ORACIÓN PATRIÓTICA EN EL 143° ANIVERSARIO DEL GLORIOSO COMBATE NAVAL DE ANGAMOS Y DÍA DE LA MARINA DE GUERRA
Con profunda emoción patriótica, nos hemos congregado en esta histórica Plaza Grau de Piura, para rendir homenaje a nuestra Marina de Guerra del Perú, por celebrarse hoy, 8 de octubre, el 201° aniversario de su creación, y para conmemorar la inmolación del Gran Almirante del Perú y Peruano del Milenio, don Miguel Grau Seminario, quien junto con un puñado de heroicos marinos nos legaron hace 143 años, una lección imperecedera de amor al Perú, sacrificándose por el honor nacional, en el glorioso combate naval de Punta Angamos.
La Providencia Divina dispuso que se unieran en una misma fecha estos dos acontecimientos trascendentales para nuestro país, de tal manera que lo que el 8 de octubre de 1821 nació, el 8 de octubre de 1879, llegó a su madurez consumada.
Nuestro respeto y admiración a nuestros marinos de guerra, herederos del heroísmo, y de las más excelsas tradiciones navales del Gran Almirante del Perú, don Miguel Grau Seminario, y de sus compañeros en la gloria como Elías Aguirre, Diego Ferré, José Melitón Rodríguez, y Enrique Palacios entre otros.
Cada 8 de octubre, nuestra mirada se centra en la egregia persona de Grau, cuya imagen se alza majestuosa y solemne en esta plaza piurana, tierra que tuvo la bendición de verlo nacer. Todo en Grau es excepcional: Su profundo amor al Perú que lo lleva hasta la entrega de su vida por la Patria. Su entrega constante más allá del deber, que hace de él la encarnación viva del patriotismo. Su honradez, en la casa, en su buque y en su vida política, lección trascendental a aprender en los actuales tiempos en que la más abyecta y sucia corrupción se ha enquistado en las más altas esferas del poder político.
Asimismo, Grau, es el esposo fiel y amoroso de su esposa Dolores, y un padre ejemplar para sus hijos, siempre preocupado por su bienestar integral, incluso en plena campaña naval de la Guerra del Pacífico. Desempeña su carrera de marino, con disciplina, responsabilidad, y extraordinaria destreza. Grau vive alejado de toda vanidad, egoísmo, odio y sensualidad. Es más bien modesto, humilde, sobrio, perseverante frente a las dificultades, y un buen y leal amigo. Carece de los vicios y defectos que solemos tener los peruanos como son la improvisación, el desorden, la rivalidad, la deslealtad, la adulación, la inmoralidad y la mezquindad.
Igualmente, nuestro insigne Almirante fue un ferviente católico. No dejaba su misa dominical en unión con su familia. Antes de salir a campaña fue humilde al Convento Franciscano de los Descalzos en el Rímac a inclinarse ante un ministro del altar para confesarse y recibir la santa comunión, y así se llevó al combate su alma pura y su conciencia tranquila. Entre sus devociones predilectas estaba la dedicada a Santa Rosa de Lima. Un cuadro de nuestra Santa peruana, regalado por su entrañable amigo, Monseñor José Antonio Roca y Bologna, fue colocado por Grau en su camarote del “Monitor Huáscar”. Al final del Combate de Angamos, el cuadro con la imagen de nuestra Santa, fue encontrado con manchas de sangre y perforaciones de bala y metralla. Por ello se afirma con justicia que ambos son “Protectores del Perú”. Sin lugar a dudas fue en su fe cristiana y católica donde nuestro insigne marino y ciudadano, asentó el edificio de su impresionante personalidad, su particular heroísmo y la fecundidad de su ejemplar entrega al Perú que lo hicieron merecedor del título de “Peruano del Milenio”. En Grau, todo es modélico.
Pero esta mañana, quisiera destacar su legítima incursión en la política como miembro del Partido Civil, la cual ejerce con decencia y con total espíritu de servicio y responsabilidad, aportando su capacidad y patriotismo. Cuando estalla la guerra, Grau era diputado por Paita, y no vacila en pedir licencia de sus funciones parlamentarias para reincorporarse de inmediato a nuestra Marina de Guerra, primero como Comandante General de Marina, y poco tiempo después, para tomar el mando del legendario “Monitor Huáscar”.
