Cartas y Exhortaciones Pastorales

EXHORTACIÓN PASTORAL DEL ARZOBISPO DE PIURA EN LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR JESÚS 2016

“El recuerdo de Dios que se hace Niño nos abre a la esperanza”

Muy amados hermanos y hermanas en Jesús, el Niño Dios:

Pronto nacerá Jesús, el Emanuel, el Dios-con-nosotros. Muy pronto su Madre, la Virgen María, lo tendrá en sus brazos maternales y nos lo ofrecerá como el Salvador. Que estos días previos a la Navidad despierten en nosotros el recuerdo de Dios que se hace niño. De Dios que nos ama tanto que por nosotros viene a la tierra.

El misterio cristiano de Navidad sana y reconcilia, y nos abre a la esperanza, porque nos recuerda que la vida es más fuerte que la muerte, que el bien es más fuerte que el mal, que el amor es más fuerte que el odio. Navidad es el misterio de la Verdad que viene a iluminarnos y a revelarnos el verdadero sentido de nuestra vida y del mundo que habitamos. Navidad es el misterio del Amor que se encarna y que viene a darnos calor de vida. Navidad es el misterio del Bien que viene a habitar entre nosotros abriéndonos a la posibilidad real de vivir la fraternidad y la solidaridad, y así construir la ansiada Civilización del Amor.

Por ello dejando de lado el bullicio y el consumismo que quieren devorarnos en estos días, despertemos a lo esencial de la Navidad: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo, os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 10-12).

Suscitemos en los demás el sentido cristiano de la Navidad

Después de haber celebrado un Año tan intenso en el que la gracia de la misericordia se nos ha dado en abundancia, sigamos viviendo y compartiendo la riqueza de la misericordia divina sobre todo suscitando en los hermanos, pero especialmente en el abatido y descorazonado, el auténtico sentido cristiano de la Navidad, porque cuando a una persona desesperada se le despierta el recuerdo del amor y del bien, esa persona aprende a creer y a esperar de nuevo, y se le abre un camino de salida a su desesperación. En estos días santos, pensemos en los demás y anunciémosles la mayor bondad que existe y con la cual hemos bendecidos: La de Dios Padre que nos ama de manera incondicional y absoluta, y por ello nos entrega a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo por obra del Santo Espíritu: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que le ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”(Jn 3, 16).

Queridos hermanos y hermanas: Frente a un mundo que se hunde en lo material, que quiere permanecer en las tinieblas de la ausencia de la verdad, y mantenerse ajeno al auténtico sentido de la realidad y de la vocación humana, los cristianos debemos levantarnos, y con el coraje que nos da la fe debemos sacudir a este mundo que se empecina en perder de vista su verdadera vocación y sus mejores posibilidades, para decirle que sólo Cristo Reconciliador es auténtica esperanza ya que en Él toda vida humana cobra su verdadero sentido y encuentra su realización.

Y Dios se hizo embrión humano

En el misterio de la Encarnación, Dios se hace niño pequeño e indefenso. Dios ha querido recorrer la vida del hombre desde sus inicios para salvarla totalmente en plenitud. Por ello sin duda alguna podemos decir que el Verbo de Dios se hizo embrión humano, y por tanto nunca es justificable el asesinato de un niño inocente en el vientre de su madre. El aborto jamás puede ser considerado un derecho humano o de la mujer. Con el Papa Francisco quiero afirmar también con todas mis fuerzas: “Que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida inocente. Pero con la misma fuerza, puedo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”.[1]

El misterio de Navidad nos revela que la vida es el don más grande que hay y del cual dependen todos los demás. Por ello es la gracia que más hay que cuidar y proteger. “Quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida y no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad. ¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas inocentes?”.[2]

