«Iglesia Doméstica»: Veinticinco años después de Familiaris Consortio
El Papa Juan Pablo II mantuvo como una constante preocupación trabajar por la dignidad de la familia y la defensa de la vida. En sus primeros años de pontificado creó el Pontificio Consejo para la Familia y, al poco tiempo, el Instituto Internacional de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia de la Pontificia Universidad Lateranense.
En Octubre de 1980 convocó al Sínodo sobre la Familia y el 21 de Noviembre del año siguiente firmó la exhortación apostólica Familiaris consortio (La comunidad familiar). Estamos pues ante un documento que, a pesar de los veinticinco años transcurridos desde que vio la luz, está no sólo plenamente vigente sino que es de urgente recordación.
En esta exhortación apostólica el Santo Padre plantea la unión de la esencia de la familia con la misión de la misma, esto es la unión ontológica y práctica. Juan Pablo II aseguró así un lugar para la “Iglesia doméstica” dentro del magisterio, estableció la hermenéutica por la que la familia debe ser entendida y la insertó definitivamente en la vida de la Iglesia al establecer su naturaleza sacramental.
Desde el punto de vista ontológico la familia es una institución de derecho natural. El hombre y la mujer que se aman, que se comprometen en matrimonio y engendran hijos, forman la primera sociedad natural sobre la tierra. La familia es así anterior a toda otra agrupación humana. En el orden de las asociaciones humanas que existieron en el pasado, que existen hoy y que existirán siempre, la familia es primero que cualquier otra cosa.
Todas las referencias afectivas del ser humano están en la familia; la felicidad futura de los más jóvenes dependerá de su posibilidad de integrar, en un mañana no muy lejano, una familia estable y armónica.
Los derechos de las familias provienen de su propia naturaleza. No son otorgados por ningún Estado, ni por las Naciones Unidas, ni por alguna Declaración de Derechos. Los estados y los organismos internacionales pueden y deben reconocer los derechos de la familia y, aún más, deben ayudarla a alcanzar esos derechos; pero no serán nunca una fuente de derecho familiar.1
Después de instar a la Iglesia doméstica “a ser lo que es”, la Familiaris consortio enuncia lo que será su misión, dividida en cuatro puntos: 1) La «formación de una comunidad de personas», 2) el «servicio a la vida», 3) la «participación en el desarrollo de la sociedad», y 4) la «participación en la vida y misión de la Iglesia»2.
Familiaris consortio vincula los problemas contemporáneos de la vida familiar y sus promesas al verdadero sentido de la libertad. Los rasgos positivos de nuestra época (mayor sensibilidad hacia la libertad personal en el momento de acceder al matrimonio, alto valor adjudicado a las relaciones interpersonales por la cultura contemporánea, insistencia generalizada en la importancia de la educación), son expresiones de una búsqueda moderna, la de una libertad digna de los seres humanos. Las “sombras” que se ciernen sobre la familia (desafío a la autoridad natural de los padres, injerencia gubernamental, social y cultural en los derechos de los padres como educadores, negación o rechazo del don de la fertilidad, actitudes extremas tanto machistas como feministas) reflejan ideas de libertad distorsionadas. Estas sombras han creado una idea distorsionada de la familia como reunión accidental de individuos que viven juntos porque conviene a sus intereses, pero las reuniones accidentales tienen poca fuerza vinculante y pueden romperse a voluntad.
Con tan endeble concepción del matrimonio y la familia, el Papa nos enseña que el matrimonio nunca puede ser un mero contrato, ni la familia simplemente una comodidad útil a sus miembros. Dado que los seres humanos son creados “a través del amor” y “para el amor”, y que el amor es “la vocación innata y fundamental de todo ser humano”, esa vocación es el núcleo del matrimonio y la familia.
La familia cristiana es una “Iglesia doméstica”: una manera específica y hermosa de vivir la communio que caracteriza a los seguidores de Cristo. A la luz de esa communio, Juan Pablo defiende con vigor “una dignidad y una responsabilidad iguales para el hombre y la mujer” al tiempo que sostiene que “el progreso real de las mujeres exige que se reconozca claramente el valor de su papel maternal y familiar, comparado con todos los demás papeles públicos y todas las demás profesiones”. A los hombres, por su parte, se les llama a vivir su paternidad como muestra “de la mismísima paternidad de Dios”.
