Homilías

HOMILÍA CON OCASIÓN DEL 191º ANIVERSARIO DEL GRITO LIBERTARIO DE PIURA – 2012


La lección de la historia

Un día como hoy hace 191 años, los piuranos decidieron en Cabildo Abierto y por inmensa mayoría, proclamar la Independencia. Su patriotismo los llevó a desafiar en aquel entonces a más de 600 bayonetas y fusiles que estaban acuarteladas en nuestra Ciudad al servicio de la corona española. Piura siguió así a Trujillo y a Lambayeque que en días previos habían manifestado su adhesión a la causa emancipadora.

Esta iglesia de San Francisco de Piura, que hoy nos acoge en la celebración eucarística que ofrecemos por nuestra querida Ciudad y Región, fue escenario de este acontecimiento histórico y por tanto perenniza el heroico gesto patrio de los piuranos que pronunciaron el grito libertario a favor de la causa emancipadora.

Hoy rendimos homenaje a los insignes próceres de la Independencia de Piura, como don Miguel Jerónimo Seminario y Jaime, Manuel del Valle, José María Arellano, Buenaventura Raygada, Tomás Arellano, Juan Manuel López, José Antonio Vilela y Manuel Diéguez, entre otros, a quienes se sumaron entusiastas el pueblo de Piura en general y la juventud piurana en particular. La Proclamación de la Independencia en Piura tuvo un gran mérito: fue un acto pacífico, de madura inclinación libertaria, fruto de la confianza recíproca y la capacidad de entablar un diálogo constructivo entre todas las partes.

En los tiempos actuales que vive el Perú, tiempos marcados por la intransigencia y el sectarismo que conducen a la exaltación y a la violencia, nos viene muy bien este ejemplo y enseñanza de nuestros mayores, ya que el verdadero desarrollo y la auténtica paz se construyen a través de la vía maestra y siempre actual del diálogo, que tiene como finalidad no la supremacía de la fuerza y del interés, sino la afirmación de una justicia ecuánime y solidaria, fundamento seguro y estable para la convivencia. (1)

El Libertador San Martín agradeció al pueblo de Piura su pronunciamiento y en carta personal enviada a don Miguel Jerónimo Seminario y Jaime, fechada en Huaura el 09 de abril de 1821, elogió su patriotismo acrisolado.

El don de la Libertad

La celebración del Grito Libertario de Piura, nos lleva a pensar en el don de la libertad por el cual trabajaron tan ardorosamente nuestros antepasados hace 191 años. La libertad es el don más grande que Dios hace a la persona humana. Más aún, “la libertad es, en el hombre, signo eminente de la imagen divina y, como consecuencia, signo de la sublime dignidad de cada persona”. (2)

Junto con la verdad, la justicia y el amor, la libertad es un valor fundamental de la vida social y es indispensable para el verdadero progreso.

Lamentablemente, y a pesar que la cultura moderna ha hecho de la libertad su bandera, hoy en día es uno de los valores peor entendidos y más gravemente maltratados, comprometiéndose así seriamente la dignidad de la persona humana y su convivencia social.

Son dos los peligros que considero hoy existen en torno a la libertad. El primero consiste en la tentación de ejercer la libertad, prescindiendo de la dimensión ética, es decir sin consideración alguna al bien y al mal moral. Según esta concepción, la libertad es poder hacer todo lo que a uno se le antoja sin ser impedido por nada ni nadie. Una forma así de entender el valor de la libertad es simplista y su influjo es devastador, ya que abre las puertas a lo que el Beato Juan Pablo II denominaba con acierto “libertad perversa”, que es aquella falsa libertad que confiere poder absoluto sobre los demás y en contra de los demás y de la cual surge una “cultura de muerte”. En esta falsa visión de la libertad, la dimensión relacional, esencial a toda persona, es suprimida y más bien el individuo aislado es exaltado de forma absoluta. No hay cabida para la solidaridad ni para la apertura y el servicio hacia los demás. Cuando el individualismo extremo se interpreta como libertad surge la “cultura de la muerte” (3), marcada por los más graves atentados contra la dignidad de la persona humana, como son entre otros el aborto, la eutanasia y también el hedonismo, que buscando el placer por el placer instrumentaliza a las personas sin considerar la dignidad que merecerían por su edad, sexo o condición.

Un segundo peligro es considerar de manera reductiva a la libertad, sólo como “libertad de”. La libertad así entendida sólo sería verse libre de algunos males que nos aquejan como son la pobreza, la ignorancia, la injusticia, la corrupción, el abuso, la violencia, la delincuencia, etc., lo cual no está mal pero es a todas luces insuficiente.

Libertad para hacer el bien y para amar

Ante estas concepciones erradas de la libertad, hoy muy difundidas, nos preguntamos: ¿en qué consiste la libertad verdadera? La libertad, queridos hermanos, en su genuina comprensión es “libertad para el Bien en el cual solamente reside la felicidad. De este modo el Bien es el objetivo de la libertad”. (4)

La libertad nos fue dada no para hacer el mal, sino para hacer el bien. Más aún la libertad es para el amor. Si somos imagen y semejanza de Dios, y Dios es Amor, no sólo hemos sido creados por el Amor sino que hemos sido creados para el amor. Fuera de este fin, la libertad se convierte en anti-libertad. Por eso el Concilio Vaticano II dice con acierto que “el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”. (5)

Sí queridos hermanos, la libertad que poseemos es libertad para el bien, para crecer en el amor. Sin esta dimensión ética y espiritual de la libertad, no somos auténticamente libres. Nos quedamos esclavos de nuestras pasiones y pecados. El sentido profundo de la libertad consiste en amar, en ser capaz de darse uno mismo a los demás.