Qué ejemplo para nuestros políticos de hoy, y especialmente para muchos de nuestros congresistas que viven atornillados a sus escaños, dispuestos a servirse de ellos para su provecho personal o de grupo. Ruego al Altísimo, que el ejemplo de desprendimiento de don Miguel Grau los ilumine en esta hora difícil que vive la Patria. Que no piensen en sus intereses crematísticos, en sus prebendas, y en los honores vacuos que puede dar el poder efímero de cinco años, sino en servir al Perú con lealtad, desprendimiento y abnegación, buscando en todo momento el bien de nuestra Nación, y decidiendo y haciendo en cada circunstancia lo correcto, lo justo, lo que realmente necesita el país.
Cuando Grau, por razón de la guerra, pide licencia de su cargo de diputado, es consciente que la situación es crítica. Pudo haber preferido la comodidad de la función legislativa, pero no, pide licencia de ella, y va a servir al Perú donde mejor sabe hacerlo: En su amada Marina de Guerra. Él, mejor que nadie, sabía de las carencias de nuestra Armada de aquel entonces, de la tremenda desventaja en la que nos encontrábamos, y con todo, deja su escaño para servir al Perú, consciente de que lo que le espera es el sacrificio de su propia vida. Cuando los miembros del gobierno de aquel entonces le solicitan su opinión sobre la Escuadra nacional, Grau responde: “Señores, es preciso que no nos formemos ilusiones, el «Huáscar» es sin duda un buque muy fuerte, pero nunca podrá contrarrestar el poder de un solo de los blindados chilenos…a pesar de todo si llegase el caso, el «Huáscar» cumplirá con su deber aun cuando tenga la seguridad de su sacrificio”.
Don Miguel Grau Seminario es capitán de navío cuando Chile declara la guerra al Perú, el 5 de abril de 1879. La declaratoria encuentra a nuestro país desarmado y desprevenido. La Marina Peruana pasaba entonces por un período de decadencia, culpa de nuestros gobernantes de aquel entonces. Cuando no se la hostilizó, nuestra Marina fue tratada con indiferencia, tal como lamentablemente sucede de nuevo hoy en día, negándosele los medios que le permitan tener un real poderío naval como lo tienen los demás países de América Latina. Poco se comprende, que el mar está profundamente ligado al destino y al desarrollo del hombre peruano desde tiempos ancestrales.
La Escuadra Chilena aventajaba a la Peruana en tonelaje, en número de naves y cañones, en espesor de blindaje, en calidad y cantidad de transportes, en flota mercante, en la edad de las naves, en modernidad de elementos. En su “Memoria de Marina”, redactada en 1877, y presentada el 02 de enero de 1878 al entonces Ministro de Guerra, Grau había alertado de todo ello a la clase gobernante de aquel entonces, como nos lo recuerda don Héctor López Martínez, gran historiador nacional, y profundo conocedor y admirador de la vida y obra de nuestro Gran Almirante, cuando nos relata que, “Grau antes de apartarse de la Comandancia General de la Marina, había redactado una Memoria, documento meditado y minucioso, donde con razones incontrovertibles solicitaba al Gobierno el refuerzo impostergable de la Escuadra con buques blindados y convenientemente artillados, ya que ésta era, según apuntaba, la única forma de afianzar «los intereses, la tranquilidad y la soberanía de la Nación»”.[1]
No le hicieron caso, y la consecuencia fue la dolorosa derrota del Perú en la Guerra del Pacífico con sus devastadoras consecuencias. Hoy en día, ¿harán caso a su voz profética? En la Guerra, sólo tuvimos a nuestro favor la heroicidad de marinos como Grau. Por ello con justicia se afirma que, mientras Chile tenía una poderosa escuadra sin almirante, el Perú tenía un insigne Almirante pero sin una escuadra, ya que Grau sólo contaba con su querido “Monitor Huáscar” para oponerse al ataque masivo de Chile. Sólo era cuestión de tiempo para que finalmente el heroico comandante y su inmortal Monitor, cayeran presa del peso del hierro enemigo, lo cual ocurrió el 8 de octubre de 1879, hace precisamente 143 años.
