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NO TEMAS. SÓLO TEN FE

Misa Dominical en la Basílica Catedral de Piura

01 de julio del 2018 (Oficina de Prensa).- En el XIII Domingo del Tiempo Ordinario, en la Basílica Catedral de nuestra ciudad, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura presidió la Santa Misa ante una gran cantidad de fieles congregados, la mayoría de ellos con sus familias.

Al iniciar su homilía y reflexionando en el mensaje del evangelio, nuestro Pastor dijo: “Hoy domingo, el Evangelio (ver Mc 5, 21-43), nos presenta dos historias o episodios de salvación; dos casos en que la muerte y la enfermedad, frutos del pecado, son vencidas. El primero, Jesús que devuelve la vida a la hija pequeña de Jairo, jefe de la sinagoga. El segundo la curación de la mujer que por muchos años sufría flujos de sangre. Ambos relatos nos comunican dos ideas centrales que es bueno que recordemos: la primera que Dios no creó la muerte ni la enfermedad, porque Dios es el Dios de la vida, que creó al ser humano para la inmortalidad. Más aún el Señor quiere que todos los hombres se salven y gocen de la vida eterna. Si hoy vemos con dolor que la muerte es una realidad, y junto con ella la enfermedad, es porque ambas entraron en el mundo por la envidia del demonio a través del pecado del hombre. Esta enseñanza ya estaba presente en el Antiguo Testamento (ver Sab 1, 13-14; 2, 23-24). La segunda: que la salvación es el encuentro maravilloso entre el poder del Señor Jesús y nuestra fe en Él. Se requieren del encuentro de ambas para que la salvación sea una realidad”.

“Volviendo a nuestro relato evangélico de hoy -continuó Monseñor Eguren- vemos que la hija de Jairo cae muy enferma, y éste postrándose ante el Señor, le rogaba que fuera a imponerle las manos con la seguridad que Jesús podía curarla. Jairo muestra así su fe en Jesús, en su poder de salvación, así como su amor en su hija pequeña. Jesús decide ir a curarla, pero en el camino la multitud detiene a Jesús y en particular lo hace una mujer que por doce años sufría de flujos de sangre. San Lucas (ver Lc 8, 43-44) en su relato agregara que esta mujer se había gastado toda su fortuna en médicos y nadie la había podido curar. Ésta acercándosele al Señor por detrás, con mucha fe le tocó la orla de su manto con la certeza que si lo hacía quedaría curada como en efecto sucedió. Jesús nota que un poder ha salido de Él, cosa que sorprende a sus discípulos porque muchos apretujaban al Señor en el camino. Ante la pregunta de Jesús de quién lo había tocado, la mujer confesará que había sido ella. En medio del gentío todos «zarandeaban» a Jesús de un lado a otro, pero sólo la hemorroísa lo tocó con fe y por eso quedó curada. Cuando Jesús decide retomar su camino a la casa de Jairo llegan algunos que le dicen a éste que ya no moleste al Maestro porque su hija había muerto. Cuándo no, son las voces de aquellos que buscan desanimarnos, hacernos caer en desesperanza y pesimismo. Incluso se ríen cuando Jesús le asegura a Jairo que su hija sólo está dormida. Y es así que Jesús le dirige a Jairo una frase que también nos la dirige hoy a nosotros: «No temas. Sólo ten fe». Y Jairo confío, se fío del Señor, creyó en Él, y su hija volvió a la vida”.

Finalmente nuestro Arzobispo nos exhortó a que nunca perdamos la fe en Jesús: “De este hermoso relato evangélico podemos sacar algunas enseñanzas para nuestra vida cristiana: nunca escuchemos las voces de aquellos que sólo buscan quebrar nuestra fe y esperanza en el Señor. A pesar de todo, de los problemas, las dificultades de la vida, incluso de la enfermedad y de la muerte que puede tocarnos de cerca con el fallecimiento de algún ser querido, nunca perdamos la fe en Jesús, porque Él jamás deja de estar a nuestro lado. Nuestra fe en Él nos da la fortaleza y la victoria sobre estos enemigos tan formidables. Finalmente también hoy como a la niña, el Señor nos dice: «Contigo hablo, levántate», porque puede ser que corporalmente estemos sanos pero espiritualmente estamos postrados e incluso muertos porque vivimos en pecado mortal. Así lo afirma el libro del Apocalipsis: «tienes nombre de viviente, pero en verdad estas muerto» (Ap 3,1). Por eso te pido hoy que escuches la voz de Jesús que te llama. Acude a Él en la confesión sacramental, tócalo con fe, con la confianza que por más grave que sea tu pecado, su misericordia es capaz de perdonarlo todo y hacer de ti una persona nueva. Cógete de su mano para que Él te levante y te devuelva a la vida”.

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