Cartas y Exhortaciones Pastorales

CARTA PASTORAL DEL ARZOBISPO METROPOLITANO A TODA LA IGLESIA ARQUIDIOCESANA DE PIURA Y TUMBES CON MOTIVO DEL RECIENTE VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO AL PERÚ

“Unidos defendamos la Esperanza”

Muy queridos hermanos y hermanas: Gracia y paz en el Señor.

Con profunda alegría en el corazón les dirijo esta Carta Pastoral para invitarlos a que juntos demos gracias a Dios Uno y Trino, por la extraordinaria Visita Apostólica que el Papa Francisco ha realizado recientemente a nuestro país del 18 al 21 de enero pasado. Han sido días llenos de bendiciones donde el Santo Padre ha podido tocar la fe viva del pueblo peruano y donde nosotros le hemos acogido como aquel que viene en nombre del Señor (ver Mt 21, 9).  

Para nosotros los creyentes en Cristo la presencia del Papa nos ha confirmado en la fe y en la misión de la Iglesia, pero también ha dejado en todos los peruanos de buena voluntad un mensaje de paz, de misericordia, de unidad y sobre todo de esperanza en el futuro del Perú. A lo largo de su peregrinar por Puerto Maldonado, Trujillo y Lima, Francisco nos ha evangelizado a todos los peruanos con sus palabras, obras y gestos, y ha sabido conducirnos al encuentro vivo con el Señor Jesús.

 Igualmente nos ha hecho experimentar la belleza de la Iglesia como misterio de comunión, es decir como un Pueblo congregado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, llamado a vivir el amor fraterno: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado” (Jn 15, 12; ver Jn 13, 34). La «comunión» es el remedio que nos ha dado el Señor contra la soledad y el individualismo que hoy amenaza a todos; es el don precioso que nos hace sentirnos acogidos y amados por Dios en la unidad de su Pueblo congregado en nombre de la Trinidad.

¡Gracias Santo Padre por todo lo que has hecho por el Perú! Gracias por haber encendido en nuestros corazones la llama del amor de Dios y por renovar en nosotros la esperanza de que es posible construir un Perú según la Bienaventuranzas del Reino.

¡Gracias Peregrinos!

Quiero aprovechar esta ocasión para agradecer a todos aquellos que con su trabajo y dedicación organizaron en las parroquias y comunidades la peregrinación que hizo posible que miles de piuranos y tumbesinos fueran al encuentro del Santo Padre. Asimismo mi agradecimiento a los sacerdotes, consagrados, consagradas, autoridades y fieles cristianos que no dudaron un instante en recorrer cientos de kilómetros, pasar frío, calor, hambre y sed, y todo tipo de incomodidades, para expresarle al Papa Francisco su adhesión y afecto filial. Gracias también a esos sesenta peregrinos del Bajo Piura que viajaron a Trujillo en representación de los miles de hermanos y hermanas damnificados de nuestra Región que aún siguen padeciendo las consecuencias del Fenómeno del Niño Costero del año pasado.

A manera de anécdota les contaré que cuando salía de la Misa en Huanchaco en compañía de mis hermanos Obispos, eran numerosísimos los peregrinos de Piura y Tumbes con quienes me encontraba. En sus rostros veía reflejada la alegría y la felicidad propia de haber tenido un encuentro de vida con el Señor Jesús en la persona de su Vicario en la Tierra, y de que todos los sacrificios y privaciones habían valido la pena. Incluso un Obispo amigo me dijo: “Parece que se ha venido todo Piura y Tumbes a ver a Francisco. Ojalá haya quedado alguno para cuidar las ciudades y los pueblos”.

Quisiera invitar a todos los peregrinos a que en sus parroquias y comunidades, con sus sacerdotes, consagrados y responsables, tengan en estos días reuniones donde puedan compartir entre ustedes, y con aquellos que no pudieron peregrinar, las experiencias y testimonios de fe, esperanza y caridad vividas. Asimismo habrá que releer las homilías y discursos del Papa Francisco en el Perú, para que en un clima de estudio y reflexión podamos discernir lo que el Espíritu Santo está diciéndole y pidiéndole a la Iglesia de Piura y Tumbes, para que así podamos ser una Iglesia en salida donde pongamos toda nuestra vida y nuestras estructuras eclesiales al servicio de la evangelización, viviendo la misericordia con todos pero especialmente con los más pobres y descartados. 

La Esperanza: el hilo conductor del mensaje de Francisco

En estos días posteriores a la Visita Papal, he tenido la oportunidad de hacer una primera lectura de las homilías y discursos del Santo Padre, y considero que la esperanza es el hilo conductor de todo lo enseñado y testimoniado por Francisco.

