Reflexiones Litúrgicas

I MEDITACIÓN DE JULIO DEL SEÑOR ARZOBISPO DE PIURA

“La Evangelización Constituyente”

En este mes de julio, mes de la Patria, quisiera desarrollar con ustedes a lo largo de cuatro reflexiones el apasionante tema de “La Evangelización del Perú y sus Grandes Misioneros”. Como dice nuestra Constitución Política: “Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración”.[1] Sin lugar a dudas nuestra peruanidad, se forjó al calor de la evangelización.   

Puesto ante la alternativa de elegir cómo desarrollar tan fascinante tema he visto conveniente abordarlo desde la gesta grandiosa de la “Evangelización Constituyente” la cual selló la identidad católica de América Latina y del Perú. Veremos que ella fue fruto principalmente de la intrépida y valerosa acción evangelizadora de las órdenes religiosas y de santos misioneros que extendieron la fe por todos nuestros pueblos. A partir de ello, sacaremos algunas lecciones para la obra de la Nueva Evangelización que todos nosotros estamos convocados a realizar desde nuestra particular vocación y estado de vida.

Por tanto, el orden de las cuatro reflexiones será la siguiente: El día de hoy meditaremos en el tema de la “Evangelización Constituyente”. El próximo jueves reflexionaremos en “La acción evangelizadora de las Órdenes Religiosas en el Perú y sobre la vida y obra de San Francisco Solano, Apóstol del Perú y de la Argentina”. La próxima semana, el día martes, veremos la vida y obra de “Santo Toribio de Mogrovejo, excelso pastor”, y finalmente el jueves de la próxima semana desarrollaremos el tema de “La Nueva Evangelización”.

Sin lugar a dudas, la primera evangelización, conocida también como “Evangelización Constituyente”, germinó haciendo de la fe el sustrato del alma latinoamericana en general y peruana en particular. Ella permitió un proceso de rico mestizaje integrador, no sólo racial, sino cultural y humano que lo vemos plasmado de tantas maneras hoy en día en nuestra vida cotidiana y que llamamos “Peruanidad”.

Gracias a la “Evangelización Constituyente”, la fe pasó a ser parte constitutiva de nuestro ser e identidad como Continente y como Nación. Sin ella, no podemos entender nuestro presente ni podemos proyectarnos con confianza al futuro. De ahí la importancia de atesorarla y acrecentarla. A ella se refirió con notable lucidez y capacidad de síntesis el Papa Benedicto XVI, en la Sesión Inaugural de los trabajos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe realizada en la ciudad de Aparecida, Brasil, del 13 al 31 de mayo de 2007, cuando en su discurso inaugural dijo:

“La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la diversidad de culturas y de lenguas… ¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio. En efecto, el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta…La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad, sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”.[2]

¿Cómo fue posible esta gran gesta de la Evangelización Constituyente? Sin lugar a dudas ella fue posible en primer lugar gracias al gran amor con que Dios Padre nos ha amado porque como dice San Pablo: “Se han hecho patentes la bondad y el inmenso amor que Dios, nuestro Salvador, tiene a los hombres. Él nos ha salvado, no en virtud de nuestras buenas obras, sino por puro amor; y lo ha hecho a través del agua, que nos hace nacer de nuevo y nos renueva bajo la acción del Espíritu Santo, que Dios ha derramado en nosotros, con abundancia por medio de nuestro Salvador Jesucristo”.[3]

Pero también la “Evangelización Constituyente” fue posible por la activa cooperación con la gracia divina, de tantos misioneros ejemplares, que dejándolo todo, casa, padre, madre, glorias humanas y posesiones (ver Mt 19, 29), y llenos de amor por Jesús, la Iglesia y la salvación de las almas, se lanzaron a la gran aventura de la evangelización de nuestras tierras. Su gesta nunca será suficientemente reconocida y agradecida. Muchos de ellos llegaron hasta el extremo de entregar sus vidas por el anuncio del Evangelio, siguiendo el ejemplo de Cristo y de los mártires del cristianismo. Sí, gracias a estos grandes misioneros, América Latina y el Perú son un Continente y un país católico.