También defiende el Papa los derechos “inalienables” de los padres a ser los primeros educadores de sus hijos, y sostiene que los demás organismos educativos deben estar al servicio de los padres y de las familias.3
Situación actual de la familia
Pero la familia es también una institución en riesgo. Hoy en día se la quiere equiparar a las uniones de hecho, a las uniones homosexuales, a las uniones múltiples o al “matrimonio abierto”. Nos dicen, sobre la ideología de género, que trata de eliminar las diferencias, ya que todos, varones y mujeres, somos iguales. Pero ése es sólo el medio, no el fin. El fin es eliminar la complementariedad. Si todos somos iguales, si no hay diferencia alguna entre varones y mujeres, no es necesario complementarse con una persona del otro sexo. Lo que se busca es abrir la puerta a las llamadas “conductas sexuales alternativas” y, particularmente a la unión homosexual.
Esto se ve confirmado, por ejemplo, con las reservas de la Santa Sede tanto respecto a los acuerdos de El Cairo como a los de Pekín sobre temas relacionados a salud reproductiva, derechos reproductivos, aborto, ideología de género… Siempre se habla de las reservas de la Santa Sede ante los documentos finales de dichas conferencias, pero lo que no se dice es que muchos países hicieron las mismas reservas y que la voz casi unánime fue orientada a pedir la protección de la institución familiar.
Signos de esperanza
Sin embargo, existen signos de esperanza. La familia natural aún existe y está conformada por un padre y una madre, modelos adecuados de identificación. En ella el cimiento y la retroalimentación son el amor y el compromiso mutuo.
Lejos de lo que podría pensarse a la vista de tantas noticias de matrimonios "fracasados", de familias "rotas", la verdad es que hay muchas más que no son "noticia", porque están enteras y felizmente unidas. Sucede, sin embargo –según dice el escritor José Luis Olaizola– que "la mayoría de directores que están al frente de medios de comunicación –prensa, radio, televisión–, o los que contribuyen a formar opinión a través del cine, la literatura, el teatro, y hasta la música, tienen graves problemas personales de familia que acaban proyectándolos en la sociedad.
La familia continúa siendo considerada la célula básica de la sociedad. Las constituciones políticas de todos los países, por lo menos en la letra, defienden la familia y la maternidad. Las propuestas electorales destinan una buena parte de sus esfuerzos e interés a la familia. Hay una multiplicación de organizaciones pro-familia y unanimidad en la conciencia de la necesidad de que el niño sea criado al abrigo de sus padres y al interior de una familia.
En el Perú tenemos que las organizaciones populares autogestionarias – es decir las que no reciben fondos de las grandes instituciones extranjeras que promueven una agenda contraria a la vida – buscan el bienestar y la preservación de la familia. No existe una organización autogestionaria popular que se haya formado para pedir que se apruebe el matrimonio homosexual o que se despenalice el aborto. Las intenciones de estas organizaciones son otras y están orientadas a buscar el bienestar de sus familias y el progreso de sus hijos. El discurso feminista radical no ha prendido. Existe un rechazo mayoritario al aborto y se da una importante presencia participativa de las organizaciones pro-vida y pro-familia.
En estos días, al conmemorar el vigésimo quinto aniversario del nacimiento de la exhortación apostólica que comentamos, recordemos con George Weigel que “el Sínodo de 1980 y Familiaris consortio proporcionan una interpretación autorizada de las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre el matrimonio y la familia, y colocan estas dos instituciones humanas básicas (dos escuelas de amor abnegado y, por consiguiente, de libertad bien entendida) en el centro del programa pastoral de la Iglesia”.
Por la Dra. Maita García Trovato de Flores
Médico Psiquiatra
Miembro de la Comisión Episcopal de Familia y Vida
Notas
1. Card. Jaime Ortega Alamino “Me basta tu gracia”, 2002.
2. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 17.
3. Weigel George “Biografía de Juan Pablo II. Testigo de Esperanza”, 1999.