El Papa nos ha reiterado con insistencia que el Perú es tierra de esperanza que invita y desafía a la unidad de todo su pueblo: “Permítanme decirles que mirar esta tierra es de por sí un motivo de esperanza… La esperanza en esta tierra tiene rostro de santidad. Perú engendró santos que han abierto caminos de fe para todo el continente americano y por nombrar tan sólo a uno, Martín de Porres, hijo de dos culturas, mostró la fuerza y la riqueza que nace en las personas cuando se concentran en el amor[1]…Perú es tierra de esperanza. Tierra de esperanza por la biodiversidad que la compone, con la belleza de una geografía capaz de ayudarnos a descubrir la presencia de Dios. Tierra de esperanza por la riqueza de sus tradiciones y costumbres que han marcado el alma de este pueblo. Tierra de esperanza por los jóvenes, los cuales no son el futuro, sino el presente de Perú. A ellos les pido que descubran en la sabiduría de sus abuelos, de sus ancianos, el ADN que guió a sus grandes santos. Chicas y chicos, por favor, no se desarraiguen. Abuelos y ancianos, no dejen de transmitir a las jóvenes generaciones las raíces de su pueblo y la sabiduría del camino para llegar al cielo. A todos los invito a no tener miedo a ser los santos del siglo XXI”.[2]

Defender unidos la Esperanza

Durante sus alocuciones, el Santo Padre hizo un fuerte llamado a todos los peruanos a que unidos defendamos la esperanza porque ésta se encuentra amenazada por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso; por la depredación de la selva, de los bosques y las especies; por la minería informal; por la corrupción y la inmoralidad creciente; por la trata de personas; por el trabajo informal; por la violencia en todas sus formas, pero especialmente contra la mujer; por el sicariato y la delincuencia. De manera especial en su encuentro con los Pueblos de la Amazonía, Francisco alzó su voz de protesta por la presión que ejercen ciertos organismos internacionales para promover políticas de reproducción esterilizantes: “Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas”.[3]

Para defender esta esperanza Francisco nos dijo que se hace urgente proteger la dignidad de toda persona humana creada a imagen y semejanza de Dios, pero sobre todo la de los más débiles y descartados. Para defender esta esperanza, el Papa nos señaló que hay que respetar, reconocer y dialogar con los pueblos nativos y originarios, respetando sus culturas y anunciándoles el Evangelio.

Para defender la esperanza, el Santo Padre nos dijo que hay que cuidar la madre tierra, impulsar y desarrollar una ecología integral; promover una cultura del encuentro, de la transparencia y de la honestidad; proteger a la familia, institución natural, que mantiene viva la cultura de un pueblo y que es la mejor defensa de la vida; saber escuchar a los abuelos y abuelas porque ellos tienen una sabiduría que nos pone en contacto con lo trascendente y nos hace descubrir lo esencial de la vida; y que hay que promover una educación respetuosa de las identidades culturales.

Para defender unidos la esperanza y mantenerla viva, el Papa también nos invitó a fortalecer la solidaridad, porque el alma de una comunidad se mide en cómo ésta logra unirse para enfrentar los momentos difíciles y de adversidad. Así nos lo predicó Francisco en Huanchaco: “Sé que en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y estas tierras tenían el aceite para ir corriendo y ayudarse como verdaderos hermanos. Estaba el aceite de la solidaridad, de la generosidad que los puso en movimiento y fueron al encuentro del Señor con innumerables gestos concretos de ayuda. En medio de la oscuridad junto a tantos otros fueron cirios vivos que iluminaron el camino con manos abiertas y disponibles para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza”.[4]

Obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas y seminaristas renovamos nuestra vocación

El Santo Padre también nos ha renovado en la esperanza a los obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas y seminaristas en nuestra vocación y misión, para que las vivamos según el Corazón de Cristo, ejerciendo con alegría y caridad sincera la obra del Señor con el único anhelo de agradar a Dios y servir a nuestros hermanos y no a nosotros mismos.

Ahí están como hermosos testimonios, su discurso en Lima en el encuentro con los Obispos, donde nos propuso a los Pastores del Perú a Santo Toribio de Mogrovejo como ejemplo de «constructor de unidad eclesial»[5]; y su discurso a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas del Norte del Perú donde nos llamó a tener una «vocación memoriosa», la cual supone tener una alegre conciencia de sí; tener siempre presente la hora en que el Señor nos llamó, porque “las veces que nos olvidamos de esta hora, nos olvidamos de nuestros orígenes, de nuestras raíces; y al perder estas coordenadas fundamentales dejamos de lado lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor”[6]; y tener una alegría contagiosa porque la fe en Jesús se contagia, no puede confinarse ni encerrarse, necesariamente se debe comunicar a los demás.

En ese discurso el Papa también nos alertó de un peligro que nos puede robar la esperanza: La fragmentación o el aislamiento en la vivencia de nuestra vocación: “Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, dentro de nuestros presbiterios, dentro de nuestras Conferencias Episcopales ¡y cuánto mal nos hacen! Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas unos a otros, ¿o me equivoco?”.[7]

Mantener viva la Esperanza con Jesús y con María   

No puedo concluir estas sencillas reflexiones que he compartido con ustedes sin hacer una referencia a lo que considero que son los motivos y fundamentos más importantes para mantener viva la esperanza y unidos defenderla, o mejor aún hacerla realidad: caminar con el Señor Jesús y con Santa María.