Al respecto, se pregunta y reflexiona lúcidamente don Héctor López Martínez: “¿Habría sido necesario este sacrificio tan consciente y, por lo mismo, tan lleno de grandeza? Incluso, ¿se hubiera producido siempre la contienda si el Perú, tomando en cuenta de inmediato los pedidos y recomendaciones de Grau lograba equilibrar el poderío naval en el Pacífico? Las especulaciones e hipótesis sobre el particular escapan al marco de la Historia. De toda suerte la inmolación en Angamos no fue un sacrificio estéril, constituye el legado moral más valioso de nuestra nacionalidad y la digna culminación de una trayectoria profesional y cívica, la de Grau, que es, con su ejemplo, inmortal magisterio”.[2]
Recientemente, el actual comandante general de la Marina de Guerra del Perú, el Almirante Alberto Alcalá Luna, ha pronunciado un vibrante y valiente discurso destacando la histórica tarea que nuestra Marina realizó defendiendo a la Nación contra la lacra del terrorismo sanguinario y demencial de Sendero Luminoso y el MRTA. En esta magna efemérides que nos congrega, considero pertinente destacar sus palabras, más aún cuando hoy en día, el Perú se ve nuevamente amenazado por el totalitarismo comunista, que busca destruir nuestra libertad, nuestros derechos e independencia.
Siguiendo el ejemplo de don Miguel Grau, quien en 1872, rechazó el golpe de Estado de los hermanos Gutiérrez, firmando un valiente pronunciamiento de la Marina de aquel entonces, y afirmando categóricamente: “No reconozco otro caudillo que la Constitución”, el Almirante Alcalá expresó: “La Marina de Guerra del Perú, consecuente con el sacrificio de sus hombres que lucharon por la pacificación nacional, y que contribuyeron decididamente en la derrota del terrorismo, rechaza a todos los que pretendan reivindicar a los asesinos ideologizados, a los terroristas que cubrieron de sangre nuestras montañas y costas, y, en contraste, rememora y venera a los que cayeron defendiendo nuestro derecho a vivir en paz y en libertad…Jamás permitiremos que el estado de derecho sea quebrado y no permitiremos que nuestros niños y jóvenes vuelvan a vivir el terrorismo, la doctrina de muerte que aún continúa siendo fomentada por algunos insensatos, pretendiendo generar odio en un país que ya ha aprendido mucho de la tragedia que le tocó vivir décadas atrás”.[3]
Es alentador saber que nuestros marinos de guerra, han sido, son y serán, permanentes y celosos guardianes de nuestra libertad, defendiendo al Perú de toda amenaza externa o interna.
Cada 08 de octubre sube silenciosamente al tope de nuestro corazón, nuestra emoción patriótica, en el reconocimiento del heroísmo de Grau, y en la gratitud a nuestra Marina de Guerra, que fue fundada para la sagrada misión de patrullar y resguardar el mar de nuestra Patria, el “Mar de Grau”, en la totalidad de sus 200 millas, sobre las cuales el Perú tiene inalienable soberanía política y económica. Hoy estamos congregados bajo la egregia figura del Gran Almirante, el “más heroico y abnegado defensor del Perú”. Pero de nada nos servirá este homenaje, si bajo la atenta mirada del “Caballero de los Mares”, no renovamos nuestro compromiso de amor y servicio al Perú y a su querida Piura.
Quiero concluir, haciendo mías las palabras de Monseñor José Antonio Roca y Bologna, pronunciadas en su célebre “Oración Fúnebre”, en la Santa Iglesia Catedral de Lima, al oficiarse las exequias en honor de los mártires del “Huáscar”: “¡Míralos Patria mía! Míralos en lo alto, heridos y muertos por hacerte grande. Admira la grandeza de sus almas, y agradece eternamente el sacrificio de sus vidas…Víctimas generosas, sacrificadas en el Huáscar. Vuestra inmolación heroica es una lección elocuente que el Perú no olvidará jamás”. 143 años después no la hemos olvidado, ni la olvidaremos, y por eso con el corazón henchido de gratitud y patriotismo hoy decimos:
¡Somos Grau, seámoslo siempre!
San Miguel de Piura, 08 de octubre de 2022
[1] Héctor López Martínez, Miguel Grau Marino y Ciudadano, Lima; UAP 2012, p. 67.
[2] Allí mismo, pág. 68.
[3] Almirante Alberto Alcalá Luna, Discurso en la Ceremonia Pacificación Nacional, 30-IX-2022.
Puede descargar el archivo PDF conteniendo la Oración Patriótica pronunciada por nuestro Arzobispo AQUÍ