La murmuración, no sólo es algo terrible sino además criminal, porque como bien dice el Papa Francisco, no sólo destruye la fama del prójimo, sino que además mata la imagen de Dios en el hermano y por tanto “mata” al prójimo. Más aún dice el Santo Padre, los que viven juzgando al prójimo, hablando mal de él, son hipócritas, porque no tienen la fuerza y la valentía de mirar sus propios defectos.  

Pero Zaqueo no se dejó vencer por el qué dirán de las personas. Si la multitud lo miró y murmuró con despreció, fue la mirada misericordiosa de Jesús lo que le traspasó el corazón, lo llenó de consuelo, y lo movió a la conversión, haciendo de él un hombre nuevo. Zaqueo confío en esa mirada, y a pesar de todo lo que la gente decía de él, no se desanimó. Fue al encuentro de Jesús, le preparó su casa, lo recibió, y eso le cambió la vida: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham” (Lc 19, 8-9). Como Zaqueo, a pesar de quién seas y de lo que hayas hecho, que las murmuraciones y juicios de los demás no te desanimen jamás de ir al encuentro de Jesús. Siempre hay la posibilidad de un nuevo comienzo, porque el amor de Dios es siempre más grande que nuestro pecado: “Grande, Señor es mi pecado, pero mucho mayor es tu bondad. Sí, mucho mayor”.              

Buscar y dejarnos encontrar por el Señor

Queridos hermanos y hermanas: La experiencia de Zaqueo puede ser también la tuya y la mía, más aún en este hermoso mes de Octubre, en que el Señor se muestra misericordioso y compasivo con nosotros, y nos busca con amor.

A pesar de ser una gran multitud de personas las que en Octubre le buscan, el “Señor de los Milagros” nos conoce a cada uno de nosotros. Él, como el Buen Pastor que es, sabe quién eres, sabe tu nombre y conoce tu historia personal, con sus alegrías y dolores, con sus esperanzas y pruebas, con sus aciertos y caídas. Como a Zaqueo, te busca, te mira, y te llama por tu nombre.

Por eso yo te invito a que tengas la audacia de Zaqueo de ir a su encuentro y le acojas en tu corazón. Él se interesa por ti. Vales mucho para Él, porque por ti y por mí, derramó hasta la última gota de su sangre en la Cruz. ¡Él es el Amigo que nunca falla! Podrán los hombres fallarnos, incluso engañarnos, decepcionarnos, murmurar y hablar mal de nosotros, e incluso traicionarnos y perseguirnos, pero nunca el Señor Jesús, nunca el “Señor de los Milagros”, quien por amor a nosotros bajó del Cielo, y en la Cruz dio su vida en rescate por la nuestra.

¡Qué consuelo se siente cuando nos descubrimos amados por Él! Qué sosiego y paz se experimenta cuando se tiene la certeza que ninguno de nosotros, por más pequeño, pecador o pobre que sea, está excluido de su amor. Más aún, sabemos muy bien que los pequeños, los pobres, y los pecadores son sus predilectos, sus preferidos. Búscale, y verás con asombro que Él te ha estado buscando primero, y como a Zaqueo, desde su trono de amor que es la Cruz, te está mirando con amor, y pronunciando tu nombre te dice a ti también: “Baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa” (Lc 19, 5).

San Miguel de Piura, 30 de Octubre de 2022
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

[1] Ver S.S. Francisco, Homilía XXXI Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia – Polonia, 31-VII.2016.

[2] Ver S.S. Francisco, Angelus, 03-XI-2019.  

Puede descargar esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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