EXHORTACIÓN PASTORAL CON OCASIÓN DE LA SEMANA SANTA 2009
"Vivo en la fe en el Hijo de Dios,
que me amó y se entregó a sí mismo por mí". (Gal 2, 20)
Exhortación Pastoral del Arzobispo Metropolitano
a toda la Iglesia Arquidiocesana de Piura y Tumbes
con ocasión de la Semana Santa 2009
Queridos hermanos y hermanas en el Señor Jesús:
Después de recorrer el camino de la Cuaresma hemos llegado finalmente al Triduo Pascual. Los días de la próxima semana son "santos", porque el misterio de la liturgia hará revivir ante nosotros el acontecimiento central de nuestra Redención, el núcleo esencial de nuestra fe cristiana: la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús.
Son días para dejamos traspasar por el poder del amor de Cristo que nos ama hasta el extremo de la Cruz. Un amor que es capaz de hacer de nosotros personas nuevas, libres de la corrupción del pecado y así capaces de ser santos y de forjar una sociedad justa y reconciliada.
El Señor Jesús es la única fuente de vida verdadera. ¡Que la Semana Santa sea entonces ocasión para buscarle, encontrarle, tratarle y amarle! La vida sólo vale la pena de ser vivida cuando "se vive de Cristo y con Cristo". Así nos lo enseña de manera admirable el gran apóstol San Pablo, a quien está dedicado el presente año, cuando desde su propia experiencia de vida proclama: "la vida que siga vivienda en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2, 20).
Hermanos: "Cristo es fuente de vida: acércate, bebe y vive. Es luz: acércate, ilumínate y ve. Sin su influjo estarás seco y ciego (1)”. Por ello que estos días santos sean días para participar activamente en las liturgias y en los ejercicios de piedad que se organicen en nuestras parroquias. Que en Semana Santa no amemos al Señor con tibieza, Él que nos ama con tanto ardor.
Cada uno de los días del Triduo Pascual encierra todo un mensaje de amor y de esperanza en una vida auténticamente humana y divina, donde el hombre se vea libre de la esclavitud del pecado y reconciliado en la verdad y el amor.
Así el Jueves Santo, la Iglesia hace memoria de la Ultima Cena, durante la cual el Señor Jesús, en la víspera de su pasión y muerte instituyó el sacramento de la Eucaristía y el del sacerdocio ministerial. Esa misma noche Jesús nos dejó el mandamiento nuevo del amor fraterno.
Para cada sacerdote este día es un día conmovedor porque nos hace tomar conciencia renovada del don de nuestra vocación, de aquella elección inmerecida que el Señor Jesús ha hecho de nosotros para ser sus sacerdotes. Día para renovarle a Cristo nuestra fidelidad hasta la muerte, así como nuestro compromiso por construir y edificar todo su Cuerpo, que es la Iglesia, como cooperadores del Orden episcopal (2).
Pero el Jueves Santo, recordamos sobretodo la institución del sacramento de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana, verdadero memorial del sacrificio de la Cruz, presencia real y substancial de Jesucristo, alimento de salvación y medicina de inmortalidad.
Es oportuno recordar que "la Misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la Cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (3). Ahora que estamos viviendo la Gran Misión Arquidiocesana «Quédate con nosotros, Señor», hay que tener presente que "todo compromiso de santidad, toda acción orientada a realizar la misión de la Iglesia, toda puesta en práctica de planes pastorales, ha de sacar del Misterio eucarístico la fuerza necesaria y se ha ordenar a él como a su culmen” (4).
Con el gesto humilde pero sumamente expresivo del lavatorio de los pies, el Señor nos recuerda en este día el primado del amor, de un amor que debe hacerse realidad concreta en el servicio a los hermanos, en la entrega de nosotros mismos a los demás, siguiendo el ejemplo del Señor en la Cruz, ya que "el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (5).
Finalmente el Jueves Santo concluye con una vigilia de oración y adoración ante el monumento eucarístico especialmente preparado para esta noche. Así revivimos más íntimamente la agonía del Señor Jesús en Getsemaní. ¡Velemos con Cristo! ¡Oremos con Él y por Él! Que durante esta vigilia pidamos por la fidelidad y santidad de nuestros sacerdotes y seminaristas; para que el Señor suscite entre nosotros muchas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; y para que nuestras familias sean cenáculos de amor y santuarios donde la vida sea acogida, amada y defendida desde la concepción hasta su fin natural. No dejemos de pedir en nuestra oración para que el Señor aleje de nuestra patria el crimen del aborto y para que los concebidos no nacidos puedan ver la luz del día.
El Viernes Santo, es el día en que conmemoramos la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. Es día de penitencia, ayuno, oración y participación en la pasión de Cristo. La Iglesia no celebra este día la Eucaristía, pero sí se reúne para la solemne "Celebración de la Pasión del Señor". En ella meditamos en el gran misterio del mal y del pecado y como los sufrimientos de Cristo en la Cruz expían este mal que oprime a la humanidad y nos reconcilia perfectamente con el Padre, con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con la creación.
