LXXIII ANIVERSARIO DE LA INMOLACIÓN DEL CAP. FAP. JOSÉ ABELARDO QUIÑONES GONZÁLES
ORACIÓN PATRIÓTICA
Al comenzar esta oración patriótica quiero en primer lugar saludar a nuestra Fuerza Aérea por celebrarse hoy el “Día de la Aviación del Perú” con ocasión del 73° aniversario del heroico sacrificio del Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzáles, quien ofrendara su vida por la Patria durante el conflicto que sostuvo el Perú con el Ecuador el año de 1941.
En reconocimiento a su generosa entrega, nuestra Nación ha correspondido declarándolo “Héroe Nacional del Perú”, mediante la Ley N° 16126 del 10 de mayo de 1966 y le ha conferido en forma póstuma el grado de Gran General del Aire, a través de la Ley N° 29160 del 18 de diciembre de 2007.
Pero este año nuestra celebración reviste especial realce y solemnidad por estar conmemorándose el centenario de su natalicio y haber aprobado el Congreso de la República el pasado 15 de abril, que el espacio aéreo peruano lleve de ahora en adelante el nombre de “Cielo de Quiñones”.
Quiñones nos ha dejado un inmenso ejemplo de amor por la Patria. Antes de su inmolación había afirmado: “Todo ser humano tiene en el camino su pedestal de héroe, el mérito consiste en que llegado el momento, tenga el coraje suficiente para subirse a él”.
Nuestro héroe presentía que ese momento estaba cercano en su vida, por ello estando destacado en Tumbes en plena guerra con el Ecuador, el joven de apenas 27 años que había recibido la orden de trasladarse a Chiclayo, saltándose a sus superiores inmediatos le escribe directamente el 13 de julio al teniente coronel Manuel A. Odría solicitándole reconsiderar la decisión pues quiere quedarse y defender a su país. Quiñones concluye su carta con las siguientes emocionantes palabras que rebozan patriotismo: “Rogándole disculpe la forma de dirigirme a usted y esperando que interprete el deseo ardiente de un oficial subalterno de servir a su Patria, despídome respetuosamente”. La solicitud es aceptada y diez días después muere entregando su vida por el Perú a quien tanto amó.
El 23 de julio de 1941, la 41ª Escuadrilla, integrante del XXI Escuadrón de Caza, despegó de Tumbes a bordo de sus aviones North American NA-50 con la misión de silenciar las baterías antiaéreas y los nidos de ametralladoras ecuatorianas apostadas en Quebrada Seca para así abrir paso a las tropas peruanas. La escuadrilla la integraban el teniente comandante CAP Antonio Alberti Bonino, como su comandante; los tenientes CAP José Abelardo Quiñones y Fernando Paraud Dubreil y el alférez CAP Manuel Rivera López Aliaga. Nuestro héroe había bautizado a su apreciado avión con el nombre de “Pantera”. Pocos minutos después de levantar vuelo ya estaban sobre el objetivo e iniciaron el bombardeo del puesto de Quebrada Seca.
