Homilías Dominicales

HOMILÍA DEL ARZOBISPO METROPOLITANO EN EL V DOMINGO DE PASCUA 2023

“No pierdan la calma…
Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida”
V Domingo de Pascua 

No pierdan la calma

En este V Domingo de Pascua, el Señor Jesús nos invita a no tener miedo: “No pierdan la calma, creen en Dios, crean también en Mí” (Jn 14, 1). Estas palabras de Jesús, cobran inusitada actualidad dada la difícil situación que vivimos en Piura y Tumbes, por las lluvias e inundaciones que dejan a su paso, muerte, sufrimiento, pobreza, y destrucción.

Escuchar estas palabras de los labios del mismo Cristo, serena el corazón, nos dan fortaleza, y acrecientan nuestra confianza de que en esta hora difícil no estamos solos. Jesús está presente en medio de nosotros para darnos su paz, y así abrirnos a un horizonte de esperanza en el futuro inmediato. Creamos firmemente que Jesús nos acompaña en esta prueba. Por la fe, descubramos su presencia activa entre nosotros, para que así tengamos la capacidad de sobrellevar juntos las dificultades de este duro momento.   

Obras son amores, y no buenas razones

Pero junto con esta firme confianza en el Señor, que nace de saber de su indesmayable y fiel amor por nosotros, no dejemos de exigir las obras que Piura y Tumbes necesitan para enfrentar a “El Fenómeno del Niño”, obras que desde hace muchos años venimos esperando.  

No bastan las Alertas Informativas, los Avisos de Corto Plazo, las Notas de Prensa, y los Análisis Situacionales. De una vez por todas hay que comenzar a preparar a nuestras Regiones del Norte del Perú, ante un eventual “Fenómeno del Niño Global”, que cada vez parece más cercano y probable. ¡Basta de indolencia, improvisación, y omisión! Pido una vez más a las autoridades, de los tres niveles de gobierno, que coordinen más estrechamente entre sí, convoquen a los mejores profesionales, y elaboren un plan de obras y de necesidades, con un cronograma de ejecución, que nos permita afrontar el impacto de un probable Fenómeno 2023-2024, para así garantizar la defensa de la persona humana, de su dignidad, y de sus derechos fundamentales. No nos olvidemos que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado, y además, ella es el camino de la Iglesia. Como dice el refrán: “Obras son amores, y no buenas razones”.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida

En el Evangelio de hoy (ver Jn 14, 1-12), hay una hermosa auto revelación de Jesús. En estas semanas de Pascua, le hemos oído decir al Señor de sí mismo que, es el Buen Pastor y la Puerta de Salvación de las ovejas. Ahora, Jesús hace nuevamente suyo el nombre de Dios en el Antiguo Testamento, “Yo Soy” (Ex 3, 14), para proclamarse como el Camino, la Verdad y la Vida (ver Jn 14, 6). Este pasaje del Evangelio de San Juan, es probablemente uno de los más conocidos por todos nosotros y, además, es muy citado en nuestras homilías, catequesis y momentos de oración. El Señor Jesús, es ciertamente, el único Camino a recorrer, la única Verdad a ensayar, y la única Vida a vivir, como me gusta siempre proclamarlo.

Ciertamente, Jesús es el único Camino de salvación, “porque nadie va al Padre sino por Mí” (Jn 14, 6). O, como afirma San Pedro, lleno del Espíritu Santo: “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos, sino el de Jesús” (Hch 4, 12). 

Pero, además, Cristo es la Verdad porque Él revela plenamente el misterio de Dios y del hombre[1], o como le gustaba decir a San Juan Pablo II: “Jesús es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”.[2] Que Jesús sea la Verdad, significa entonces que sólo Él le revela a la persona humana su verdadera identidad, es decir, quién es y qué es lo que tiene que hacer para realizarse, y así ser auténticamente libre, feliz, y salvarse. Quien acoge a Jesús, acoge a la Verdad, la cual es capaz de sacarnos de la mentira existencial y del autoengaño, para trasladarnos a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, ya que en muchas circunstancias solemos vivir creyéndonos aquello que no somos. Por ejemplo, nos creemos sólo nuestro cuerpo, o nuestros personajes y roles, o nuestros pensamientos e ideologías. Por eso el Señor declaró de sí mismo: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad” (Jn 18, 37), a lo que añadió: “Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).