Ahora bien, para vivir la libertad para el bien, para el amor, ella tiene que estar unida estrechamente a la verdad. San Agustín se preguntaba: “¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?”. (6) Una libertad que rechazara vincularse con la verdad caería en lo arbitrario y acabaría por someterse a las pasiones más viles y se destruiría a sí misma. La libertad para hacer el bien y para amar supone la capacidad de conocer la verdad en su relación con el bien. La verdad es la que hace a las personas, a las comunidades humanas, a las sociedades y a las naciones auténticamente libres: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32), dijo el Señor Jesús.

Con todo, el ser humano descubre que su libertad esta inclinada misteriosamente a traicionar esta apertura a la verdad, al bien, al amor, para erigirse él en principio absoluto de sí mismo. Es la terrible tentación original del “seréis como dioses” (Gn 3, 5). Por ello el ser humano tiene que tener la humildad suficiente para reconocer que su libertad necesita ser liberada y Cristo Jesús es su libertador, pues “para ser libres nos liberó el Señor” (Gal 5, 1). (7)

Por todo lo anteriormente expuesto y en vistas al Año Nuevo que acabamos de comenzar hago un llamado a las autoridades de Piura y a todos sin excepción a que pongamos nuestro esfuerzo y empeño en vivir la auténtica libertad haciendo todo el bien que esté a nuestro alcance, amando según el máximo de nuestras posibilidades y capacidades en activa cooperación con la gracia que el Señor no deja de darnos. Para ello quisiera concluir esta homilía con cuatro sencillas recomendaciones que confío podamos tener presente en nuestro diario vivir a lo largo de todo el año 2012:

1. No nos encerremos en nuestras propias ideas, ideologías, u opiniones, sino más bien estemos siempre dispuestos a buscar la verdad. El hombre y la sociedad que encuentra la verdad descubren al mismo tiempo la base de su libertad y de su perfección. Sólo la verdad nos permite conocer y querer el bien verdadero y descubrir y rechazar el mal. Cuando nos adherimos a la verdad somos auténticamente libres y ella nos da motivo, inspiración y fortaleza para comprometernos solidaria y unitariamente a favor del bien común.

2. No caigamos en la tentación egoísta de la búsqueda de los propios intereses sean personales, partidarios o de grupo. Busquemos más bien el Bien Común, que en nuestro caso es el bien de Piura y de nuestro querido Perú. Por Bien Común entendemos “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”. (8) De otro lado frente al peligro de una fragmentación del país no olvidemos que el Perú es uno e indivisible y que sin descuidar el trabajo por hacer realidad las legítimas aspiraciones de cada Región, todos debemos trabajar por el engrandecimiento de nuestra Patria, como lo soñaron nuestros Próceres, Héroes y Santos. Tengamos presente que los piuranos que proclamaron la libertad hace 191 años veían en esta iniciativa el primer paso para la libertad de todo el Perú y no sólo de nuestra Región.

3. En lo que a cada uno toca, sea como padre de familia, como autoridad o como simple ciudadano, los invito a comprometernos en la tarea de educar de manera especial a nuestros niños, adolescentes y jóvenes en la verdadera libertad, uniendo la verdad y la caridad, ya que la caridad sin la verdad sería ciega y la verdad sin la caridad sería palabrería pura sin compromiso concreto y efectivo. (9) Una educación auténtica en la libertad debe superar el horizonte del individualismo y del relativismo imperantes, conduciendo a la persona a conocer la verdad sobre sí misma y sobre el bien y el mal, que sólo se lo revela Dios, fundamento y fin de nuestras vidas mediante la plenitud de la verdad que nos ha revelado en su Hijo, el Señor Jesús; y también por la ley natural que Él ha inscrito en nuestros corazones. Una libertad así aprendida y ejercida es generadora de justicia y de paz. (10)

4. Finalmente no olvidemos que la Iglesia, que ha estado presente y actuante desde el primer momento en la formación histórica, cultural y moral del Perú, nos enseña a ser libres.

El tesoro de nuestra fe cristiana, que está en la raíz de lo que llamamos “peruanidad”, es garantía de auténtica libertad. Por ello valoremos nuestra fe católica y la doctrina social que de ella se desprende.

Asimismo la Iglesia nos pone el ejemplo del Señor Jesús como el modelo del hombre verdaderamente libre, ya que como dice la Escritura, “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch 10, 38). Seguir a Cristo y adherirle la propia vida es garantía de auténtica libertad.

A todos les deseo un Año Nuevo lleno de las bendiciones del Señor.

Que María Santísima, Nuestra Señora de la Merced, nuestra querida “Mamita Meche”, nos cubra con su manto maternal, nos libre de las insidias del enemigo, y nos ayude a ser auténticamente libres.

Que Ella, que libremente dio su “Sí”, su “Hágase” al Plan de Dios y nos trajo al Salvador del Mundo, el Señor Jesús, inspire nuestras vidas para que también libremente, podamos decirle “Sí” al Señor por nuestro bien y el de Piura.

Que así sea. Amén.

San Miguel de Piura, 04 de enero de 2012

 

 

Citas:

(1) Ver S.S. Benedicto XVI, Mensaje con ocasión del XXX aniversario de la mediación del Papa Juan Pablo II entre Argentina y Chile, 17-X-2008.

(2) Gaudium et spes, n. 17.

(3) Ver S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica, Evangelium vitae, n. 18-19.

(4) Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis conscientia, n. 26.

(5) Gaudium et spes, n. 24.

(6) San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan, 26, 5.

(7) Ver Carta Encíclica Veritatis splendor, n. 86 b.

(8) Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 164.

(9) Ver S.S. Benedicto, Carta Encíclica Caritas in veritate, nn. 1-9.

(10) Ver S.S. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada de Oración por la Paz 2012, nn. 3-5.

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