Así, Francisco nos urgía a redescubrirnos discípulos del Señor, a convertirnos y creer en el Evangelio, así como a retomar con renovado vigor y confianza la misión evangelizadora: “Jesús llama a sus discípulos y los invita a ir con Él, los invita a caminar la ciudad, pero les cambia el ritmo, les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala nuevas urgencias. Conviértanse, les dice, el Reino de los Cielos es encontrar en Jesús a Dios que se mezcla vitalmente con su pueblo, se implica e implica a otros a no tener miedo de hacer de esta historia, una historia de salvación (ver Mc 1, 15.21 y ss.)… El Reino de los cielos está entre ustedes —nos dice— está allí donde nos animemos a tener un poco de ternura y compasión, donde no tengamos miedo a generar espacios para que los ciegos vean, los paralíticos caminen, los leprosos sean purificados y los sordos oigan (ver Lc 7, 22) y así todos aquellos que dábamos por perdidos gocen de la Resurrección. Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a sus hijos. A cada uno. ¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?”.[8]

En esta misión de mantener viva la esperanza y unidos defenderla o mejor aún hacerla realidad, nos guía la Madre de Dios que también es Madre de la Iglesia: “Queridos hermanos, lo primero que me gustaría transmitirles —y lo quiero hacer con fuerza— es que ¡esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia y hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente”[9], nos decía en Puerto Maldonado. Y en Trujillo agregaba: “Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, a la Vida que no se marchita. Ella es la que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa. Nos acompaña y lleva hasta la Puerta que da Vida porque Jesús no quiere que nadie se quede afuera, a la intemperie. Así acompaña «la nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso» y muchas veces no saben cómo volver. Decía San Bernardo: «Tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y de tempestades: mira la Estrella e invoca a María». Ella nos indica el camino a casa, ella nos lleva a Jesús que es la Puerta de la Misericordia, y nos deja con Él, no quiere nada para sí, nos lleva a Jesús”.[10]

¡Gracias Francisco por tu regalo a La Mechita!

Quisiera agradecer al Santo Padre la fineza que tuvo para con nuestra Patrona, Nuestra Señora de las Mercedes, nuestra amada Mechita, Madre y Reina del Norte del Perú, al enviarle como obsequio una hermosa medalla la cual tuve el honor de imponerle recientemente en su nombre como signo de su piedad filial. Con este ejemplo de amor de hijo, el Papa Francisco nos urge a todos los piuranos y tumbesinos a que veneremos devotísimamente a Aquella que desde hace varios siglos nos cuida y protege de todo mal, se identifica con nuestras pruebas y sufrimientos, nos consuela con su amor maternal, nos alienta en nuestros desafíos, y nos guía y conduce a Jesús, el camino, la verdad y la vida, verdadero puerto de salvación (ver Jn 14, 6).

Queridos hermanos y hermanas: Defendamos la esperanza todos unidos, no nos la dejemos robar para que el Perú sea un espacio de oportunidad, “pero para todos, no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo, no de otro, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita; una tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro que tenga espacio para «todas las sangres», en el que pueda realizarse «la promesa de la vida peruana»”.[11]

Los bendice y pide sus oraciones.

San Miguel de Piura, 26 de enero de 2018.
Memoria Obligatoria de los Santos Timoteo y Tito, obispos.

[1] S.S. Francisco, Encuentro con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático (Lima), 19-I-2018.

[2] S.S. Francisco, Saludo Final en la Base Aérea de Las Palmas (Lima), 21-I-2018.

[3] S.S. Francisco, Discurso en el Encuentro con los Pueblos de la Amazonía (Puerto Maldonado), 19-I-2018.

[4] S.S. Francisco, Homilía en la Explanada de la playa de Huanchaco (Trujillo), 20-I-2018.

[5] Ver S.S. Francisco, Discurso en el Encuentro con los Obispos, Palacio Arzobispal de Lima, 21-I-2018.

[6] S.S. Francisco, Discurso a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas del Norte del Perú (Trujillo), 20-I-2018. Ver además La Homilía del Santo Padre a las Religiosas Contemplativas, Santuario del Señor de los Milagros (Lima), 21-I-2018.

[7] S.S. Francisco, Discurso a los sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas del Norte del Perú (Trujillo), 20-I-2018.

[8] S.S. Francisco, Homilía en la Base Aérea de Las Palmas (Lima), 21-I-2018.

[9] S.S. Francisco, Saludo a la Población (Puerto Maldonado), 19-I-2018.

[10] S.S. Francisco, Celebración Mariana en Honor a la Virgen de la Puerta (Trujillo), 20-I-2018.

[11] S.S. Francisco, Encuentro con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático (Lima), 19-I-2018.

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