Homilías Dominicales

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN EL VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 2023

“Ser cristiano es buscar la victoria del Amor”

Pronto iniciaremos la Cuaresma

El Evangelio de hoy domingo (ver Mt 5, 38-48) es corto en su extensión, pero amplio y hondo en su perspectiva, porque a semejanza de Jesús, los cristianos estamos llamados a amar a nuestros enemigos y a rezar por los que nos persiguen, para así ser semejantes a nuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos (ver Mt 5, 45). Sólo así seremos perfectos, como perfecto y santo es nuestro Padre celestial (ver Mt 5, 48). La sabiduría evangélica, que el mundo considera una necedad y derrota, consiste en amar, incluso al que nos odia, al que nos hace el mal, al que nos injuria, calumnia, y persigue.

Ya el Antiguo Testamento ponía un límite a la reparación: “Ojo por ojo, diente por diente” (ver Mt 5, 38; Ex 21-23). Este precepto del Antiguo Testamento, tenía por finalidad moderar la violencia y la venganza, y fijar un límite a nuestro deseo de “hacernos justicia”, ya que a menudo queremos responder con “más”.

Sin embargo, la justicia predicada por el Señor Jesús en el Evangelio es mucho más exigente. Quiere que incluso aceptemos ser objeto de injusticia sin vengarnos. Por otro lado, por lo general limitamos nuestro amor a los que por obligación debemos amar, o buscamos amar sólo a los que nos han hecho un bien.

Pero Jesús quiere que no pongamos restricciones al amor: Es preciso amar a nuestros enemigos (ver Mt 4, 44.46-47), es preciso amar incluso al que nada nos ha dado.           

Como categóricamente lo afirmó San Juan Pablo II: “El amor vence siempre. ¡El amor vence siempre, como Cristo ha vencido! El amor vence siempre aunque, en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente. Cristo parecía impotente en la Cruz. ¡Dios siempre puede más!”.[1] ¡Esta es la victoria del amor! Ser cristiano es buscar la victoria del amor, es ponerse al servicio del amor en todas las circunstancias concretas de nuestra vida.

Ciertamente amar como nos pide Jesús es imposible a la naturaleza humana, abandonada a sus solas fuerzas y herida por el pecado, pero con la gracia de Cristo es posible amar hasta el extremo. Por eso es tan importante la oración y recibir la gracia de los sacramentos, y sobre todo la Eucaristía, porque, “cuando nos alimentamos con fe de su Cuerpo y de su Sangre, su amor pasa a nosotros y nos capacita para dar, también nosotros, la vida por nuestros hermanos y no vivir para nosotros mismos”.[2]

La belleza de la enseñanza de Cristo radica no sólo en su formulación, sino en que el Señor la vivió en el misterio de su Cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

Por tanto, con Él, en Él y por Él, es posible para cada uno de nosotros, dar vida a este mundo, y a esta Patria nuestra, muchas veces llena de odio y de rencor, de violencia y muerte, con el bálsamo de la misericordia y del perdón. Sólo con el amor de Cristo seremos capaces de construir el Perú justo y reconciliado que todos queremos.  

Por eso, “grave es la responsabilidad de las ideologías que proclaman el odio, el rencor y el resentimiento como motores de la historia. Como el de los que reducen al hombre a dimensiones económicas contrarias a su dignidad. Sin negar la gravedad de muchos problemas y la injusticia de muchas situaciones, es imprescindible proclamar que el odio no es nunca camino: sólo el amor, el esfuerzo personal constructivo, pueden llegar al fondo de los problemas.. Es urgente sepultar la violencia… ¿Cómo? Con una verdadera conversión a Jesucristo. Con una reconciliación capaz de hermanar a cuantos hoy están separados por muros políticos, sociales, económicos e ideológicos. Con mecanismos e instrumentos de auténtica participación en lo económico y social, con el acceso a los bienes de la tierra para todos, con la posibilidad de la realización por el trabajo… En este conjunto se inserta un valiente y generoso esfuerzo en favor de la justicia, de la que jamás se puede prescindir”.[3]  