De la heroicidad de Quiñones no hay dudas. A su carta manifestando su deseo de no retornar a Chiclayo para seguir defendiendo al Perú, se suma de manera concluyente el testimonio del Alférez CAP Manuel Rivera López Aliaga, quien describe con las siguientes palabras tomadas de su bitácora, el sacrificio del héroe máximo de nuestra aviación militar: “Siendo las siete de la mañana decolamos. A los pocos momentos cruzamos el río Zarumilla sobre la vertical de Huaquillas y tomamos el rumbo hacia Quebrada Seca, pero a media carrera el avión de Quiñones, cuando empezaba a soltar las bombas, es alcanzado por la artillería antiaérea enemiga. En segundos comienza a incendiarse, espero que salte, son momentos de angustia. Lógicamente él debía saltar porque era paracaidista, pues había hecho varias veces saltos en maniobras y sabía hacerlo muy bien; pero, en esta ocasión no lo hizo y prefiere, quemándose, enderezar su avión y estrellarlo contra las baterías enemigas. Tengan en cuenta de que yo me encuentro volando metros atrás de su avión, así es que me he dado cuenta perfecta de toda la maniobra”, relata Rivera. De esta manera no sólo Quiñones supo reconocer el momento preciso que la historia le ponía por delante para subirse con coraje al pedestal de héroe, sino que además vivió en plenitud lo que tantas veces había compartido con sus compañeros de armas: “El aviador llegado el momento, debe ir hasta el sacrificio”. Podemos afirmar que el suyo es el del sacrificio en el cumplimiento del deber por amor al Perú. Por eso hoy todos los peruanos honramos su memoria y los miembros de nuestra Fuerza Aérea lo contemplan como el modelo a seguir que inspira sus conductas de vidas, sea como oficial, como subalterno o miembro de tropa.
Quienes lo conocieron nos han transmitido una descripción muy completa de su personalidad que resulta muy impresionante. Quiñones era una persona llena de vitalidad, alegre, extrovertida y querida por todos, portador de un carisma jovial y bromista. Era noble y leal con sus amigos, hijo respetuoso y amoroso con sus padres, un buen deportista y un mejor estudiante, por ello se graduó con el primer puesto de su promoción en la especialidad de piloto de caza recibiendo el “Ala de Oro” de la Fuerza Aérea. Amaba entrañablemente al Perú con su historia y tradiciones. Era valiente e intrépido. Demostración de ello es el audaz vuelo invertido que realizó a menos de un metro de altura el día de su graduación el 21 de enero de 1939. Quienes lo conocieron afirman que solía hacer todas las cosas según la máxima perfección posible, es decir según el máximo de sus posibilidades y capacidades. Era igualmente una persona muy madura y decidida. Como anécdotas que confirman esto último podemos decir que ya a los doce años de edad, durante sus estudios en el Colegio San José de su natal Chiclayo y alentado por su profesor, el alemán Karl Weiss, Quiñones ya había decidido que su vocación era la aviación. Nada ni nadie lo hará cambiar de opinión. Asimismo relatan algunos compañeros suyos de la Escuela de Aviación, que un día un profesor advertía que la Fuerza Aérea del Perú carecía de un héroe nacional, por lo que el entonces joven cadete Quiñones se levantó de su asiento y con voz enérgica dijo: “Presente”.
Con sólo 27 años de edad, Quiñones nos dio un claro ejemplo de integridad y entrega por su patria, el Perú. Qué ejemplo para nuestra juventud de hoy muchas veces tentada por una anti cultura del egoísmo y el individualismo, del conformismo y de la mediocridad. Quiñones es el joven que se traza grandes metas e ideales, que sueña con ir “arriba siempre arriba, hasta alcanzar la gloria”, que quiere darlo todo por su país porque es consciente que el Perú siempre debe ir primero.
A él se pueden aplicar las palabras del libro de la Sabiduría: “El justo aunque muera prematuramente tendrá descanso; vejez venerable no son los muchos años ni se mide por el número de éstos…Edad avanzada es una vida sin tacha…Agradó a Dios y Dios se lo llevó…Maduró en pocos años, la gente lo ve y no lo comprende” (ver Sab 4, 7-15).
De la enseñanza que nos deja la vida de Quiñones, quisiera resaltar cinco rasgos que considero nos pueden servir de inspiración para vivir nuestra vida de tal manera que hagamos lo ordinario extraordinariamente bien y así seamos fermento de virtudes y valores en la vida social.
En primer lugar nuestro héroe siempre piensa en grande, mantiene en todo momento la vista levantada y aspira a los nobles ideales aun cuando ellos parezcan difíciles de alcanzar. Como él, esforcémonos en soñar en grande alimentando nuestra confianza en la capacidad creativa que proviene de la gracia de Cristo crucificado. Como él soñemos y los sueños nos quedarán cortos.
