ORACIÓN PATRIÓTICA EN EL LXXVII ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL CAP. FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZALES
El Perú tiene la satisfacción de ser cuna de notables santos y de insignes héroes. Sobre lo primero, el Papa Francisco en su reciente visita apostólica a nuestro país afirmó que el Perú es una tierra “ensantada” y por ello tierra de esperanza. En efecto aquí nacieron Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, y también forjaron su santidad entre nosotros Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Macías.
Pero el Perú es también cuna de ilustres héroes. Es la tierra del Gran Almirante y Peruano del Milenio, don Miguel Grau Seminario; del determinado e inquebrantable héroe de Arica, Coronel don Francisco Bolognesi Cervantes; y del joven y heroico aviador, el Gran General del Aire, el Capitán FAP don José Abelardo Quiñones Gonzales, el héroe de Quebrada Seca. Él con su valeroso sacrificio en el cumplimiento del deber, honró los colores de nuestro sagrado pabellón nacional enrojeciéndolo aún más para así hacer realidad lo que desde niños aprendimos en el colegio sobre los colores de nuestra sagrada Bandera: roja por la sangre de nuestros héroes y blanca por la pureza de nuestros santos. Quiñones murió en la juventud de su vida, a los 27 años de edad, defendiendo la integridad territorial y el honor de la Patria.
Ciertamente los santos y los héroes son los mejores frutos de un país, y el Perú los tiene en abundancia. Ellos constituyen nuestra mejor reserva espiritual y moral, tanto por la ejemplaridad de sus vidas como por la alta escala de virtudes y valores que encarnaron. Ellos son para todos nosotros un claro ejemplo a seguir, pero sobre todo son fuente de esperanza, ya que si bien el Perú puede ser en el devenir de su historia “problema”, como con dolor lo estamos viendo estos días, es también y sobre todo, “posibilidad”, según la acertada y célebre expresión de Jorge Basadre Grohmann, nuestro gran historiador de la República. Nuestros santos y héroes jamás deben ser olvidados, y por ello hoy estamos aquí reunidos para honrar su memoria.
En torno al heroísmo de don José Abelardo Quiñones Gonzales gira hoy nuestra meditación, llena de admiración y de profunda gratitud, al cumplirse el 77° aniversario de su inmolación. Con su sacrificio, el joven Quiñones hizo realidad la máxima que siempre guió su vida de hombre de armas: “El aviador llegado el momento debe ir hasta el sacrificio”.
Lo sucedido el 23 de julio de 1941 no fue el fruto de un acto fortuito o de la fatalidad, sino el resultado y la consecuencia de una vida que se formó y preparó con dedicación y anhelo para ese momento, y cuando éste llegó supo reconocerlo y vivirlo en plenitud como él mismo lo afirmaba en vida: “Todo ser humano tiene en el camino su pedestal de héroe. El mérito consiste en que, llegado el momento, tenga el coraje suficiente para subirse a él”.
El aviador peruano que de niño jugaba y soñaba con su cometa y volaba planeadores, llegó a la gloria y se convirtió para siempre en el modelo acabado de todo lo que un aviador militar puede ser y debe llegar a ser.
Quiñones no era sólo un extraordinario piloto y un brillante militar, era sobre todo una persona de altos valores morales y de grandes capacidades personales y profesionales, forjadas en el seno de su familia, en los colegios donde se educó, y en su querida Fuerza Aérea, llamada en ese entonces Cuerpo Aeronáutico del Perú. Resaltaba en él su profundo espíritu patriótico nutrido por su más puro, noble y desinteresado amor por su Patria, el Perú.
Quiñones comprendía mejor que nadie el sentido profundo de la célebre expresión de Jorge Chávez Dartnell pronunciada por este aviador peruano momentos antes de expirar el 27 de septiembre de 1910 después de haber efectuado su vuelo triunfal sobre los Alpes, y que hoy es el lema de nuestra gloriosa Fuerza Aérea del Perú: “Arriba siempre arriba”. Es decir mirar siempre hacia lo alto buscando en todo momento la gloria del Perú aunque en ello se nos vaya la vida.
Y así llegó en la vida de nuestro Héroe ese glorioso amanecer del 23 de julio de 1941. La noche del día anterior, se produjo un inesperado ataque ecuatoriano contra el puesto peruano en Lechugal. Casi simultáneamente hubo ofensivas contra Pocitos en Aguas Verdes las cuales fueron rechazadas por nuestro Ejército.
No obstante había una fuerte presencia de artillería ecuatoriana complementada por numerosas baterías de ametralladoras en Chacras y Quebrada Seca que debían ser silenciadas. Con esta misión se alzó en vuelo a las 6:45 horas del 23 de julio de 1941, la Escuadrilla 41 del XXI Escuadrón de Caza, comandada por el teniente comandante Antonio Alberti y completada por los valerosos tenientes Fernando Paraud Dubreuil, José Quiñones Gonzales y el alférez Manuel Rivera López Aliaga, todos ellos a bordo de aviones de caza North American NA-50. Quiñones había dado al suyo el indicativo de “Pantera”, animal que se caracteriza por ser un hábil cazador.
Una vez sobre el objetivo y en la segunda intervención de la escuadrilla la aeronave de nuestro Héroe fue alcanzada por el intenso fuego de armas ligeras y empezó a incendiarse. Lejos de salvarse saltando en paracaídas, en cuyo uso era diestro, Quiñones logró restablecer el control de su aeronave y fiel a la consigna, “derribado, pero sobre el objetivo”, el valeroso cazador dirigió su avión contra el reducto enemigo provocando un gran estallido que silenció para siempre las baterías adversarias.