Finalmente, Jesús es la Vida. Nosotros a lo máximo podemos tener vida o transmitir la vida, pero sólo Jesús, que es Dios, es la fuente de la Vida.

Así lo afirma Él mismo, cuando le dice a Marta, la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25). Con su Resurrección, Cristo nos ha confirmado definitivamente que la vida que Él tiene no está sometida a la muerte. Por eso proclamará claramente: “Todo aquel que cree en Mí, aunque muera vivirá” (Jn 11, 25). Es bueno recordar, que los dos sacramentos emblemáticos de la Pascua, son el Bautismo y la Eucaristía. Al recibir el primero, el Señor Jesús ha sembrado en nosotros su vida inmortal, y por la constante recepción de la Eucaristía, Él va nutriendo esta vida eterna en nuestros corazones, porque Jesús es el Pan vivo bajado del cielo, para que todo aquel que coma de Él, tenga vida eterna (ver Jn 6, 51).

¿Sigo a Cristo con fidelidad?

Pero volvamos al símil de “Yo soy el Camino”. Jesús es el camino que hay que seguir con decisión para llegar al Padre, es decir, para llegar a la Vida Eterna. En la Pascua, es cuando más claro vemos que Cristo es nuestro camino de felicidad y salvación. Nosotros hemos tomado la decisión de creer en Él y de seguirlo. Es más, durante la celebración de la Vigilia Pascual, hemos reafirmado nuestra fe, renovando nuestras promesas bautismales, y nuestra adhesión al Señor Jesús, con el deseo vivo de poder algún día exclamar con San Pablo: “Vivo yo pero no soy yo, sino es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). 

Ahora bien, la analogía del camino nos puede ayudar a preguntarnos: ¿Sigo a Cristo con fidelidad? O, ¿me gusta probar otros caminos y atajos que me pueden parecer más atractivos, más fáciles y agradables, pero que a la larga son senderos de muerte?

Cristo va delante de nosotros. Seguir sus huellas es seguir el camino que conduce a la Vida, pero de nada nos vale seguir a Cristo si en algún momento de nuestra existencia no le alcanzamos, es decir si no llegamos a ser en todo semejantes a Él, tanto en el pensar, como en el sentir y el actuar. Por eso el día de hoy, hagamos el firme propósito de colaborar activamente con la gracia de Dios, para seguir y alcanzar a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida. El santo, es aquel que se ha comprometido a seguir al Señor Jesús, y le ha alcanzado, es decir se ha transformado en otro Cristo.

Al respecto nos dice nuestro querido Papa Francisco: “¿Cómo podemos llegar al Paraíso? ¿Cuál es el camino a seguir? Esta es la frase decisiva de Jesús. Lo dice hoy: «Yo soy el camino» (Jn 14, 6). Jesús es el camino para subir al cielo: tener una relación abierta con Él, imitarlo en el amor, seguir sus pasos. Y yo, cristiano, tú, cristiano, cada uno de nosotros, cristianos, podemos preguntarnos: ¿Qué camino sigo? Hay caminos que no llevan al Cielo: los caminos de la mundanidad, los caminos para autoafirmarse, los caminos del poder egoísta. Y está el camino de Jesús, el camino del amor humilde, de la oración, de la mansedumbre, de la confianza, del servicio a los demás. No es el camino de mi protagonismo, es el camino de Jesús como protagonista de mi vida. Es ir adelante cada día preguntándole: «Jesús, ¿qué piensas de esta decisión que he tomado? ¿Qué harías en esta situación, con estas personas?». Nos hará bien preguntar a Jesús, que es el camino, las indicaciones para el Cielo. Que la Virgen, Reina del Cielo, nos ayude a seguir a Jesús, que ha abierto para nosotros el Paraíso”.[3]

San Miguel de Piura, 07 de mayo de 2023
V Domingo de Pascua  

[1] Ver Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 22.

[2] San Juan Pablo II, Angelus, 11-I-2004.

[3] S.S. Francisco, Regina Coeli, 10-V-2020.

Puede descargar el PDF conteniendo la homilía de nuestro Arzobispo AQUÍ

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