En segundo lugar como Quiñones estemos totalmente entregados a vivir nuestra vocación. Este es un rasgo magnífico de su vida. Todo lo que hacía en la Fuerza Aérea lo hacía bien. Vivía su ser de aviador militar a fondo. Quiñones tenía muy presente lo que reza un antiguo lema espiritual: “La medida de la grandeza de tu vida es la medida de la causa a la que sirves”.
En tercer lugar veía su trabajo cotidiano no como una carga sino como una oportunidad para llegar a ser aquello a lo que estaba llamado. No es difícil imaginar a nuestro joven capitán siempre lleno de entusiasmo, llevando adelante las órdenes y la rutina de cada día con fervor y dedicación total, con un profundo amor a su Patria y a su Institución, sea como cadete en la escuela de aeronáutica o como joven oficial, sea en el rigor del entrenamiento o cuando volaba en el cielo que ahora lleva su nombre. Pero sobre todo descubrió su trabajo como una oportunidad cuando llegó el momento de volar a la inmortalidad.
En cuarto lugar, destaca en Quiñones su capacidad emprendedora. Siempre lo vemos dispuesto a más. El sustantivo “exageración” no existe en su vocabulario. Así lo evidencia su arrojo y valor demostrado constantemente a lo largo de toda su vida de oficial de nuestra Fuerza Aérea. Los propósitos de vida que ha decidido llevar adelante no se quedan en el mero deseo.
Es esforzado y sacrificado, radical y abnegado, no se cansa, más bien lucha constantemente por superarse hasta alcanzar la hazaña inmortal.
Finalmente es buen compañero y amigo. Que importante es esta característica de su personalidad. Por ello hoy les digo a ustedes miembros de nuestra Fuerza Aérea: Sepan compartir los momentos alegres y aquellos difíciles, no ignoren a quien entre ustedes se encuentre en dificultad y a veces tiene necesidad de un gesto de aliento, de ayuda y de amistad. Rechacen siempre todo aquello que los divida más bien fomenten todo aquello que los una.
Queridos aviadores militares, como vuestro ínclito patrono el Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzáles, sean fieles a su vocación. Sean fieles a lo que han forjado en el corazón durante sus años de formación castrense y tengan la certeza de que el Señor está siempre a su lado, sosteniendo vuestro camino, especialmente cuando se siente el cansancio y la incertidumbre en la vida. Él no abandona jamás. ¡Jesús es el amigo que nunca falla!
De manera especial les pido que cultiven una vida cristiana seria y constante siendo hombres y mujeres de oración, de vida sacramental, de profunda fe. Cristo, quien por el misterio de la encarnación revela plenamente el hombre al hombre descubriéndole la sublimidad de su vocación y misión, abraza toda la existencia y eleva las virtudes y los valores de la vida castrense llevándolos a su plenitud.
Concluyo estas palabras encomendando y consagrando a nuestros aviadores militares a la Santísima Virgen María a quien le profesan una singular piedad filial:
Nuestra Señora de Loreto, patrona de los aviadores
intercede por ellos ante el Padre que ha creado el espacio,
ante el Hijo que ha abierto el cielo a los hombres,
ante el Espíritu Santo que ilumina con sus dones las rutas de la vida.
Concédeles un alma limpia,
un corazón fuerte,
una pasión de servicio incansable
y una juventud de espíritu
tan grande como el horizonte
que sus ojos contemplan en cada vuelo y misión.
Haz que guiados por Ti
atraviesen sin miedo las tormentas
que quizá les aguarden en la vida.
Dales descanso para la fatiga
y sacia su sed de paz y felicidad.
En Ti tus hijos de la Fuerza Aérea del Perú
ponen hoy y siempre toda su confianza.
Que así sea. Amén
San Miguel de Piura, 23 de julio de 2014