Y fueron grandes misioneros, porque no se anunciaron a sí mismos sino a Cristo y su misterio de salvación, núcleo de toda evangelización, ya que Cristo manifiesta el Plan del Padre y le revela a la persona humana, el modo de llegar a la plenitud de su propia vocación.[4]

Fueron grandes misioneros porque cumplieron su misión según el Corazón de Jesucristo, el primer evangelizador, porque supieron re-presentar (e.d hacer presente) al único Buen Pastor, el Señor Jesús, haciendo entrar a sus ovejas por la única puerta de la salvación que es Cristo (ver Jn 10, 9).

Fueron grandes misioneros porque tenían un amor profundo por los indios, que los impulsaba a llevarles el mensaje de la fe de manera sencilla, directa, completa y armoniosa. Y, a partir de Cristo, los educaban a resolver las exigencias de la vida, tanto personal, familiar, como social.   

Fueron grandes misioneros porque mantuvieron una perspectiva integral en la que la evangelización-salvación y la evangelización-promoción humana no están opuestas sino armónicamente unidas. Al ir a las raíces de la gesta evangelizadora de América Latina, descubriremos que la identidad de nuestro Continente se va forjando al calor del anuncio del Evangelio y de la promoción humana como realidades que van siempre juntas. Es decir, había una visión de evangelización integral, siguiendo el modelo de la Cruz que está constituida por dos maderos: el vertical que representa la evangelización-salvación, y el horizontal que representa la evangelización-promoción humana. Suprimir alguno de estos maderos o dimensiones de la evangelización, convertiría la Cruz de Cristo en una estaca o en un palo tirado en el camino, y no en la Cruz gloriosa del Señor Jesús. Estos grandes misioneros tuvieron siempre presente la concepción integral de la evangelización, en la que, sin menoscabo alguno del anuncio del Evangelio y la educación en la fe, se buscó servir al hombre de manera integral y defender ardorosamente su dignidad, sobre todo frente a los abusos.   

Misioneros franciscanos en México como Fray Martín de Valencia y sus doce compañeros llamados los Doce Apóstoles, entre quienes se encuentra Fray Toribio de Benavente, quien asumiera el nombre de Motolinía que significa “pobre”, porque así llamaban los indios a estos franciscanos; o Monseñor Vasco de Quiroga, Obispo de Michoacán (México), cariñosamente llamado por los indígenas con el nombre de “Tata Vasco” (Papá Vasco), o la gran obra de las “reducciones” en el Brasil, Paraguay y Argentina a cargo de Franciscanos y Jesuitas, son sólo algunos ejemplos de Grandes Misioneros de nuestra América Latina, que con su esfuerzo de una evangelización integral sellaron la identidad católica de nuestro Continente, designado por esta razón con justicia por San Juan Pablo II, como Continente de la Esperanza, y llamado por el Papa Francisco, a ser ahora el Continente del amor misericordioso.

Pero el tema de estas reflexiones, me exige centrarme solamente en los “Grandes Misioneros del Perú”, cosa que quiero hacer como dije en la introducción, en dos momentos. En un primer momento dando una rápida mirada a la acción evangelizadora de las órdenes religiosas en nuestra Patria, y en un segundo momento, aproximándonos a algunos de los grandes evangelizadores del Perú. El próximo jueves desarrollaré entonces el tema de “La acción evangelizadora de las Órdenes Religiosas en el Perú y la vida y obra de San Francisco Solano, Apóstol del Perú y la Argentina”.

San Miguel de Piura, 07 de julio de 2020

[1] Constitución Política del Perú, Art. 50.

[2] S.S. Benedicto XVI, Discurso en la Sesión Inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano – Aparecida, N. 1.

[3] Tit 3, 4-5.

[4] Ver Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, n. 22; S.S. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, n. 10.   

Puede descargar el archivo PDF conteniendo la Meditación completa pronunciada hoy por nuestro Arzobispo AQUÍ

Puede ver el video grabado de esta Meditación de nuestro Arzobispo Metropolitano de Piura desde AQUÍ

Compartir:

Leave A Comment

Your Comment
All comments are held for moderation.