Homilías

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN EL DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR 2023

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

¡Vivamos la Semana Santa en oración y activa caridad!

Un Domingo que nos introduce al misterio pascual

Con el Domingo de Ramos, damos inicio a la Semana Santa, también llamada la “Semana Mayor del Año Litúrgico”, porque en ella celebramos la Pasión, Muerte, y gloriosa Resurrección del Señor Jesús, es decir, su Misterio Pascual.  

Si bien el Domingo de Ramos es un domingo como los demás del año, y por tanto en él se celebra el acontecimiento de la Resurrección del Señor, las características propias de esta celebración nos ayudan a descubrir aún más el sentido del Domingo cristiano, y de la Semana Santa que hoy comenzamos a vivir.     

En primer lugar, está la conmemoración de la entrada mesiánica de Cristo a la ciudad santa de Jerusalén (ver Mt 21, 1-11), que es como una aclamación anticipada de la victoria pascual del Señor Jesús que celebramos cada domingo y que, con especial y gran gozo, celebraremos el Domingo de Pascua. De otro lado, la lectura del Evangelio de la Pasión, resalta el aspecto de que la victoria de Cristo se obtiene a través de su muerte, y muerte en Cruz (ver Flp 2, 6-8). Las palmas y los ramos, signos populares de victoria, y las vestiduras litúrgicas de color rojo, manifiestan que la muerte del Señor Jesús en la Cruz es camino de victoria, por cuanto esta muerte destruyó la muerte, y su poder y dominio sobre el hombre.

Con la celebración del Domingo de Ramos, somos invitados a tomar parte activa en la Semana Santa, es decir, a participar piadosamente en las celebraciones de estos días, desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, pasando por el Viernes de la Pasión, y el Sábado Santo, día de la sepultura de Jesús, y de su descenso a los infiernos o lugar de los muertos. Se trata de vivir íntegramente el Misterio Pascual, y no solo un aspecto de él.

Los personajes de la Pasión

Hoy, la lectura del Evangelio de la Pasión según San Mateo (ver Mt 26, 14 – 27, 66), y de los relatos correspondientes en los otros Evangelios (ver Mc 14, 1 – 15, 47; Lc 22, 39 – 23, 56; Jn 18, 1 – 19, 42), me inspira a reflexionar sobre los diversos personajes de la Pasión. Ciertamente el Señor Jesús es el gran protagonista del relato de la Pasión, pero a lo largo de ella, intervienen muchos personajes. Unos nos sugieren unas actitudes que no debemos tener en la Semana Santa, y otros, más bien, nos sugieren unas disposiciones espirituales que sí debemos hacer nuestras para mejor vivir estos días santos, y hacer de ellos ocasión privilegiada para una conversión más sincera de nuestras vidas. Veamos.

En primer lugar, están las autoridades judías, el Sanedrín, quienes desprecian a Jesús, y quieren acabar con Él, porque su persona, su predicación, y su vida misma les incomoda (ver Mc 14, 55.61-62.64). ¿Eres tú de aquellos que desprecian al Señor? ¿Su enseñanza te incomoda? ¿La Semana Santa es para ti una molestia?

Está también Judas, el traidor (ver Mt 26, 14-16). ¿Serás como Judas, incapaz de comprender lo que es el Amor? Y porque Jesús no se ajusta a la medida de tus ideas, de tus pensamientos, y de tus planes, ¿estarás dispuesto a traicionarlo y a venderlo?   

Está Herodes, el frívolo (ver Lc 23, 5-12), el prototipo del hombre hedonista y sensual, que vive del placer y para el placer. Herodes, reduce su vida a su cuerpo, y es incapaz de descubrir la riqueza de su dimensión espiritual, donde están impresas la imagen y la semejanza divina (ver Gen 1, 26). La Semana Santa, ¿será ocasión para que te sumerjas en la diversión? Recapacita. Hoy, hay muchos hermanos sufriendo por las intensas lluvias e inundaciones, quienes están llevando en estos momentos las llagas de la pasión de Cristo. Como Herodes, que se divirtió con Jesús en su corte vistiéndole con un vestido espléndido (ver Lc 23, 11), ¿quieres tú también divertirte estos días a costa del Señor y del sufrimiento de tantos hermanos nuestros que lo han perdido todo?

Está también Pilato, el timorato (ver Jn 19, 4-16), el hombre al que le faltó carácter para enfrentarse a los judíos y dejar en libertad a Jesús, “porque sabía que era inocente y se lo habían entregado por envidia” (Mc 15, 10). ¿Tendrás el carácter y la fuerza de voluntad suficiente, para enfrentarte al mundo y decirle que esta Semana Santa la vivirás con Jesús asistiendo a las celebraciones y actividades de tu Parroquia o Comunidad, y haciéndote cercano al sufrimiento de tus hermanos damnificados?

Esta también el populacho de Jerusalén y la soldadesca romana (Jn 19, 1-3.5-7; Mc 15, 16-20), quienes insultaron, despreciaron, rechazaron, y dieron un trato brutal e irreverente al Señor. Tu trato a Cristo estos días, ¿será más bien un trato reverente, amoroso y tierno? ¿O lo tratarás con desdén e indiferencia, con mofa y burla?

Pero el Evangelio de la Pasión del Señor, nos trae también buenos ejemplos en los cuales debemos inspirarnos para vivir una Semana realmente Santa.

