Catequesis 2
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
(nn. 1356 – 1405)
V. EL SACRIFICIO SACRAMENTAL: ACCIÓN DE GRACIAS, MEMORIAL, PRESENCIA.
1356. Seguimos el mandato del Señor, dado la víspera de su pasión: «haced esto en memoria mía» (1 Cor 11, 24-25).
1357. En la Eucaristía Cristo se hace real y misteriosamente presente.
1358. Por tanto, debemos considerar la Eucaristía:
- como acción de gracias y alabanza al Padre,
- como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo,
- como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.
1. La acción de gracias y la alabanza al Padre.
1359. Por Cristo, la Iglesia ofrece el sacrificio de alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de justo en la creación y en la humanidad.
1360. La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación.
1361. La Eucaristía es el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación.
2. El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia.
1362. La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo. En todas las plegarias eucarísticas encontramos una oración llamada anámnesis o memorial.
1363. El memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. El memorial hace presente en nuestro hoy el acontecimiento salvífico.
1364. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual.
1365. La Eucaristía es también un sacrificio. En la Eucaristía, Cristo nos da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la misma sangre que «derramó por muchos para remisión de los pecados» (Mt 26, 28).
1366. La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto.
1367. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio.
1368. La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza.
1369. Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo.
1370. A la ofrenda de Cristo se unen los miembros que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la Santísima Virgen María y haciendo memoria de ella, así como de todos los santos y santas.
1371. El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos «que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados», para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo.
1372. Estamos invitados a participar de manera cada vez más completa en el sacrificio de nuestro Redentor que celebramos en la Eucaristía.
3. La presencia de Cristo por el poder de su Palabra y del Espíritu Santo.
1373. «Cristo esta presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, en los pobres, los enfermos, los presos, en los sacramentos de los que El es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, «sobre todo (está presente), bajo las especies eucarísticas».
1374. La Eucaristía está por encima de todos los sacramentos y es «como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos» .
1375. Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento.
1376. El cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre la Iglesia lo ha llamado justa y apropiadamente transubstanciación».
1377. La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo.
1378. El culto de la Eucaristía. Nos arrodillamos en señal de adoración al Señor, conservamos con el mayor cuidado las hostias consagradas, se presentan a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión».
1379. El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa.
1380. Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor.
1381. La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, se conoce sólo por la fe.
VI. EL BANQUETE PASCUAL, PRENDA DE LA GLORIA FUTURA.
1382. La misa es memorial y banquete. La celebración del sacrificio eucarístico está orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión.
1383. El altar: El altar del sacrificio y la mesa del Señor.
1. «Tomad y comed todos de él»: la Comunión.
1384. Invitación urgente: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6, 53).
1385. Para responder: debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. Si se está en pecado grave hay que confesarse antes de acercarse a la comunión eucarística.
1386. Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
1387. Para prepararse convenientemente:
- los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia.
- la actitud corporal (gestos, vestido) que manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento.
1388. Comulgar cuando se participa en la misa.
1389. La Iglesia exige a los fieles por su bien espiritual:
- «a participar los domingos y días de fiesta en la divina liturgia».
- y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual.
- prepararse por el sacramento de la Reconciliación.
La Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
1390. La presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies: la comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia propio de la Eucaristía.
2. Los frutos de la Comunión.
1391. La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo.
1392. Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual: conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo.
1393. La comunión nos separa del pecado.
1394. La Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.
1395. La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales.
Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia. (La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del sacramento de la Reconciliación).
1396. La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia:
- Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo.
- La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
1397. La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres:
- Para recibir la comunión debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos.
«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso» (San Juan Crisóstomo).
1398. La Eucaristía y la unidad de los cristianos:
- San Agustín exclama: «O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis!» («¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!»).
- Ante las divisiones de la Iglesia se hacen apremiantes las oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en Él.
1399. Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica celebran la Eucaristía con gran amor. «Estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún más con nosotros con vínculo estrechísimo» (UR 15).
1400. «Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del misterio eucarístico».
«La intercomunión eucarística con estas comunidades no es posible para la Iglesia católica. Pero profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa».
1401. Administrar los sacramentos de la Eucaristía, Penitencia y Unción de los enfermos a cristianos que no estén en plena comunión con la Iglesia Católica, siempre y cuanto el Ordinario lo autorice y estos cristianos pidan estos sacramentos con deseo y rectitud.
VII. LA EUCARISTÍA, «PRENDA DE LA GLORIA FUTURA»
1402. La Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial.
1403. En la última Cena, el Señor anuncia la Pascua en el reino de Dios: «Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre» (Mt 26, 29).
1404. El Señor viene en la Eucaristía y está ahí en medio de nosotros.
Esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo», pidiendo entrar «en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria».
1405. La Eucaristía es prenda más segura y signo más manifiesto de esta gran esperanza de los cielos nuevos y la tierra nueva.