Si pensamos que amar a nuestros enemigos es imposible, veamos siempre la vida y el testimonio de los santos, como el de San Maximiliano María Kolbe OFM. Conv., quien se ofreció a morir de inanición en sustitución de otra persona en un campo de concentración nazi durante la II Guerra Mundial; o la de una adolescente como Santa María Goretti, quien muere perdonando a su asesino que quiso abusar de ella, y gracias a ese perdón logró la conversión de su homicida; o la de San Juan Pablo II, quien dialogó y perdonó a Alí Acga, que quiso matarlo el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro cuando le disparó a quemarropa; o la de nuestros hermanos en la fe, perseguidos hoy en día en Nicaragua, Medio Oriente, Asia, y África, algunos de los cuales han llegado incluso al martirio perdonando a sus perseguidores. En estos y en muchos otros santos que han sabido perdonar y amar a sus enemigos, es Dios mismo quien actúa con su gracia, demostrando que el amor es más fuerte.    

No nos olvidemos que el único mandamiento de Jesús es el amor. Así lo afirmó Él mismo, cuando nos dijo claramente: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 35). 

Podrá darnos la impresión de ser un mandamiento muy general, pero hay que encarnarlo y vivirlo en las circunstancias concretas de nuestra vida diaria, como Cristo nos lo enseña en el Evangelio de hoy: “Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt 5, 39-44).

Pronto iniciaremos el ejercicio de la Santa Cuaresma

No quiero concluir esta reflexión sin recordarles a todos que el próximo miércoles 22 de febrero, iniciaremos este año el ejercicio de la Santa Cuaresma, con la celebración del Miércoles de Ceniza. El Señor, en su infinita misericordia, nos concede nuevamente cuarenta días de gracia y de conversión, para poder celebrar con un corazón nuevo el gran misterio de la Pascua, es decir, el misterio de su amor por nosotros: Su pasión, muerte y gloriosa resurrección.

Algo que nos asombra cada año de la Cuaresma, es esa apasionada constancia de Dios-Amor por buscarnos, de acercarse a nosotros con su misericordia y perdón, porque el Señor no se resigna a perdernos, es decir, a que vivamos una vida infeliz, y a que nos condenemos eternamente. El Señor sale a nuestro encuentro en este tiempo de gracia, en el misterio de la Cruz, para ofrecernos el perdón y la vida.

Por eso, al comenzar próximamente la Santa Cuaresma meditemos en estas sentidas palabras que nos dirige el Papa Francisco a todos, pero especialmente a los jóvenes: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez”.[4]

Acerquémonos este miércoles con confianza a recibir la imposición de la Ceniza bendecida, para expresar así nuestro deseo sincero de conversión de vida; de vivir los medios espirituales de la Cuaresma que son, la oración, el ayuno y la limosna; de acercarnos a la confesión sacramental; y de tocar y aliviar con nuestra caridad las llagas de Cristo presentes en tantas personas que sufren.

Finalmente, durante la Cuaresma, y ante la dolorosa situación por la que atraviesa nuestra Patria, oremos a Dios rico en misericordia, para que se detenga la violencia, los enfrentamientos, la destrucción y las muertes en el Perú.

Que los peruanos seamos capaces de construir un País más fraterno y reconciliado, mucho más justo y sin violencia, la cual es siempre anticristiana, donde reinen la honestidad, la verdad, y la paz. Un Perú más humano, donde el misterio de cada hombre se viva a la luz del misterio de Dios. 

San Miguel de Piura, 19 de febrero de 2023
VII Domingo del Tiempo Ordinario

[1] San Juan Pablo II, Visita Apostólica Chile, Discurso a los Jóvenes, 02-IV-1987.

[2] S.S. Benedicto XVI, Audiencia General, 18-III-2006.

[3]  San Juan Pablo II, Discurso en Ayacucho, nn. 3 y 4; 03-II-1985.

[4] S.S. Francisco, Exhortación Apostólica, Christus vivit, n. 123.

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