Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI 2021

“Jesús Eucaristía bendice a nuestra Patria”

Hoy celebramos la solemnidad del “Corpus Christi” o también llamada del “Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”. Esta fiesta es ocasión privilegiada para que renovemos nuestra fe y devoción en este gran milagro del amor divino. El Señor Jesús, se hace realmente presente en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, verdadero memorial de su pasión, muerte y resurrección.

Esta fiesta, se remonta al año 1246, cuando el entonces Obispo de Lieja-Bélgica, Monseñor Roberto de Thourotte, la instituyó en su diócesis. Unos pocos años después, en 1264, el Papa Urbano IV, a raíz del milagro eucarístico de Bolsena y Orvieto, extendió esta fiesta a toda la Iglesia universal, expresando así la importancia de adorar el Cuerpo eucarístico del Señor Jesús, Nuestro Reconciliador.  Efectivamente, cuenta la historia que, en el año 1264, el sacerdote Pedro de Praga, natural de Bohemia, dudaba sobre el misterio de la transustanciación del Cuerpo y Sangre de Cristo en la Eucaristía. Por este motivo, acudió en peregrinación a Roma para pedir sobre la tumba de San Pedro la gracia de una fe fuerte en la presencia real de Nuestro Señor en el misterio eucarístico. De regreso de Roma, Dios se le manifestó de manera milagrosa, ya que cuando celebraba la Santa Misa en la ciudad de Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró llenando el corporal de la Preciosa Sangre de Cristo.

La noticia del prodigio llegó pronto al Papa Urbano IV, que se encontraba en Orvieto, ciudad cercana a Bolsena. Hizo traer el corporal y, al constatar los hechos, instituyó la Solemnidad de Corpus Christi. El mismo Papa Urbano IV encargó nada menos que a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio litúrgico propio para esta fiesta, así como la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo Eucaristía, oraciones y cánticos sagrados que hasta el día del hoy se emplean en la liturgia de esta hermosa fiesta.

Forma parte de esta solemnidad la tradicional procesión eucarística que sigue a la celebración de la Misa. Este año por la emergencia que vivimos y por ser mañana día de elecciones, no podremos realizarla, pero al finalizar esta Eucaristía tendremos un momento de Exposición Solemne con el Santísimo Sacramento, para que Jesús Eucaristía derrame su bendición sobre todos y cada uno de nosotros, en especial, sobre nuestro querido Perú, que mañana tiene una jornada democrática decisiva para su futuro en libertad, unidad y paz.

Jesús, desde la Hostia Santa nos dice: ¡No se dejen desalentar por el mal! ¡Yo, el Señor, estoy con ustedes! ¡No tengan miedo! Por eso el Papa Francisco nos enseña: “El Cuerpo y la Sangre de Cristo sean para cada uno de ustedes una presencia y un apoyo en medio de las dificultades, un consuelo sublime en el sufrimiento de cada día y una prenda de resurrección eterna”.[1]

El Señor Jesús ha querido permanecer en medio de nosotros en este sacramento admirable cumpliendo así con su promesa: “He aquí que estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).  Jesús no sólo se queda durante la Misa, sino también después de ella, bajo las especies reservadas en el Sagrario. Jesús Eucaristía es entonces el Dios cercano, el Dios Amigo que nos espera, el Dios que ha querido permanecer con nosotros amándonos. La Eucaristía es verdaderamente “Misterio de la Fe”, misterio que supera todo pensamiento y que pone a prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias. Aquí fallan nuestros sentidos, pero nos basta sólo la fe enraizada en las palabras de Cristo, que los Apóstoles y Evangelistas nos han transmitido: “Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre”.[2]

Por eso San Agustín nos dirá con sencilla, pero a la vez profunda belleza: “El pan que estáis viendo sobre el altar, santificado por la palabra de Dios, es el Cuerpo de Cristo. El cáliz o, más exactamente, lo que contiene el cáliz, santificado por la palabra de Dios, es la Sangre de Cristo. Mediante estos elementos quiso Cristo, el Señor, confiarnos su Cuerpo y su Sangre que derramó por nosotros para la remisión de los pecados”.[3]

Nunca debemos olvidar que esta presencia real se deriva del sacrificio de la Cruz que cada celebración de la Misa actualiza. El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la Misa, son un único sacrificio.

Por eso ir a Misa significa ir al Gólgota para encontrarnos con Él, que es nuestro Salvador. Nunca se nos olvide que esta presencia suya en la Eucaristía también nos encamina a la comunión sacramental, a esa íntima unión de nosotros, los creyentes, con el Señor de la Vida: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él”. (Jn 6, 54-56).

Por eso la Eucaristía es también verdadero banquete, donde el Señor Jesús es nuestro alimento de vida eterna. Por la comunión sacramental, Dios entra a nuestro corazón, como un anticipo de la unión que tendremos con Él en el Cielo. La Eucaristía es anticipo del Paraíso y prenda de la gloria futura, “un resquicio del Cielo que se abre sobre la tierra”. Pero ello, lejos de conducirnos a evadirnos del mundo en el que vivimos y de los desafíos que éste nos presenta, la Eucaristía, más bien, nos da el impulso en nuestro caminar cristiano por la historia. En esta hora de tanto sufrimiento, donde muchos hermanos están enfermos, donde otros han perdido sus trabajos, donde miles se han empobrecido y están hambrientos, que este Sacramento de Amor nos mueva a la solidaridad, a la caridad, a la misericordia, a trabajar por construir una sociedad honesta y solidaria, es decir, digna de la persona humana, donde los más débiles, los vulnerables, los más pequeños y los más pobres estén en el primer lugar de nuestras preocupaciones, especialmente en la de aquellos que tienen el deber de asistirlos.

Sin lugar a dudas: “La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo no puede permanecer indiferente ante quienes carecen del pan cotidiano”.[4]

Nuestros mayores rendían honor y alabanza a Jesús Eucaristía con un himno que, como hermosa tradición eucarística, entonamos hasta el día de hoy. Me refiero al himno eucarístico “Oh Dios, Eucaristía”. Este himno, fue compuesto para el Primer Congreso Eucarístico del Perú, celebrado el año 1935. Se canta en nuestra Patria desde entonces, y ha servido para que los peruanos adoremos a Jesucristo hecho alimento divino y presencia actuante en la Iglesia. En una de sus estrofas cantamos: “Triunfal sobre los Andes, rendidos a tus plantas, oh, Cristo en la Hostia Santa por siempre reines Tú, y sean de tu nombre, por honda fe alentados, intrépidos cruzados, los hijos del Perú”.

En la víspera de ir a las urnas, en donde nos jugamos el futuro de nuestro Bicentenario, pidámosle a Jesús Eucaristía, realmente presente en la Hostia Santa, que mañana bendiga a nuestra Patria y nos ilumine. Que libre al Perú de todo peligro presente y futuro que ponga en riesgo su paz, el orden social y los derechos fundamentales de todos los peruanos, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. Que Jesús Eucaristía, nos ayude a preservar nuestra frágil democracia, y con ella la libertad, la justicia, la unidad y la amistad social en el Perú.  

Que María Santísima, Mujer Eucarística, también nos bendiga, nos cubra con su manto maternal y aleje de nosotros hoy y siempre todo peligro y todo mal. Amén.

San Miguel de Piura, 06 de junio de 2021
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

[1] S.S. Francisco, Audiencia General, 02-VI-2021.

[2] Ver S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 60.

[3] San Agustín, A los recién bautizados, Sermón 227.

[4] S.S. Francisco, En Twitter, 03-VI-2021.

Puede descargar el archivo PDF de esta Homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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