La familia: cuna y santuario de la vida

La vida humana concebida y por nacer es muy frágil y corre muchos riesgos de ser destruida. Por ello necesita de la familia, del amor de sus padres y de su hogar, para verse sostenida y protegida. Necesita de ellos para poder desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Así sucedió en la vida del Niño Jesús. Santa María su Madre, y San José su padre nutricio, cuidaron del Hijo de Dios desde el vientre materno, hasta su nacimiento saludable y posterior crecimiento. El rol de la familia en la edificación de una auténtica cultura de la vida es determinante e insustituible. No hay mejor ámbito que la familia para la concepción, el nacimiento, el crecimiento y la educación de un hijo o de una hija. Por el contrario cuando la familia es desplazada como lugar de vida, de transmisión y educación, la sociedad se disuelve porque sin la familia, que es la unidad básica de la sociedad, la cultura de la muerte prospera, y la vida humana se vuelve menos importante que otras cosas como el dinero, el poder, el placer impuro, y la ideología. De otro lado es muy importante que se haga todo lo posible por atender a las madres, tanto adultas como adolescentes, que se encuentran esperando un hijo fuera de un hogar. No es admisible que la única opción que se les ofrezca sea una opción de muerte con el aborto.

La salida no es la destrucción criminal de su bebé en su vientre. Hay otras soluciones humanas. Por ello exhorto a los médicos y obstetras a apoyar a estas mujeres que se ven en gran dilema para que saquen adelante a sus hijos. Hago un llamado a las autoridades políticas y públicas de Piura y Tumbes para que implementen acciones que permitan a estas mamás tener un apoyo y un acompañamiento concreto en su maternidad. Pido encarecidamente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a todos los laicos cristianos, que sean para estas madres sostén y apoyo en la desesperanza en la que a veces se encuentran, y las ayuden a dar una respuesta de vida a la tentación del aborto, abriéndolas a la conciencia que la solución a su situación no es abortar; que nada, absolutamente nada, justifica matar a su propio hijo, y que siempre hay esperanza y futuro para la madre que poniendo su confianza en el Señor, decide con valor ponerse de lado de él y defenderlo con su propia vida. Asimismo en medio de una cultura promiscua como la actual, esforcémonos por educar a nuestros jóvenes en la pureza y el amor hermoso para que comprendiendo el don de la sexualidad humana la ejerzan responsable y rectamente en el matrimonio y no fuera de él.

Jesús, el Verbo de Dios vino a traernos la paz

Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, vino para traer a los hombres una paz que el mundo no puede dar. “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!” (Lc 2, 14). Este es el canto de los ángeles en Navidad que hacemos nuestro en la Nochebuena y que debe pasar del corazón y de los labios a gestos concretos, a acciones de amor y de misericordia.

Jesús mismo se hará eco de este canto angelical cuando en el Sermón de la Montana proclame: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9). Pero ¿quiénes son los que trabajan por la paz? “Son todos aquellos que, día a día, buscan de vencer el mal con el bien, con la fuerza de la verdad, con las armas de la oración y del perdón, con el trabajo honesto y bien hecho, con la búsqueda científica al servicio de la vida, con las obras de misericordia corporal y espiritual”.[3] Por ello y como recientemente nos ha pedido el Santo Padre el Papa Francisco en su Carta Apostólica Misericordia et misera: “Concluido el Jubileo es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia divina…Frente al mundo que sigue generando nuevas formas de pobreza espiritual y material que atentan contra la dignidad de las personas debemos estar atentos y dispuestos a descubrir nuevas obras de misericordia y realizarlas con generosidad”.[4] Vivamos entonces hermanos la Navidad con la oración y con actos concretos de cercanía a los pobres. Que María Santísima, Madre de Dios, no deje de mirarnos con ojos de misericordia y de amor en la Nochebuena y a lo largo de todo el Año Nuevo. A todos les deseo una muy Santa y Feliz Navidad y un 2017 lleno de las bendiciones del Señor.

Los bendice afectuosamente y pide sus oraciones.

[1] S.S. Francisco, Carta Apostólica Misericordia et misera, n. 12.

[2] San Juan Pablo II, Viaje Apostólico a España Misa con las familias, 02-XI-1982.

[3] S.S. Benedicto XVI, Angelus, 01-I-2013.

[4] S.S. Francisco, Carta Apostólica Misericordia et misera, nn. 5 y 18

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