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QUE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA NOS LLEVE AL CIELO PARA ESTAR CON JESÚS

14 de mayo de 2018 (Oficina de Prensa).- Nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., celebró la solemnidad de la Ascensiòn del Señor en la Parroquia “Nuestra Señora de Fátima” de nuestra ciudad, por coincidir en este año dicha fiesta litùrgica con un aniversario màs de las Apariciones de la Virgen Santísima. La Eucaristía fue concelebrada por el R.P. Gilmer Peña Escalante, párroco del lugar.

Al final de la celebración Monseñor Eguren coronó la hermosa imagen de “Nuestra Señora de Fátima”, con una nueva corona que fue obsequiada por el Señor Pedro Aguirre Dedios quien junto con su familia fueron parte de los 500 evacuados de las zonas de Monte Sullón y Loma de los Zorros (Catacaos) que tras las inundaciones del año pasado fueron acogidos por el Padre Gilmer y por la Junta Vecinal del Asentamiento Humano «Fátima» en el salón comunal de la localidad donde se les brindó alimentación y cobijo. El Señor Aguirre, quien es un hábil artesano, ha querido de esta manera dar gracias a Dios y nuestra Madre Santísima por la protección y ayuda recibida durante la emergencia. 

Fátima, milagro del amor maternal de María

Al iniciar su homilía, nuestro Pastor se refirió  al mensaje de oración y penitencia que la Virgen dejó a los tres pastorcitos: “Para mí es una gran alegría poder celebrar la Eucaristía en esta iglesia parroquial de Nuestra Señora de Fátima con ocasión de la solemnidad de la Ascensión del Señor Jesús y de festejarse con gozo el 101° aniversario de la aparición de nuestra Madre a los humildes pastorcitos, Lucía, Jacinta y Francisco, estos dos últimos proclamados santos por el Papa Francisco el año pasado, cuando se cumplieron los primeros cien años de las apariciones. Al final de la Misa procederé a coronar la imagen de Nuestra Señora que aquí se venera y con ello invito a todos a que siempre y en todo lugar honremos con profundo amor filial a Aquella que nos manifestó su inmenso amor y preocupación bajando del Cielo para enseñarnos que en esta vida tendremos ocasiones para sufrir y padecer pero que la gracia de Dios nos fortalecerá y asistirá siempre; que debemos evitar en todo momento el pecado para no ir al infierno; que es necesario convertirnos y consagrarnos a su Inmaculado Corazón para que haya paz en el mundo; que debemos rezar todos los días el Rosario en familia diciendo después de cada misterio “Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”. A Nuestra Señora de Fátima, Madre de Dios y nuestra, en quien la maternidad alcanza su modelo más pleno, le pedimos que bendiga a todas nuestras madres, y que lleve al Cielo a las que ya han fallecido”.

Con Jesús asciende nuestro corazón al Cielo 

En otro momento nuestro Arzobispo destacó que: “También estamos celebrando la Ascensión del Señor. Son tres las enseñanzas que nos deja este trascendental misterio de la vida de Jesús. En primer lugar que la exaltación de Cristo en el Cielo es también nuestra propia exaltación porque Jesús regresa al Padre llevando consigo nuestra humanidad. Por eso la fiesta de hoy siembra en nuestros corazones la esperanza que allí donde esta nuestra Cabeza (Cristo) estaremos también nosotros con la plenitud de nuestra humanidad, nosotros que somos miembros de su Cuerpo Místico, su Iglesia. Por eso al meditar en este misterio San Agustín exclama: «Hoy nuestro Señor Jesucristo asciende al cielo, y con Él asciende nuestro corazón». En segundo lugar si bien Jesús ha ascendido a los cielos no se ha ido para desentenderse de nosotros y de este mundo. Mientras Él está en el cielo, sigue estando con nosotros: «yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Su presencia continúa en medio de su Iglesia y sobre todo en esa presencia llamada «real» por excelencia que es el milagro de amor de la Eucaristía. Jesucristo resucitado, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad está sentado a la derecha de Dios Padre y está también en nuestros altares en el pan de vida eterna y en el cáliz de salvación. Sólo Dios es capaz de esto. Pero Jesús también está en el enfermo, en el pobre, en el vulnerable, en el descartado, en el necesitado de nuestro amor y servicio. Finalmente, la fiesta de la Ascensión tiene además una clara dimensión apostólica y evangelizadora: «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos (Mt 28, 19-20)». La misión que nos deja el Señor se dirige a la totalidad de los hombres y consiste en anunciarlo a Él y su misterio de salvación como clave de realización humana plena. Que Nuestra Señora de Fátima nos lleve al Cielo para estar con Jesús”. 

¡Gracias Mamás! 

Finalmente Monseñor Eguren saludó a las madres con ocasión de celebrarse su día: “No quiero concluir estas palabras, sin dirigir mi homenaje a todas las madres por su día. Gracias queridas mamás por todo lo bueno y bello que ustedes encarnan y significan para sus hijos, para nuestra sociedad y para la Iglesia. Gracias por defender la vida desde la concepción hasta el nacimiento y durante todas las etapas de la existencia hasta su fin natural. Gracias por amar a sus hijos por ser hijos, por acogerlos incluso cuando llegan de manera inesperada a la vida, porque ustedes mejor que nadie saben que un hijo nunca es un error. Gracias por transmitir junto con la vida natural la vida de la fe a sus hijos. Sin las madres no sólo no habrían nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo”.

“Junto con las madres hago también llegar mi saludo y homenaje a las abuelas. Ustedes en el hogar llevan la vida adelante, transmiten la fuerza de la esperanza, dan raíces, memoria, tradición y sueños a sus nietos. ¡Gracias por ser abuelas! Que hoy hagamos el firme compromiso de comprender y valorar más el rol central que las mamás y las abuelas desempeñan en la sociedad, y comprometámonos a escucharlas y ayudarlas más en el hogar, en la vida cotidiana. Sólo así la celebración del Día de la Madre estará llena de sentido y significado y no se reducirá a un homenaje vacío”, concluyó nuestro Pastor.

Inmediatamente después de terminada la celebración eucarística, se dio inicio a la Procesión con la Imagen de Nuestra Señora de Fátima, recorriendo las calles del asentamiento humano que lleva el mismo nombre de su Santa Patrona, en el cual se encuentra ubicada la Parroquia.

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