CARTA DE MONSEÑOR EGUREN CON OCASIÓN DE LA CONCLUSIÓN DEL CONGRESO EUCARÍSTICO Y MARIANO DE PIURA
Carta del Arzobispo Metropolitano a toda la Iglesia Arquidiocesana de Piura y Tumbes con ocasión de la Conclusión del Congreso Eucarístico y Mariano de Piura
(Para leer en todas las Misas del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario 12 de septiembre de 2010)
Muy queridos hermanos y hermanas en Jesús, Pan de vida eterna:
A un mes de la clausura de nuestro Congreso Eucarístico y Mariano tengo a bien dirigirles esta carta para que unidos en la fe demos gracias a Dios Uno y Trino por el inmenso don de nuestro Congreso que ha significado un maravilloso y multitudinario testimonio de nuestra fe cristiana y católica. Mi agradecimiento especial a todos los que contribuyeron con sus oraciones, ofrecimientos, generosidad y trabajo esforzado por hacer posible los días que hemos vivido.
El Congreso Eucarístico y Mariano ha sido una hermosa ocasión para adorar y manifestar públicamente nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar, así como agradecer el don de la Maternidad Divina de nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Asimismo ha evidenciado la profunda identidad católica de nuestra tierra manifestada en las devociones multitudinarias a la Cruz de la Evangelización, al Señor Cautivo de Ayabaca, al Señor de la Buena Muerte de Chocán y a nuestra querida “Mamita Meche”, Nuestra Señora de las Mercedes de Paita. Ello nos compromete a impulsar de ahora en delante de una manera más generosa y decidida la Nueva Evangelización a la que nos convoca el Santo Padre Benedicto XVI, para así saciar el inmenso hambre de Dios presente en el corazón de todos los piuranos y tumbesinos.
Las jornadas y celebraciones que hemos compartido han sido intensas y jubilosas, ricas de fe y religiosidad. Doy gracias a la Divina Providencia porque nos ha permitido vivir juntos días de profundo amor al Señor y de intensa fraternidad entre nosotros; días memorables para la historia de Piura y Tumbes que quedarán como un hito para las generaciones futuras, como fue para nosotros la celebración del VI Congreso Eucarístico Nacional de 1960. Han sido días de gracia que sin temor alguno podemos decir marcan el comienzo de una nueva etapa en la evangelización de nuestras tierras iniciada hace cerca de cinco siglos.
Como lo manifesté en mis palabras de agradecimiento al final de la Santa Misa de Clausura, cuando los piuranos y tumbesinos ponemos en el centro de nuestras vidas nuestra fe católica somos capaces de unirnos para hacer cosas grandes y estamos llamados a ser grandes pero con la grandeza de Dios, construyendo el Amor en la Verdad.
Hagamos pues cada vez más al Señor Jesús el centro impulsor de nuestras vidas, reconociendo en Él al único Salvador y Reconciliador del mundo, ayer, hoy y siempre. Éste ha de ser el fruto principal de nuestro Congreso, tal como lo indica el lema bíblico que ha presidido nuestras jornadas de reflexión, oración y culto: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 28). Reconozcamos a Jesús ante todo en la Eucaristía, en la cual Él se hace realmente presente entre nosotros para ser nuestro alimento de vida eterna. Reconozcámoslo también presente en los hermanos, particularmente en los más necesitados, en los pobres, en los que sufren, en los abandonados, en los niños y ancianos, en los concebidos no nacidos, para saciar su hambre de Dios y su hambre de pan,“porque cada vez que lo hicisteis con estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
El Congreso Eucarístico y Mariano ha manifestado la vitalidad de la Iglesia que peregrina en Piura y Tumbes y ha abierto caminos de renovación cristiana y social. Confío que él marcará una nueva “primavera de la fe” que infunda en todos nosotros, según nuestra propia vocación y estado de vida, una aspiración seria y responsable a la santidad, que es el alto grado de la vida cristiana ordinaria, exigencia de nuestro bautismo y de nuestra pertenencia a la Iglesia, y como consecuencia de ello a un evangelización más generosa.
Por ello, que esta “primavera de la fe” se vea reflejada en una celebración más digna y reverente de la Eucaristía y en un Culto Eucarístico fuera de la Misa más lleno de esplendor y de amor agradecido; en santos y ejemplares sacerdotes que sean fieles dispensadores de los misterios de Dios, sobre todo de la Eucaristía y del sacramento de la Confesión; en una pastoral más decidida por la familia y la juventud; en un florecimiento de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; en una mejor formación catequética y doctrinal, especialmente de nuestros niños; en un incremento en la calidad de la educación católica; en una mejor orientación y profundización de la piedad popular, importante vehículo y lugar de evangelización nacida del corazón del Pueblo de Dios. Que esta “primavera de la fe” se vea reflejada también en un mayor apostolado de las parroquias, movimientos eclesiales, asociaciones laicales, hermandades, cofradías y sociedades; en más obras de promoción humana y asistencia social, entre otras acciones.
Hago también un llamado a los líderes políticos y sindicales, a los empresarios y trabajadores, a los hombres de la cultura y de la ciencia, a todos los que influyen en la marcha de la sociedad a que con honradez absoluta, rectitud de conciencia, claridad de ideas, con espíritu solidario, y con obras eficaces, contribuyan a la construcción de esa Piura y Tumbes que todos anhelamos, contribuyendo así a la edificación de una sociedad digna de la persona humana. Así se lo reclaman las multitudes que han asistido a cada una de las jornadas de nuestro Congreso Eucarístico. A ustedes responsables de la marcha de nuestra sociedad les digo: sólo la luz que viene de Jesucristo, el Reconciliador, puede asegurarnos un porvenir mejor en el que superada toda clase de injusticia, violencia y de intereses contrapuestos, reine por fin entre nosotros la civilización de la verdad y del amor. Esta es la gran tarea que debe comprometernos ahora a todos: “Construir el Amor en la Verdad”.
Finalmente, nuestro Congreso también ha sido un Congreso Mariano. Cómo no recordar la tierna acogida y el amor filial que le tributamos a nuestra querida “Mamita Meche”, Nuestra Señora de las Mercedes que desde su Santuario de Paita nos cuida y guía con amor maternal. A Ella acudamos siempre con confianza y profunda piedad filial. Somos sus hijos y le pertenecemos. Que Ella nos guíe, como “Estrella de la Evangelización”, sabiendo que María nos precede siempre en la peregrinación de la fe. En sus manos maternales y en su Inmaculado y Doloroso Corazón deposito las intenciones pastorales del Congreso que hemos clausurado y a su protección confío nuestras Regiones de Piura y Tumbes, a sus sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos, agentes de pastoral y fieles cristianos.
Queridos hermanos, sepan que siempre rezo por ustedes y los bendigo con esa bendición que tanto imploran y tanto piden y que ahora les imparto de corazón.
San Miguel de Piura, 08 de septiembre de 2010
Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María