Está Nicodemo, el fariseo de buena voluntad, que conversaba con Jesús de noche buscando la Verdad para abrirse a ella (ver Jn 3, 1-21; Jn 19, 39). ¿Será la Semana Santa una ocasión para que en un clima de oración dialogues con Jesús, te encuentres con Él, y a la luz de Aquel que es la Verdad, te encuentres contigo mismo, y descubras cuál es el sentido verdadero de tu vida, y de tu vocación y misión en la Iglesia y en el mundo? 

Está Simón de Cirene, padre de dos discípulos, Alejandro y Rufo, quien nos enseña a descubrir el valor de la Cruz en la vida cristiana, porque no hay cristianismo sin Cruz. Simón es en primera instancia obligado a cargar la Cruz del Señor (ver Mc 15, 21), pero cargándola descubre que el cristianismo es un camino recio, que nunca debemos recortarlo a nuestra conveniencia, o vivirlo en la tibieza, sino en la exigencia más radical, pues la santidad, es el horizonte de la vida cristiana, desde el día de nuestro bautismo.

Está San Dimas, el buen ladrón crucificado, que nos enseña a confesar la divinidad del Señor, y a adorar a Aquel que por amor a nosotros cuelga en la Cruz (ver Lc 23, 40-43). A Dimas le bastó un solo movimiento de amor puro, para que toda una vida criminal le fuera perdonada y ganar la salvación eterna. ¡Buen Ladrón!, santo obrero de la última hora, hombre que nos enseña a no perder nunca la esperanza. Como él, ¿harás de la Semana Santa una ocasión preciosa, quien sabe la última de tu vida, para pedir sincero perdón por tus pecados, y así “robarte” el Cielo, el Paraíso?  

Está Longinos, el centurión romano, quien se deja tocar por la gracia del Calvario, y conmovido por la forma como muere Jesús en la Cruz, tan Señor de sí mismo y de su “Hora” (ver Jn 13, 1; 17, 1), se abre al don de la fe para exclamar: “En verdad, Éste era el Hijo de Dios” (Mc 15, 19), enseñándonos así, que la Semana Santa es una extraordinaria ocasión para ahondar en el misterio del amoroso Plan de Dios, “porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para que todo el que tenga fe en Él tenga vida eterna” (Jn 3, 16).     

Está José de Arimatea, discípulo secreto de Jesús, quien pide a Pilato el cuerpo del Señor (ver Jn 19, 38-42), enseñándonos a hacer nuestra la víctima expiatoria que trae la salvación al mundo. En efecto, José de Arimatea nos enseña a valorar cada comunión eucarística donde también nosotros, como él, vamos en busca del Cuerpo del Señor, para recibirlo y guardarlo en nuestro corazón, y así tener vida eterna.

¿No fue acaso en Semana Santa, precisamente el Jueves Santo, cuando Cristo instituyó el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre? ¿No será la Semana Santa ocasión privilegiada para renovar nuestro amor al Sacramento de la Eucaristía que actualiza la Pascua del Señor y nos reúne domingo a domingo?

Están las Santas Mujeres, entre ellas María Magdalena, María la esposa de Cleofás, y con ellas el discípulo amado, San Juan (ver Jn 19, 25), quienes consuelan con su amor a Jesús en el Gólgota, enseñándonos el valor de serle fieles al Señor, tanto en la alegría como en el dolor, y a estar dispuestos a soportarlo todo por Él, y a no huir abandonándolo por miedo o cobardía (ver Mt 26, 56).  

Y finalmente, está Santa María, la Madre de Jesús (ver Jn 19, 25-27), la Mujer fuerte de la fe, de la invicta esperanza, y de la ardiente caridad. Ningún santo podrá nunca abrazarse a la Cruz tan íntima y estrechamente como lo hizo Ella. Por eso su dolor unido al de su Hijo crucificado es inconmensurable, pero fecundo, y si en la Anunciación-Encarnación, Ella nos había concebido espiritualmente para la vida, al pie de la Cruz, nos da a luz para la salvación. La Madre de Jesús se nos muestra en el Calvario, más Madre nuestra que nunca, enseñándonos a adherirle toda nuestra vida a su Divino Hijo, sin reserva alguna.  

Querido hermano: ¿Cómo vivirás esta Semana Santa? ¿Lo harás de manera creyente y piadosa? ¿Tu amor le harán compañía a Jesús y a María? Ellos te esperan. No los defraudes.

Recemos en Semana Santa por el cese de las lluvias devastadoras y seamos solidarios

Quiero terminar, invitándolos a todos a que, en estos días de Semana Santa, oremos con insistencia y confianza al Señor Jesús para que nos conceda la gracia de un tiempo tranquilo y sereno. Aquel que reprendió con poder a los vientos y a las aguas, para que después sobreviniera una gran calma (ver Mt 8, 23-27), es capaz de ello.

También les pido que, en estos días santos, en que somos invitados a contemplar el amor de Cristo en la Cruz, crezca en nuestros corazones la caridad, que nos mueva a socorrer a nuestros hermanos damnificados que lo han perdido todo y pasan grandes dificultades. Que esta Semana Santa, sea una semana que se destaque por acoger, atender, y auxiliar a nuestros hermanos en necesidad. La caridad de Cristo nos urge a ello (ver 2 Cor 5,14). Todos podemos y debemos hacer algo, para que así crezca la esperanza, y ella nos sostenga en estas difíciles horas.

En estos momentos de dolor y de esperanza, a todos les hago llegar mi bendición pastoral, con mucho afecto. 

San Miguel de Piura, 02 de abril de 2023
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor 

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