Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO CON OCASIÓN DE LA XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

“Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros y especialmente por nuestros enfermos”

El día de hoy, en que celebramos la 29ª Jornada Mundial del Enfermo, día en que recordamos la Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, ofrezco esta Eucaristía por todas las personas enfermas de Piura y Tumbes, especialmente aquellas afectadas por el terrible mal del Covid-19. Pido también por todos aquellos que cuidan de nuestros enfermos, tanto en los Hospitales y Centros de Salud, como en el seno de sus hogares. A todos les expreso mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que les aseguro la solicitud y el compromiso de la Iglesia con su oración y sus obras de misericordia. Que, por la intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, el Señor conceda la salud de alma y cuerpo a todos nuestros enfermos, y fortalezca a quienes los asisten y acompañan en este tiempo de gran tribulación, que es la presente pandemia.

Si bien es nuestro deber atender a todos los enfermos, ya que la salud es un bien común primario, quiero recordar que los ancianos están entre los más afectados por la presente pandemia. El número de muertos por Covid-19 entre las personas mayores de 65 años es impresionante, en el caso de nuestro País el número de fallecidos de la tercera edad bordea el 75%, y por tanto se presenta como el grupo más frágil y vulnerable que, junto con los pobres, debe merecer la especial atención del sistema de salud. Como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje por la Jornada Mundial del Enfermo: “Los ancianos, los más débiles y vulnerables, no tienen siempre garantizado el acceso a los tratamientos y no siempre es de manera equitativa”. Esto no puede ser así en nuestro caso. Desde aquí, exhorto al Gobierno y a todos aquellos que ocupan cargos de responsabilidad en el sector salud, a invertir todos los recursos necesarios en el cuidado y la atención de las personas enfermas.

Quiero también en esta fecha, destacar una vez más, la entrega y la generosidad de los médicos, enfermeras, personal de salud, sacerdotes, consagrados y consagradas, quienes, con profesionalidad, abnegación, alto sentido de responsabilidad y amor al prójimo, han ayudado, cuidado, consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares en este casi un año que llevamos de pandemia.

El testimonio de ellos debe recordarnos a todos nosotros que, en nuestra vida cristiana, la cercanía, la compasión y la misericordia son un bálsamo de consuelo y esperanza para la vida de los enfermos y necesitados, por lo que cada de uno nosotros está llamado a ser, según sus posibilidades y capacidades, el buen Samaritano, que, con compasión, se acerca a todo ser humano herido por el pecado y la enfermedad.

En los actuales tiempos de individualismo imperante, qué importante es vivir el amor fraterno en Cristo, que engendra una comunidad capaz de sanar, que no abandona a nadie, sino que más bien incluye y acoge a todos, especialmente a los más frágiles. En la relación con los enfermos, vivamos pues el mandamiento nuevo del amor que Jesús nos dejó (ver Jn 13, 34-35). Como nos recuerda el Papa Francisco, una sociedad es tanto más humana y cristiana, cuando más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y que sabe hacerlo con una eficiencia animada por el amor, que es Dios (Ver 1 Jn 4, 8).

Hoy celebramos a nuestra Madre Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de Lourdes, Patrona y Salud de los Enfermos, un día como hoy, en el Año del Señor de 1858, la Virgen María se apareció a Santa Bernardita Soubirous, una humilde y pobre campesina de catorce años, en la gruta de Massabielle.

En las diversas apariciones de la Virgen, que se prolongaron hasta el 16 de julio de ese año, y que sumaron un total de 18 apariciones. Nuestra Señora le pidió a Santa Bernardita que se le edifique un santuario a donde los peregrinos pudiesen acudir y le pidió escarbar en el fondo de la gruta y del lugar empezó a brotar agua, la cual hasta nuestros días ha sido fuente de milagrosas curaciones. Agua natural, que es todo un símbolo de la bondad y de la misericordia divinas.

En la aparición del 25 de Marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, y ante la insistente pregunta de Santa Bernardita, quien le pedía a la bella Señora que le dijera su nombre, la Virgen le respondió: “Soy la Inmaculada Concepción”. Apenas cuatro años antes se había definido este Dogma Mariano, lo cual fue para las autoridades eclesiásticas de aquel entonces un signo de la autenticidad de las apariciones, ya que, por su condición pobre y humilde, era imposible que Santa Bernardita conociese de este Dogma. Ya la Virgen le había dicho a nuestra Santa: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”, este Mensaje debe llenarnos a todos, pero especialmente a los enfermos, de profunda esperanza, porque la última palabra no la tiene el mal, el pecado, la enfermedad y la muerte, sino Cristo Resucitado.

El Mensaje que la Santísima Virgen María dio en Lourdes, puede resumirse en los siguientes seis puntos:

  1. Es un agradecimiento del Cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes por el Beato Pio IX (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.              
  1. Derramó innumerables gracias de sanaciones físicas y espirituales, para que nos convirtamos a Cristo en su Iglesia. Lo cual sigue haciendo hasta el día de hoy.
  1. Es una exaltación a la virtud de la pobreza y humildad, aceptadas cristianamente al escoger a Santa Bernadita como instrumento de su mensaje.
  1. Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la Cruz. «Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro».
  1. En todas las apariciones, la Virgen, vino con su Rosario: De ahí la importancia de rezarlo siempre.
  1. Finalmente, la importancia de la oración, la penitencia y la humildad. También, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y los enfermos; y un apremiante llamado a la conversión y la confianza en Dios en todo momento.

Que María Santísima, Madre de Misericordia y Salud de los Enfermos, desde su Gruta de Lourdes, sostenga nuestra fe y esperanza, nos ayude a cuidarnos unos a otros con amor fraterno, y nos alcance de su Hijo, la gracia de ver pronto el fin de la pandemia.

San Miguel de Piura, 11 de febrero de 2021
Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes 

Puede descargar el archivo PDF de esta Homilía de nuestro Arzobispo desde AQUÍ

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