Para Quiñones llegó el momento supremo de su sacrificio. Había inmolado su joven vida en aras de la Patria y del sagrado deber de defenderla. Su espíritu se elevó a la eternidad en llamaradas de gloria. Su holocausto contribuyó decididamente a la victoria de lo que hoy conocemos como la Batalla de Zarumilla.
El Teniente Coronel Alberti dio el siguiente parte–testimonio del sacrificio de nuestro Héroe. Fiel al estilo militar, lo hace de manera directa, clara y lacónica, pero en el fondo percibimos su conmoción por el compañero de armas caído así como su profunda convicción de la heroicidad de Quiñones:
“Comando del XXI Escuadrón de Caza y Guía de la 41 Escuadrilla.
Se dio cumplimiento a la misión, silenciando y destruyendo las posiciones enemigas de Quebrada Seca, al finalizar la intervención de la Escuadrilla. Durante la operación, la Escuadrilla recibió un intenso fuego de artillería antiaérea, como se aprecia por los impactos dejados en los aviones; ya que cada uno de ellos exhibe de 15 a 20. Sobre el objetivo, y en la segunda intervención de la Escuadrilla, sufrimos la pérdida del Teniente José Quiñones, ya que su avión fue alcanzado por la artillería antiaérea, incendiándose y cayendo completamente en llamas, sobre las posiciones de Quebrada Seca. Este Comando estima que el sacrificio del Teniente José Quiñones debe ser calificado de HÉROE y MÁRTIR caído en acción de armas y recomienda su ascenso póstumo considerándosele merecedor de la gratitud nacional”.
La campaña militar de 1941 evidenció una vez más el gran espíritu combativo de nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional, llamada esta última en aquel entonces “Guardia Civil”. Pero en dicha campaña hay que destacar el rol de la aviación peruana que se mostró particularmente activa, cumpliendo misiones de reconocimiento, bombardeo y hostigamiento, convirtiéndose la Fuerza Aérea en un arma decisiva para la victoria.
Ello fue posible gracias a hombres como Quiñones pero también a que nuestro poder aéreo no se había descuidado, y por eso es importante que el Supremo Gobierno destine siempre los recursos necesarios para adquirir y mantener aquellos aviones y equipos que la Fuerza Aérea necesita para que pueda cumplir con su misión, la cual consiste en “emplear el poder aeroespacial en la defensa del Perú de sus amenazas y en la protección de sus intereses, en el control del orden interno, en el desarrollo económico y social del país, en la defensa civil y en el apoyo a la política exterior; a fin de contribuir a garantizar su independencia, soberanía e integridad territorial y el bienestar general de la Nación”. No hacerlo es deshonrar la memoria de nuestros Héroes y poner en peligro al Perú.
Quiñones con su acción heroica, siguió la sacrificada senda de tantos peruanos ilustres que se agigantaron antes las amenazas a las que está expuesta nuestra Patria. Prefirió entregar su vida para que las futuras generaciones de peruanos pudieran heredar un patrimonio íntegro, lleno de honor, libertad y gloria, y con sus posibilidades intactas para su desarrollo integral. Su amor al Perú, hizo que se agigantara ante la adversidad. Evocando hoy su acto heroico, ¿seremos capaces como Quiñones de agigantarnos frente a los enemigos que siempre asechan a nuestra Patria como son entre otros la desunión, la corrupción, la improvisación, la falta de solidaridad especialmente con los más pobres, la injusticia, la adulación, el pesimismo, la envidia, la falta de compromiso, la queja y el pedido fácil, y el socavar las buenas iniciativas de los otros?
A diario se presentan ante nosotros innumerables ocasiones para construir un Perú más unido, justo y reconciliado. ¿Seremos capaces como Quiñones de tener el coraje de subirnos a estas oportunidades que nos brinda el día a día y así contribuir a la grandeza de la Patria?
Que el recuerdo emocionado de Quiñones el día de hoy nos eleve a niveles superiores de hermandad entre los peruanos. Que nunca más se diga de nosotros, “que no hay peor enemigo de un peruano que otro peruano”. Más bien cultivemos el amor al Perú, Patria bendita regada por la virtud y la sangre de nuestros santos y héroes. Enseñemos a nuestros hijos que hemos recibido un Perú con una rica tradición de fe cristiana, de santidad, de gloria y de heroísmo, y si hoy la Bandera de nuestra Patria flamea intacta y soberana sobre nosotros, y a cuya sombra podemos reunirnos en torno al altar del Señor, es gracias al sacrificio de tantos que como Quiñones nos reclaman con verdadero derecho, compromiso, lealtad y un suplemento de amor al Perú.
Quiero concluir estas palabras con las que escribiera de alférez, el hoy Mayor Giancarlo Sáez Mendoza, joven oficial de nuestra Fuerza Aérea formado en la especialidad de helicopterista. Considero que en ellas siguen vivos los ideales de Quiñones y por tanto son dignas de atención y de reverente acogida de parte de todos nosotros:
“Señores, si alguna vez cuentan la historia de la Fuerza Aérea del Perú, me gustaría que afirmen que está inspirada en hombres de honor. Digan que está inspirada en hombres que ya desde niños jugaban con cometas, que escribían y presagiaban públicamente su destino antes de morir, que pedían voluntariamente ser puestos al frente de la batalla y que al ser alcanzados por el fuego contrario volvían al combate prefiriendo el logro de la misión más que a su vida, me gustaría que digan que está inspirada en el Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, Gran General del Aire del Perú”.
¡Honor y gloria al Capitán FAP José Abelardo Quiñones!
¡Honor y gloria a la Fuerza Aérea del Perú!
¡Honor y gloria a nuestra Patria: el Perú!
San Miguel de Piura, 22 de julio de 2018.
Día de la Aviación del Perú