El gran pecado de nuestro tiempo es la pérdida de la conciencia del pecado. El Viernes Santo, con todo su dramatismo y dolor, nos recuerda que restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis espiritual y social que afecta al hombre de hoy. El pecado, además de explicar mi situación personal de ruptura interior, explica las injusticias y los males del mundo de hoy. Todo pecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor daño en todo el conjunto eclesial y en toda la familia humana. Es decir todo pecado tiene consecuencias sociales. De esta manera así como una persona que se eleva, eleva al mundo, una persona que se abaja por el pecado, abaja a la Iglesia y al mundo entero (6).
Pero el Viernes Santo, nos recuerda también que "por el madero ha venido la alegría al mundo entero". Que la Cruz de Cristo nos ha abierto las puertas del Cielo y nos da la posibilidad de llevar una vida plena y libre en la verdad y el amor. Que la gracia y la fortaleza que brotan del madero santo de la Cruz hacen posible edificar en el mundo la ansiada Civilización del Amor.
En este día no dejemos de participar en los Oficios de Viernes Santo, así como en el Vía Crucis y en las procesiones y representaciones sagradas propias de este día.
Finalmente y después del Sábado Santo, día de profundo silencio y de espera confiada en compañía de Santa María del gran acontecimiento de la Resurrección, celebramos la Vigilia Pascual, que introduce el Domingo más importante de la Historia; el Domingo que hace posible todos los demás domingos del año: el Domingo de la Pascua de Cristo que anuncia la gran noticia: ¡Cristo ha resucitado verdaderamente! La muerte ya no tiene poder sobre Él. Con su muerte ha derrotado al pecado y al mal para siempre y nos ha donado a todos los hombres la vida misma de Dios.
En esta noche santa los catecúmenos reciben el santo Bautismo y todos nosotros los bautizados somos invitados a renovar nuestras promesas bautismales, ya que por el don de nuestro Bautismo participamos del misterio de la muerte y de la resurrección del Señor.
Día hermoso el de Pascua. La fiesta más grande de nuestra fe. Día en que la alegría, la luz y la paz del Señor Jesús se difunden en la vida de la Iglesia y llegan a todos los puntos del espacio y del tiempo.
Quiero recordarles que para poder celebrar la Pascua de Resurrección adecuadamente, es de gran importancia llegar a ella con el corazón purificado de todo pecado. Por ello los animo a que durante la Semana Santa preparemos nuestra Confesión Pascual y nos acerquemos sincera y personalmente a recibir el sacramento de la Confesión también llamado de la Reconciliación.
Acerquémonos confiadamente al confesionario porque como dice un gran Padre de la Iglesia, si en la justicia humana el castigo sigue a la confesión, en la justicia de Dios, la salvación sigue a la confesión (7). A mis sacerdotes de Piura y Tumbes, les pido que ofrezcan a los fieles cristianos abundantes horarios para escuchar confesiones. Es grande la devoción y reverencia de nuestro pueblo creyente a este sacramento. Por ello y muy unido al Santo Padre Benedicto XVI les digo: "mantengan siempre viva la conciencia de tener que ser dignos ministros de la misericordia divina y responsables educadores de las conciencias. Que se inspiren en el ejemplo de los santos confesores y maestros de espíritu, entre los que me gusta recordar en particular al cura de Ars, San Juan María Vianney, del que este año se conmemora el 150 aniversario de su muerte” (8).
Vivamos la Semana Santa en compañía de María Santísima. Nadie como Ella ha estado asociada a los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús, su Hijo. Nadie entonces como Ella, para ayudamos a vivir estos días santos en toda su profundidad de amor. Que en el día de Pascua le dirijamos alegres el canto del Regina Coeli: ¡Reina del cielo, alégrate Aleluya! Así prolongaremos en el tiempo el "¡Alégrate!" que le dirigió el Arcángel en la Anunciación, para que se convirtiera en "causa de alegría" para la humanidad entera.
Con afecto les imparto mi bendición pastoral.
San Miguel de Piura, 05 de abril de 2009
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
+ JOSÉ ANTONIO EGUREN ANSELMI, S.C.V.
Arzobispo Metropolitano de Piura
(1) San Agustín, Sermón 284.
(2) Ver Vaticano II, Decreto Presbyterorum Ordinis, n. 12.
(3) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1382.
(4) S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 60.
(5) Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n.24.
(6) S.S. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, n. 16.
(7) Ver San Juan Crisóstomo, Catena Aurea, vol. VI, p. 506.
(8) S.S. Benedicto XVI, Mensaje a los participantes al XXI Curso para el fuero interno, 14-III-2009.